Gerardo Vera

 Sus siempre impecables trabajos como escenógrafo, figurinista, director artístico y director de escena le han convertido en uno de nuestros grandes hombres de teatro. Su nombre, tanto al frente de colosos como el Centro Dramático Nacional como de producciones de toda índole, es sinónimo de excelencia. Lo demuestran premios como el Nacional de Teatro y trabajos tan brillantes como los últimos “Los hermanos Karamázov”, “El crédito” o “El cojo de Inishmaan”.
Concha Velasco se ha metido en la piel de mujeres únicas, ¿cómo la ve de Juana de Castilla o Juana la Loca?

No hay otra opción (risas). Lo tenía clarísimo. Cuando me plantearon el proyecto dije sí, pero la condición sine qua nom era que lo hiciera Concha. No sé por qué, es algo más bien irracional, pero viéndola en el escenario no me cabe ninguna duda: está hecho para ella y ella está llegando a unas cotas de excelencia impresionantes.


¿Y cómo fue ese encuentro a tres entre autor, director y actriz?

Ernesto me mandó el texto. Hemos cola-borado mucho, pero la relación con Concha tarda en producirse. Es como las parejas (risas), necesitas que pase un tiempo para ver la dimensión de lo que tienes entre manos. Ella dice que me persiguió mucho, no sé, pero sí sé lo que la perseguí yo a ella y siempre estábamos liados o no encontrábamos el proyecto adecuado…


Y, por fin, llega “Reina Juana”…

No me cambio en este momento por nadie. En Sevilla y en Santander el público daba vítores, aplaudía, al final la mujer tiene que hablar, porque no se van, están petrificados (risas). Le hicieron bailar por bulerías y ella se apunta a un bombardeo (risas). Han sido funciones muy emocionantes y auguran una exhibi-ción estupenda en Madrid.


Háblenos de Juana.

Es una mujer de su tiempo a través de la cual corre todo el siglo XVI y una dinastía muy fanática, la de los Reyes Católicos, cuya mayor gloria, apar-te de descubrir América, con sus luces y sombras, fue expulsar a moros y judíos. Nunca se dio un error tan grande. Y ella está ahí en medio como una mujer dominada. No participa de ese fanatismo reaccionario, es una mujer ilustrada, habla idiomas, ama la música y educa a sus hijos en esa cultura.


¿Cómo imaginaba este montaje?

Tenía clarísimo cómo era. El texto que me mandó Ernesto era como si Shakespeare hubiera escrito la tragedia de la Reina Juana. Tenía algo muy dramático y, al mismo tiempo, muy profundo de adentrarnos en el alma de esta mujer. Es una crónica del siglo XVI, pero me gusta mucho que Ernesto no haya hecho una reconstrucción cronológica ni histórica, sino que ha trabajado sobre los sentimientos y las emociones de esta mujer cuando está a punto de morir, un momento en el que recuerdas unas cosas y olvidas otras y se refleja con una potencia dramática enorme. Sensible, sobre todo, emocional.


¿También a los directores les duelen personajes como éste?

No, a mí lo que me duele, lo que sí me produce brotes de emoción es Concha. No me había pasado nunca, pero la veo haciendo el personaje y hay momentos en los que se me saltan las lágrimas.

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