Ginés y Antonio conocen bien a Eduardo Vasco. ¿Qué tal el encuentro? ¿Cómo lo ven al frente del coloso?
Ginés García Millán: Lo veo con entusiasmo y madurez creativa.
Antonio Molero: Ha sido muy gratificante, como volver a convivir con alguien después de mucho tiempo. Aunque ahora la casa sea mucho más grande, las costumbres son las mismas, todo está colocado en su sitio. Este ambiente de seguridad ayuda mucho a empezar a trabajar relajadamente. Eduardo Vasco ya tiene experiencia de sobra como director y como gestor y maneja muy bien ese equilibrio tan difícil entre capitanear y delegar.
“Luces de bohemia”. ¿Les han tenido que insistir mucho? ¡Tremendo reto!
Ginés: “Luces de bohemia” es un sueño, un regalo y, evidentemente, un reto.
Antonio: Fue tan sencillo como una llamada de teléfono, un “Podemos y debe-mos hacer esto juntos”. Es más, cuando supe que haría Don Latino, el primer Max que se me vino a la cabeza, conociendo a Eduardo, fue Ginés García Millán.
Resulta casi increíble que en cien años de historia “Luces de bohemia” no se haya hecho sobre las tablas del Español.
Antonio: Supongo que el motivo son una serie de casualidades encadenadas en el tiempo, pero es hermoso que ahora se haga con la conmemoración de los cien años de la publicación de la obra. No hay que olvidar que el epicentro del esperpento se encuentra ahí, a doscientos metros del teatro, en el famoso Callejón del Gato, donde están los espejos.
Ginés: Siempre hay una primera vez para todo y ¡qué regalo que seamos nosotros!
También hay siempre una primera vez para descubrir la obra. ¿Qué le contarían a esa persona de “Luces de bohemia”?
Ginés: Que se prepare para un gran viaje.
Antonio: Es de este tipo de obras de arte que no importa si tienes o no tienes referentes o conocimientos sobre ella, no puedes evitar caer seducido. Es parecido a lo que ocurre cuando te pones delante de un Velázquez o, sobre todo, de un Goya: aunque no tengas ni idea de pintura, te conmueven, te agarran y te zarandean.
La obra narra el periplo nocturno del poeta ciego Max Estrella y el golfo Latino de Hispalis por los lugares más característicos de la bohemia madrileña, pero esconde mucho entre líneas…
Ginés: El espejo de la vida miserable de España, y todo lo que ahí cabe.
Antonio: Es una noche como tantas otras, visitando los mismos lugares, pero con una sensación extraña de decadencia y de mal presagio. Un retrato de Madrid y de España, pero tan certero que parece un tratado de antropología. La España de ayer, la de hoy y, como en un bucle, la de mañana, el esperpento como seña de identidad de nuestra sociedad.
Ginés García Millán –“Don Juan Tenorio”, “Herederos”, “Mujeres soñaron caballos”, “Glengarry Gleen Rose”, “Isabel”, “¿Quién mató a Sara?”…– es Max Estrella.
Ginés: Ya lo dice Valle en boca de Max: “Yo soy el dolor de un mal sueño”.
Y Antonio Molero –“Médico de familia”, “7 vidas”, “Los Serrano”, “Un dios salvaje”, “Una boda feliz”, “El nombre”, “Escape room”…– es Latino de Hispalis.
Antonio: Muy resumidamente, es un buscavidas sin escrúpulos, un perro infiel y mentiroso, con el que hay que andarse con mucho ojo y cuya principal característica es el cinismo.
¿Cuál es la propuesta de Eduardo Vasco para la puesta en escena de esta pieza?
Ginés: Respeto absoluto a la obra, a Valle-Inclán y a todos los que han puesto en pie este grandioso texto.
Antonio: Respeto absoluto por la obra, por supuesto, y el objetivo de interpretarla buscando lugares comunes con el espectador de hoy, hacerlo inteligible y divertido y sin perder profundidad, pero huyendo de la solemnidad, que es un error en el que en un momento dado es fácil caer con obras tan importantes.
¿Y el resto de personajes?
Antonio: Es un retrato grotesco y deformado de la bohemia madrileña, pero también de la política, de las fuerzas del orden, de la prensa…
Si esta noche repitiésemos ese paseo nocturno, ¿con cuántos de aquellos personajes seguiríamos topándonos? ¿Sigue siendo reconocible aquel Madrid?
Antonio: Me temo que el centro de Madrid desde hace no muchos años, a lo mejor diez, ha sucumbido al turismo, a la gentrificación y lo poco que queda de aquel Madrid son unas cuantas placas conmemorativas. Supongo que para reconocer personajes de estos tan eternos hay que moverse del centro y dirigirse a la periferia, a los barrios.
Ginés: Canallas, miserables, vendidos, tramposos, de todos los colores y todos los gustos… Por fortuna, también gente honesta, que alguno queda. Lugares reconocibles, muchos, y en muchos de ellos se cuece la misma podredumbre.
Ustedes dos, Irene Arcos, Ernesto Arias, María Isasi, José Luis Alcobendas… y así hasta 40 personajes y 25 actores. ¿Qué veríamos si espiásemos por un agujerito?
Ginés: Veríais a cómicos y cómicas entregados al gran texto de Valle, juntos en este viaje maravilloso.
Antonio: El reparto, gracias a la habilidad de Eduardo, que siempre la ha tenido para estas cosas, es un auténtico sueño. Llegar a la sala de ensayos y encontrarte con tantas personas queridas y admiradas a lo largo de los años es una experiencia bellísima y que ocurre muy pocas veces en la vida. En cuanto a qué se podría ver por un agujerito, mejor no mirar, los ensayos son un acto de amor y estamos en un estado de vulnerabilidad y desnudez que es mejor que quede en la intimidad.
¿Cómo les gustaría que saliese el espectador de ver “Luces de bohemia”?
Ginés: Como me gustaría que saliese siempre, conmovido, emocionado por haber compartido la magia del teatro.
Antonio: Con ganas de volver al teatro.
Octubre 2024 – Nº 253