Si le digo “El perro del hortelano”, ¿qué es lo primero que se le viene a la mente? ¿Qué diría de esta obra?
Según el ensayo de ayer una sensación de descubrimiento de un mundo muy especial en Lope. Es una función tan hermosa, tan complicada a la vez. Pero como es tan complicada, está tan bien construida y es tan bella te lo pone muy difícil y tiene tantos colores diferentes que nos ha traído por la calle de la amargura (risas) y a la vez la alegría más grande. Estamos cerrando y es una sensación muy satisfactoria de haber entendido algo, que siempre se entiende sólo algo, de la poética más importante de uno de los grandes de nuestra dramaturgia, de Lope.
¿Recuerda la primera vez que leyó la obra?
Claro, sí (risas). Me tocó leerla cuando tenía 15 o algo así y yo entendí lo justo (risas). Recuerdo que me resultó un poco sospechoso, pero bueno, lo acepté, que el personaje de Diana sólo fuera considerado como una mujer manipuladora y todo el mundo decía ‘es que es malísima’. Y yo decía ‘pero, ¿por qué?’. Y ahora ya soy mucho más mayor y ya en el teatro y en ese paso del texto al escenario hemos descubierto que tiene sus razones y que no es la única manipuladora del mundo (risas) ni tampoco es sólo manipuladora. Es un ser normal lleno de contradicciones.
¿De qué nos habla la obra, qué temas esconde?
Nos habla del amor, pero no como el amor fuente sólo de gozo, sino también como fuente de dolor, de los celos, de la envidia, de las traiciones, de la satisfacción… Esos versos tan maravillosos del soneto de Lope, “atreverse, estar celoso”, eso que dice al final, “esto es amor, quien lo probó lo sabe”, todo son contradicciones. Y creo que, curiosamente, no sólo lo representan Diana y Teodoro, sino todos los personajes que están alrededor se ven implicados en asuntos amorosos y toman partido, a veces de una manera muy sucia y otras veces de una manera muy leal. Nosotros hemos tratado de no juzgar ese comportamiento, sino exponerlo, y como está tratado también a través del humor, realmente asistimos a ‘vergüencitas’, a fallos que todos hemos cometido amando y que cometeremos y a grandes alegrías, porque luego es una gran fiesta en torno al sentimiento y al amor y a la capacidad de aprender a amar. Así, que, bueno, es un grande, Lope es un grande y a mí muchas veces, muchas, me ha recordado a varias comedias amorosas de Shakespeare. El centro es el tema del amor y el significante que le ha dado Lope, que lo hace especialmente interesante, es la diferencia de clases sociales, es ahí es donde pone el gran obstáculo: una mujer poderosa no puede amar a un hombre de una clase inferior, pero yo he puesto también el acento en el hecho de que es una mujer, porque al revés podría ocurrir, no habría gran drama (risas).
¿Cómo es el Lope de Vega que firma “El perro del hortelano”, qué le caracteriza?
Es un hombre muy experimentado y muy sabio con los sentimientos humanos. Muy sabio y muy vital, siempre vital, con una condensación del lenguaje increíble, una sabiduría a la hora de sintetizar los sentimientos, las líneas de acción de cada personaje son increíblemente contrastadas y una arquitectura de comedia extrañísima pero muy fuerte, realmente como un libro de aventuras, a veces parece que son “Las mil y una noches”. Creo que es un Lope muy maduro y muy muy conocedor del alma femenina, pero del alma humana en general y que escribe con una perfección y una belleza… Al actor, a los directores, a los dramaturgos y a todos los creativos nos lo pone muy complicado porque hay que estar descubriendo el tono de cada obra, es una de las grandísimas obras que yo creo que se ha escrito en la literatura dramática universal.
¿Cómo es el montaje que ha ideado Helena Pimenta? ¿Cuáles son sus líneas maestras?
Partiendo de esta idea de no considerar a Diana como un ser manipulador, sino todo lo contrario, un ser humano que está encerrado y limitado por los condicionantes sociales, la dramaturgia no con grandes cambios, hay pequeños cambios en algunas zonas, sobre todo la cómica, que hay que aligerar o plantear de otra manera. La escenografía es un dispositivo grande, grandilocuente, pero luego muy neutro, que recuerda a ciudades italianas, que lo mismo puede recordar a un interior que un exterior y viaja dentro y fuera como la propia obra. Puede dar la sensación de muy cerrada y de muy abierto al final por los personajes, que están buscando su propia naturaleza y así camina la escenografía. Es una escenografía, ya digo, muy amplia donde ellos están pintados de colores, que Pedro Moreno ha tratado muy bien en el vestuario, un vestuario que hemos acercado al siglo XVIII, quizás por el espíritu de Diana por un lado, que nos recordaba más a una mujer más del XVIII, y también porque la estética del XVIII es tan concreta y tan especial que deja muy marcadas las diferencias de clases sociales y eso nos convenía mucho. Es muy bello. La música se inspira en el mundo del piano fundamentalmente, Schubert, Mendelsshon… El trabajo de iluminación está como siempre asociado, ya son cinco espectáculos con Cornejo, todos los lenguajes buscaron clarísimamente enfocar hacia los distintos temas sabiendo que es una obra llena de tonos y de contrastes, que hay que cambiar de una atmósfera lírica a una atmósfera burlesca muy rápido y que hay que dejar respirar eso. El equipo ha funcionado, pero también todo el equipo de la compañía, que ya nos conocemos, en una obra muy complicada de montaje, pero tenemos que conseguir que se vea muy sencilla. La puesta en escena trata de ser muy clara en el mensaje al espectador y muy clara en la belleza de sus textos y también en la comicidad, ya digo una comicidad a veces muy descarada, no contenida (risas).
Dijo Álvaro Tato el día de la presentación de la temporada que Helena Pimenta está escribiendo una página de oro en la CNTC. ¿En qué ha cambiado la Compañía desde el 1 de septiembre de 2011? Dejando la modestia a un lado, ¿qué ha logrado el equipo capitaneado por usted en este tiempo?
Bueno, este Tato es que me quiere mucho (risas). Sinceramente yo estoy muy orgullosa del equipo y de los logros que se han conseguido, pero de verdad que pienso que es una herencia. Hemos sabido administrar y organizar y recoger y hacer crecer una herencia de otros veinticinco años que pasaron delante de nosotros con errores y aciertos, ellos y nosotros, pero yo creo que hemos sabido reconocer que era una institución pública fundamental, que vivíamos unos tiempos difíciles para el teatro y que no había que andarse con bobadas y había que ser muy comprometido y muy serio con lo público y con nuestro patrimonio inmaterial, un patrimonio que nos hace reconocernos, y yo creo que ha coincidido que todos nos hemos vivido así y que seguimos ilusionados por eso. Yo me siento orgullosa de que hayamos tenido la oportunidad de abrir el Teatro de la Comedia, de las giras, de la Joven, del público y de cómo cada día hemos estado trabajando como si todo fuera normal, quiero decir, ni buscando un éxito ni no buscándolo, trabajando cada día y la gente ha accedido, nos ha apoyado y lo único que intentamos es responder a eso. Te lo digo sin falsa modestia porque es lo que cada día puedo hacer, porque lo demás no sabría, tocar lo inasible no se puede (risas). Hay que tocar el día a día. Estoy muy contenta de todo mi equipo y hay que verlos cómo se dejan todo en cada escenario donde van, yo me he quedado muy sorprendida, defienden esa mentalidad de que es una institución de todos y que nos representa a todos.
¿Y a partir de ahora, qué? ¿Hacia dónde vamos y en qué seguimos profundizando?
Ahora hay un congreso que indujimos junto con otras instituciones que tienen el teatro por bandera, como es el Instituto del Teatro de Madrid, de la Universidad Complutense, o la UNIR, que tiene una sección de teatro muy poderosa, o la RESAD. Nos hemos juntado todos para este congreso de Cervantes, Shakespeare y la edad de oro del teatro y así uniendo fuerzas vendrán 60 profesionales y expertos de todo el mundo sobre Shakespeare, Cervantes, Calderón, Lope… Para mí es muy significativo que hayamos unido la práctica escénica con la parte teórica con la parte ensayística, es algo muy importante, va a haber vestuaristas, iluminadores, directores… Me gustaría que siguiéramos ahondando en la unión de las áreas para que el conocimiento nos permitiera no esperar sólo casualidades o genialidades y me gustaría muchísimo profundizar en el proyecto de La Joven, en el sentido también de aspirar a la innovación en algunos aspectos, que ya lo hacemos constantemente, pero que se puede seguir innovando en el abordaje del teatro clásico, sobre todo con los más jóvenes y desde luego seguir peleando por la internacionalización y por nuestro público, por darle lo mejor. Que esos caminos que ya hemos abierto se asienten, yo espero tener paciencia, no cegarme (risas) con la velocidad, espero tener la lucidez de saber hacerlo con la calma necesaria y con deportividad.
Un deseo para esta temporada…
Que podamos ofrecer alegría, reflexión y humanidad y asamblea teatral.