¿Cómo se mete uno en la aventura de poner en escena “Tirant lo Blanc”?
Un poco de forma involuntaria. Uno lo lee como lectura obligatoria en el instituto y, además, mi primera carrera es la de Historia. Ahí ya te vas metiendo en el mundo que anuncia Tirant. Luego, en buena compañía con Màrius Serra, estudioso de “Tirant lo Blanc”, y haciendo lecturas, revisando, pensando en ello sin mucha intención hasta que un día alguien dice “Oye, ¿y por qué no lo llevamos a escena?”. Y a partir de ahí, te vas liando más y más .
Dice que lo leyó en el instituto como lectura obligatoria. ¿Cómo ha cambiado aquella primera mirada?
Muchísimo. Era una lectura con mucha dificultad, escrita en catalán antiguo. Era un resumen que se centraba en los episodios amorosos, en las batallas, en aquello que quizás a un adolescente le podía sugestio-nar más. Y luego te das cuenta poco a poco de la inmensidad de esta obra, de lo vasto que abarca y si lo miras también ya a ojos de hoy, desde los lugares que te interpela tantos siglos después.
Es un clásico, pero siempre hay alguien que lo descubre por primera vez. ¿Qué le contaría a esa persona de esta obra?
¿Desde dónde le mueve? Haría referencia a eso, en qué lugar le toca, porque creo que le va a tocar en algún lugar., que en algún lugar le va a resonar y cuando salga en la calle o charle con sus amigos o con su familia, verá que en el siglo XV ya estaban hablando de eso mismo y que no ha cambiado mucho.
¿Qué esconde entre líneas la obra de Joanot Martorell, a qué nos enfrenta?
Para mí una de las cosas que esconde es algo que hoy en día también me pregunto: sobre qué edificamos la idea de un héroe, por qué tenemos la necesidad de identificarnos con ellos y qué hay detrás de estos relatos perfectos . Cada civilización, cada país tiene los suyos y por formas de actuar, por narrativas, son muy parecidos. Me pregunto qué hay que nos identifica tanto, qué hay que a todos ellos les edificamos estatuas y las veneramos con el paso de los años.
¿Quién es Tirant lo Blanc?
Tirant lo Blanc es un intento de mito que se da cuenta de que es humano y se da cuenta que es humano en el sentir. Una persona que, como muchas otras, no se había preparado para sentir. Se había preparado para casi todo en la vida, en la vida de un caballero, todos los preceptos los tenía, todo andaba bien, había sacado nota en todo, pero nadie le había prevenido sobre el sentir, el ser vulnerable. Nadie le había hablado de los embates de la vida más allá de las batallas. Esta persona, este ser humano que se enfrenta a esta diversidad de cosas, acaba siendo –en palabras incluso del propio Cervantes, que habla de los caballeros sienten y mueren en sus camas– lo que será la idea del caballero con un perfil psicológico ya más próximo a personajes que después serán tratados con mayor fuerza. Para mí es alguien que se anticipa de una forma literaria mucho a su tiempo.
Y para mí, “Tirant lo Blanc” se define como una perfecta ucronía, o sea, la necesidad de un relato que una sociedad tiene que comprar porque no puede o no quiere admitir una realidad mayor. “Tirant lo Blanc” se basa en la liberación de Constantinopla, actual Estambul. Cuando se empieza a escribir hace siete años que Constantinopla cayó en manos de los turcos y de la religión musulmana y se compra este relato de una forma increíble. Es un gran best seller, teniendo en cuenta que todavía no existe la imprenta. Y a mí esto me habla de la necesidad de este relato, de la necesidad que tienen de que los hechos sean distintos, del miedo que hay detrás de estas cosas, un miedo que todavía pervive, este miedo al otro que está a las puertas de tu casa. Y para mí, creo que más que quién es Tirant lo Blanc, es qué “Tirant lo Blanc”. Y para mí es una perfecta ucronía.
¿Qué tiene que decirnos Tirant a los espectadores de este 2025?
Tiene algo que decirnos sobre vigilar lo que veneramos y aquello que consideramos nuestro bajo qué certezas está construido; que por mucho que pase el tiempo y nos creamos muy avanzados o que hemos mejorado en términos de tolerancia y de ver al otro, seguimos subidos en el mismo peldaño de protección, de seguridad, de miedo al otro, de no ayudar y, sobre todo, nos dice algo sobre que está bien mirar a la otra orilla. Sirva como metáfora que empezamos la obra en un naufragio, en uno de los capítulos quizá más negligidos de la historia de Tirant, que es el naufragio en el Mediterráneo. Pero en la otra orilla, aquella orilla a la que no miramos nunca, aquella orilla hacia donde nadie migra Se pueden hacer muchas cosas en la otra orilla, ser turista, ser migrante no; se puede ser conquistador, colonizador, pero ser migrante, no, se puede ser extranjero, pero nadie migra hacia allí, aunque puedes naufragar. Ese naufragio, ver la otra orilla ahí desde donde la gente en el siglo XXI sale, que es puerto de salida pero no de llegada, quizás es una de las cosas que hoy en día nos puede hacer ver Tirant también desde otra óptica.
¿Cómo se hace para reducir las mil páginas del “Tirant lo Blanc” a apenas 40? El trabajo de Màrius Serra ha debido ser impresionante. ¿Cómo es su adaptación?
No me gustaría estar en su piel (risas). Es una adaptación maravillosa con una apuesta muy clara de un estudioso de “Tirant…”, de alguien que conoce muy bien la obra y que tiene muy claro desde dónde le interpela. Lo ha hecho desde el cariño, desde la crítica y desde la conformidad. Mario se ha mostrado como una persona supergenerosa, estando casi cada día en los ensayos y adaptando lo que era literatura a literatura dramática para luego convertirla en acción. No sé cuántas funciones llevamos y sigue transcribiendo lo que ve en escena y lo que pasa y replanteando si lo que ya habíamos hecho no merece un cambio. Lo que lo hace muy rico.
Dicen quienes lo han visto que parten de una perspectiva rompedora y actual. ¿Y cómo es su puesta en escena?
Qué te voy a decir, brutal. Es un director espectacular, que no tiene todos los premios que se merece (risas). Hemos apostado por una puesta en escena contemporánea, una puesta en escena muy libre de objetos, en que la fuerza de la interpretación es lo que manda, más allá de cualquier artefacto que pueda engrandecer o crear una magia extra, porque hemos querido dar la fuerza al discurso y a la discusión que puedan tener los propios personajes entre el siglo XXI y el siglo XV. Es la mayor apuesta. Cómo estos personajes siguen hoy en día discutiendo casi en los mismos términos que estaban discutiendo en el siglo XV, desde los mismos puntos de vista, quizá con más información, pero los personajes, años después, desde sus transformaciones, siguen discutiendo quién y qué es Tirant.
Sobre las tablas, Rubén de Eguía, Quim Ávila, Moha Amazian, Júlia Genís, Mamadou Diallo, Agnès Jabbour, Clara Mingueza, Judit Neddermann y Ireneu Tranis. ¿Qué nos diría de ellos?
Hemos tenido una gran suerte, más allá del talento que todos tienen, que es un talento diverso, porque en el elenco hay gente que venía de un teatro más de gesto, gente que venía más del mundo de la música, gente que venía de un teatro más de texto. Queremos buscar este equilibrio y esta diversidad, porque forma parte de la puesta en escena, con música en directo, con una estilización muy concreta en la cual el trabajo de gesto y coral nos llevaba a poder crear grandes escenas épicas a partir de coreografías, a partir de abstracciones que con otro lenguaje no hubiéramos logrado alcanzar, teniendo en cuenta también el tipo de obra que estábamos haciendo y por dónde se movía. Y al crear un equipo tan diverso, o tan heterogéneo, corres el riesgo de cómo va a casar todo esto, cómo vamos a encontrar una coherencia, cómo vamos a lograr que no se vea un pastiche que no encaja y pasó la magia. El proceso ha tenido que ver, pero principalmente todo lo que ha tenido que ver es la gente, cómo se han apropiado del proyecto, cómo lo han hecho suyo. Se creó la idea de familia y la idea de decir este proyecto es mío, lo quiero, compro y empatizo con lo que estamos contando. Es un equipo que defiende el discurso. Hemos hablado mucho del discurso. Se ha construido mucho a partir de la opinión y del punto de vista de los propios actores, ya que hemos tenido la suerte de trabajar a partir de residencias y estar tiempo debatiendo sobre la obra. A partir de ahí, se ha creado esta magia que hace que se defienda la obra desde un lugar que traspasa. Se ha apostado por una compañía joven y con mucha fuerza.
Va a ser toda una experiencia asistir a un montaje en catalán en la casa de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Y el caso es que no debería sorprendernos, ¿no? Esto debería darse más veces…
Va a ser una sorpresa para todos. Para el público habitual y para nosotros mismos. No debería sorprendernos, creo que la riqueza de este país está en su diversidad y lo digo con orgullo. Creo que esto debería ser más normal o no tendría que ser un hecho tan excepcional como para que tengamos que felicitarnos de ello. Yo hace un tiempo estuve aquí con una propuesta también arriesgada, no tanto por la lengua, sino por la puesta en escena, ya que era desde lenguaje de payasos. Hacíamos “El diablo cojuelo” aquí en el Cclásico y también tenía su riesgo: en la sala grande, dos meses, un espectáculo comandado por payasos y con la normalidad más absoluta, la obra navegó y se entendió y fue un disfrute brutal. Quiero decir que a veces tenemos demasiados prejuicios. Creo que se va a entender todo bien y que va a ser una experiencia que debería repetirse no solo en catalán, sino en gallego, euskera, en cualquier lengua o lenguaje de los que en este país tenemos sin politizarlo.
¿Cómo le gustaría que se acercase al público y cómo te gustaría que saliese de ver “Tirant lo Blanc”?
Me gustaría que se acercasen con la curiosidad propia de cómo se acerca a un clásico todo el mundo hoy en día, desde dónde se toma o desde dónde se pone el acento y que salieran satisfechos y con la idea de el sentido que tiene que exista un teatro clásico y que se estén haciendo clásicos, que entiendan la razón de estar allí, que es natural y viva, que es que sigue siendo una cosa que nos atraviesa por la humanidad que tiene y por eso se ha convertido en clásico.
Teatro de la Comedia – Nº Enero 2025