Fue Pedro Crespo en 2010 a las órdenes de Eduardo Vasco. ¿Cómo se ve la obra desde la perspectiva de otro personaje?
Pues se ve desde el otro personaje, claro (risas). Hay cosas que sí cambian, ten en cuenta que son puntos de vista de la vida, de la realidad, son distintos. Pedro Crespo es un personaje que tiene que pelear para que se le reconozca su dignidad, don Lope de Figueroa es un personaje al que ya se le presupone digno desde el principio y al contrario es un hombre que va descubriendo esta dignidad en Pedro Crespo.
¿Qué tiene este Calderón, cuáles son sus señas de identidad?
Calderón siempre es un filósofo, pero en esta función utiliza un lenguaje tan sumamente sencillo en apariencia que llega a todo el mundo. Luego hay gente que profundiza más o gente que se puede quedar en otros lados, pero él sabe reflejar una sociedad entera y de una manera muy sencilla cuando escribe.
¿Quién es Don Lope de Figueroa?
Fue un personaje real, un general de los Tercios de Flandes, un aristócrata. Ejemplo de lo que tiene que ser la soldadesca, elocuente y ocurrente, Calderón lo traslada de tiempo y ahí don Lope tiene un gran dolor: le duele ver la decadencia, la corrupción de su gente y de los valores e intenta luchar para que eso no ocurra.
Habitual de la CNTC, ¿cómo ha visto cambiar a la compañía?
Siempre la he visto yendo hacia delante. Es una compañía muy inquieta, que investiga y que está abriendo la cantidad infinita de obras de teatro clásicas que tenemos y las va presentando al público. Eso es fantástico. Helena Pimenta le ha dado dinamismo y mucho empuje.
Segismundo, Pedro Crespo… ¿Qué otro gran personaje le encantaría ser?
Hay muchos (risas), por ejemplo Sempronio de “La Celestina”. Pero siempre he soñado hacer el Rey Lear.