José Luis Garci

 Morir, Beber, Latir, Querer, Mirar… de Cine. Son más que títulos de libros, porque también escribe, de un José Luis Garci que descubrimos amante confeso –pero un aficionado, dice– del teatro. Hablar con él es hacer historia viva. Crítico y guionista de cine y TV, debutó en la dirección con una “Asignatura pendiente” que le valió el Goya. En 1983 ganó nuestro primer Oscar por “Volver a empezar”, en el 92 el Nacional de Cinematografía y en el 97 la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. 19 películas –entre las que destacan “El crack”, “Canción de cuna” o “El abuelo”– le hacen merecedor de un buen lugar en el Olimpo del Cine.
Usted debía tener cuatro añitos cuando desapareció Arte Nuevo. ¿Por qué este homenaje?

Cuando yo estudiaba Preu universitario en el Instituto Cervantes de Madrid, a punto de cumplir 16, cayó en mis manos un tomo de Arte Nuevo que tendría diez o doce obras de un acto de Alfonso Sastre, Alfonso Paso, Carlos José Costas, José María Palacio, Medardo Fraile, Pepe Franco… Yo iba por las tardes a estudiar a la Biblioteca Nacional y en dos tardes me leí todo. Yo era entonces, sigo siendo, no un profesional ni mucho menos del cine ni del teatro, sino un aficionado e iba mucho al teatro y me sorprendieron aquellas obras que eran como de alguien… como de hermanos mayores, porque eran jóvenes y las habían escrito con ‘veintipocos’ años y me impresionó la cercanía que yo pude establecer con ellos y siempre he intentado seguirle un poco la pista a aquella gente.


Y lo consiguió…

Con Sastre, porque yo dirigí teatro con veinte años durante un par de años y como todos en esa época monté “Escuadra hacia la muerte” naturalmente. Monté todo tipo de obras, “Juego de niños” de Ruiz Iriarte o “El diario de Ana Frank”. En aquella época las hacíamos en el Parque Móvil Ministerios, en el Teatro del Círculo Catalán, de la Basílica de Atocha, Teatro Club Atocha… Les seguí la pista siempre a esa gente y recuerdo que en año 99 cuando yo rodé la película “You are the one” hay un momento donde el personaje de Iñaki Miramón le decía al de Lidia Bosch ‘yo sé que tú has formado parte del grupo de Arte Nuevo y que conoces a Sastre y a Medardo Fraile y a esta gente’ y ella: ‘sí, son amigos’; ‘no, te lo digo porque me gustaría que me echaras una mano y montáramos una obra de Navidad’… Entonces me acuerdo de que me mandó una nota Medardo Fraile y a su vez me dedicó un relato y ahí empecé una verdadera amistad con él, le llevaba yo al programa mío de “Qué grande es el cine”, le presenté el último libro que editó en el Círculo de Bellas Artes, la pena es que se nos ha ido hace año y medio o dos años, porque hablé mucho con él de “El hermano”. Siempre me pareció una obra llena de misterio, quizás la censura le dio esa ambigüedad enorme… Y con Sastre siempre he tenido mucho afecto, mucha simpatía, se portó muy bien conmigo cuando monté “Escuadra hacia la muerte”. Sastre siempre me ha gustado mucho, creo que es uno de los grandes autores de España, me gusta mucho “El cuervo”, me gusta mucho “La mordaza”, “Ana Kleiber”.


¿Y cómo surge esta oportunidad?

Esto estaba más o menos olvidado y por Max Aub coincidimos hace muchos años Juan Carlos Pérez de la Fuente y yo y hablamos de “San Juan” y él me dijo que la iba a montar. Yo la leí una vez en un Primer Acto, tendría yo 22 años o 23, y me impresionó mucho y le dije que había estado a punto de llevarla al cine, incluso había hablado con Gil Parrondo y habíamos estado estudiando la posibilidad de hacer un decorado enorme del barco aquel, pero era muy difícil hacerla en cine y le dije que me alegraba mucho de que la hiciese en teatro. Me invitó al estreno, no pude ir, fui tres días después, charlamos mucho y digamos que nos unió un poco Max Aub y cuando fue director general me dijo ‘oye, tú, chaval, ¿quieres algo?’ (risas) y le dije ‘déjame pensar, pero a mí lo que se me ocurre es hacer una especie de tributo u homenaje a aquella gente de Arte Nuevo’ y me dijo ‘ah, está muy bien, el problema es que no podríamos poner todos, habría que elegir’.


Siempre se quedan cosas en el tintero…

Me hubiera gustado elegir de otro amigo mío, que fue José María Palacio, que era guionista de cine y trabajó con Dibildos, como trabajaba yo. Y elegimos estas dos obras. Yo no había caído en su momento, pero la obra de Alfonso, “Cargamento de sueños”, está escrita dos años antes de “Esperando a Godot”, que es curioso, pero la de Medardo está escrita también año y medio como mínimo antes que “Historia de una escalera” de Buero. Para hacer este programa doble yo pensé ¿una obra de vanguardia experimental existencialista mística? Tiene de todo esto, recoge como una serie de teorías que estaban pululando por Europa y es impresionante cómo Medardo antes de “Historia de una escalera” hace una obra de un acto que podría ser como ‘¿Quién vive en el ático izquierda?’ Pues esta gente de “El hermano”. Ese teatro que va más allá del costumbrismo, que lo hace Buero también en “Hoy es fiesta”. Y dije, bueno, nos quedamos con estas dos obras, como decía yo de chaval en el cine: una en color y otra en blanco y negro (risas). Me hubiera gustado también hacer una de Alfonso Paso, “Un tic tac de reloj”, que está muy bien, con un Paso efervescente, muy juvenil… Bueno, todos estos tenían 20 años, 21. Además, es curioso que Paso hacía de protagonistas en una obra de Sastre, eran muy amigos todos. Medardo y Sastre escribían “Uranio 235” y eran íntimos todo ese grupo, incluso el actor, que era mayor, Pepe Franco, que también escribía muy bien estaban muy unidos.


Eran grandes autores…

Es emocionante que en aquella España estos tíos pusieran el primer grito existencial de un teatro de posguerra, que no tiene nada que ver con el otro, que también el otro era muy bueno, me encanta Miguel Mihura, Edgar Neville, Jardiel Poncela… Pero cómo estos, por la juventud, por lo que estaban leyendo, etc. dijeron ‘vamos a hacer otro tipo de teatro como podamos’. Porque estrenaban en el teatro del Instituto Ramiro de Maetzu, en el Beatriz algunas veces…


¿Cuál ha sido su pretensión?

Y yo lo que he querido es intentar hacerlo como ellos lo hubieran querido hacer en esa época, sin tecnologías avanzadas que hay ahora. A lo máximo que hubieran aspirado ellos es a una puesta en escena como las que se hacían en los años 50 en Broadway, tipo “Muerte de un viajante” donde un personaje decía ‘entonces me fui a no sé dónde’ y se apaga la luz, otra luz se enciende en otro lado y allí ‘Estoy en no sé qué’… Eso era el teatro de entonces, Elia Kazan, esas cosas que hacía. Yo he intentado reproducir un poco ese mundo, incluso esa luz, no era como ahora que los actores tienen las caras muy bien proyectadas, a mí no me parece mal, pero se acerca un poco al cine y yo he querido hacer todo lo contrario, yo he querido hacer teatro e, insisto, cómo les había gustado a ellos que se representaran sus obras en ese momento. No hay que olvidar que estos tenían 22 años y entonces claro, a mucha gente les puede parecer que el teatro es ingenuo, que no lo creo, yo lo que he tratado es de arroparlo un poco, de que la gente entienda todo eso del esfuerzo que suponía y que son chicos muy jóvenes, es increíble, pero sacar adelante sobre todo el talento que tenían y la visión que ellos tenían de cómo debía de haber otro teatro en España aparte del teatro que había. Y bueno esta es la historia, esto es el homenaje, que fue muy bien acogido en cuanto se lo dije a Juan Carlos. Estamos hablando de hace un año. Él me preguntó si no necesitaba mucho y le dije que esto no tiene grandes complicaciones, la única complicación es que al ser dos obras hay que cambiar el decorado, porque necesitamos quince minutos, pero por otra parte yo le dije que yo quería hacerlo con telón y con descanso, que la gente saliera y fumara, como se hacía entonces el teatro.

Sí, claro. Es que hay que cambiar los dos decorados y ahí sí que hemos intentado que sean dos decorados que tengan lo que deberían de tener. Uno es un decorado un tanto extraño y el otro es una casa, un corte sobre una casa de clase media y te decía en donde he intentado acercarme más a ellos es en la luz, la de Medardo es luz de pobre, la luz de los pobres, de Vittorio de Sica y “El ladrón de bicicletas”, aquí en España de “Surcos”, hay una luz de pobreza, que eso no te permite que las caras estén iluminadas ni mucho menos, sino que forman parte de un ambiente y la otra igual, ese tipo de penumbra que había en esa época, incluso es imposible ver “Esperando a Godot” iluminada, entonces hay que sacrificar un poco las caras a los actores, yo se lo he dicho, no vais a estar como si fuera cine en primer término, sino que vais a estar en plano general. Creo que, ojalá no me hubiera equivocado, así les hubiera gustado ver las obras. Con Sastre no he hablado, pero con Medardo hablé mucho de cómo yo veía “El hermano”, incluso le dije que si lo montábamos había que actualizar un poco el lenguaje, que es así, pero hacerlo más cercano a la gente, aún así mucha gente no va a saber cosas de cómo se hablaba en los años 40, pero bueno… actualizar un poquito el lenguaje y la manera de moverse. Vamos a ver, es un experimento y un homenaje. Pero, insisto, que la gente cuando se levante aquí el telón son obras que han escrito dos personas con veintidós años, que no son autores cuajados ya, esto no es “Ana Kleiber” o  “Ulalume, ulalume” de Sastre, que ya sabe muy bien lo que quiere, te puede gustar o no pero yo esto es lo que quiero hacer, estos chicos están escribiendo y después hacen otra y vamos a ver, yo lo que he tratado de darles es seguridad en la puesta en escena, en lo que ellos quieren decir y a veces cambiar un poco, yo voy a respetar la esencia al máximo, pero voy a facilitarle al público que entre un poco más fácilmente en vosotros.


¿Un homenaje porque no se les ha hecho justicia?

No, un homenaje, un tributo, como cuando en Hollywood hacen un tributo a Jack Lemmon y le hacen un homenaje porque hay una serie de personas que son amigas de él y dicen merece la pena. Siempre se hace a nivel de un grupo de amigos y yo porque es una época de mi vida donde yo descubrí este tipo de teatro. Yo iba al estreno de “La cornada” en el Lara, iba a muchos estrenos. A mí el que me hubiera gustado que hubiera dirigido esto si yo hubiese sido productor hubiese sido José Luis Alonso. Yo la única experiencia que puedo tener es José Luis Alonso, porque no me perdí ninguno de sus montajes, nunca he olvidado “Rinoceronte” ni “El jardín de los cerezos”. Era un verdadero… no sé, era un director portentoso y yo he intentado seguir sus pasos, hacerlo todo de la manera más sencilla y menos complicada. No he querido nada, incluso estoy un poco arrepentido de sacar una luna (risas), pero claro, lo dice en la obra: “La luna allí y nosotros aquí”. Bueno, vamos a sacar una luna. No sé, todo muy sencillo, el decorado de la primera es como un cuadro de Hooper, de un hiperrealismo, eso no lo ponía Alfonso, ponía un cruce de caminos, nosotros a lo lejos hemos metido una gasolinera abandonada, Hooper, los carteles, sin saber muy bien la época… Y en la otra absolutamente como “Historia de una escalera”, lo que es una familia pobre, como había tantas, y en el decorado no falta ni el calendario de la Unión Española de Explosivos (risas). La hemos hecho con el mismo rigor con el que hice yo “Tiovivo”.


Habla del teatro con mucho cariño, de José Luis Alonso…

Yo empecé muy joven, en el colegio teníamos un profesor, que además era el director, que era un loco del teatro y entonces cada año daba una función y a mí me cogieron como actor. Pero no era una función menor, no, en una hicimos “Escuadra hacia la muerte”, era un tipo avanzado y nos llevaba una vez a la semana a todos los teatros de Madrid, recorríamos todo. “El Tenorio” por supuesto, que me parece una obra maestra, ya me hubiera gustado a mí hacer “El Tenorio”, pero yo creo que a los colegios nos invitaban gratis y veíamos todo: “Patata” de Marcel Achard, no sé, cualquiera, una vez a la semana e íbamos cogiendo una especie de afición por el teatro que cuando salimos de allí seguíamos, hicimos un grupo y montábamos cosas y al final ya con veinte años dije ‘voy a dirigir’ y empecé a dirigir obras de teatro: “Las brujas de Salem”, cosas de esas. Luego lo dejé porque empecé a escribir para el cine, pero siempre me ha gustado horrores el teatro y siempre que voy a Nueva York no me pierdo nada en Broadway. Me gusta el teatro más que los musicales, pero nunca ha surgido nada. Algunas veces en los ensayos, porque yo siempre he ensayado las películas como si fueran teatro, algunos Landa, los actores con los que trabajaba, Pepe Bódalo, Carlos Hipólito, me decían ‘coño, por qué no haces teatro’, porque para mí lo más importante del teatro es el texto y son los actores y no hay más. Porque tú en el cine la diferencia es que haces un plano y hay una conjunción perfecta y el tipo dice la voz con el color especial y dices ‘corta, perfecto, a positivar’ y esto está para toda la vida. Pero túu estás ensayando y hay un momento en que le digo ‘muy bien, muy bien, pero va a ser muy bien el jueves 17 o el viernes 22, pues no se sabe’ (risas). Es muy difícil. Con esto no quiero decir nada, que el teatro es un arte milenario, pero el cine es que es todo, porque el cine tiene teatro y al que le gusta la pintura el cine es pintura, el cine es música, es un arte corsario, que ha robado de todas las otras artes. Yo lo que he hecho aquí, y espero que haya sido así, ha sido hacer teatro, no teatro como yo haría una obra que me dieran a hacer ahora del año 2015, no, he intentado acercarme al teatro de entonces, a la luz del teatro de entonces, a cómo se movían los actores en el escenario entonces, a las “audacias” que podían hacerse entonces, que la gente mirara al público era una cosa renovadora. No hacer una obra de teatro como la haría ahora, sino, insisto, es un tributo a ellos, a cómo pienso yo que les habría gustado en el año 50 ver su obra representada en un teatro profesional en donde no evidentemente no hubiera habido los alardes que se hacen ahora. Es que yo creo, que no es una crítica, que muchos de los compañeros míos que yo he visto acercarse al teatro quieren hacer cine, innovaciones, aportar cosas, no, yo lo que quiero es hacer teatro. Para mí lo más difícil del mundo me ha parecido es hacer esas comedias de un tresillo, dos butacas y un diálogo y se levanta el telón… Eso es muy difícil de hacer. Por eso para mí uno de los grandes autores de teatro americano me parece Neil Simon, que no se le ha dado el mérito que tiene, es un creador prodigioso, “Brighton Beach Memoirs” es una de las obras grandes del teatro. Eso no quiere decir que no considere a Tenneessee Williams probablemente el número uno, me gusta más que O’Neill pero eso ya va en gustos. Pero, claro, si yo tuviera que montar ahora O’Neill, querría montarlo como se hacía entonces, pero eso de hacer estas cosas de sacarlo en un retrete, es un poco raro, eso es una audacia de puesta en escena, es como decir ‘estoy aquí’ y dice el director ‘estáis viéndome?’, al que hay que ver es a O’Neill y a los actores que hacen a O’Neill, tú hazte un poquito anónimo, pero estamos en ese mundo, no te digo nada en la ópera, parece que todas se desarrollan en un campo de concentración en Checoslovaquia, a mí me gustaría montar “La traviata” más cerca de cómo la montó Zeffirelli, que esa la vi yo en el Lilcoln Center que como la puede montar uno de estos modernos ahora que la hacen en el Corte Inglés, una cosa muy rara, el brindis ahí en la sala de tejidos y novedades (risas). Eso es moderno, invéntate tú algo y escríbelo tú, que es lo que siempre les digo yo a estos directores tan innovadores, por qué no te escribes tú la obra y te la haces. Vamos a acabar viendo a Otelo que no sea el moro de Venecia, sino que sea rubio (risas). Yo he intentado hacer esto, acercarme con la mayor humildad al teatro porque me gusta mucho.


¿También va mucho al teatro?

Sí, voy mucho. Normalmente cuando has estado haciendo cine tantos años tienes muchos actores que también hacen teatro y que te llaman cuando estrenan. Lo que he querido hacer yo ha sido estreno, no que haya muchos estrenos antes, para amigos, para no sé quién, con público… Aquí como antes, el estreno es el estreno (risas). No hay más que unos nervios (risas). Se levanta el telón y me dicen ‘pero tú no estás nervioso’ y les digo, ‘pero, cóño, es que los que tenéis que estar nerviosos sois vosotros’ (risas). Cuando se levanta el telón es vuestro problema, ya lo hemos hecho como tiene que ser, ahora si te sale mal, te equivocas, te caes, es tu problema.


Entonces esto que venden ahora de “Garci debuta en el teatro en el Español”.

No, no va a ser un debut porque yo no voy a seguir una carrera teatral, yo no creo que vuelva a hacer nunca más teatro, no creo que me llame nadie. No sé. Creo que si hubiera tenido esto hace años a lo mejor hubiera montado alguna obra, me dijo que le dirigiera Landa, recuerdo, para hacer una obra, Jesús Puente… pero no encontramos nunca la ocasión ni tampoco pienso yo la obra. Estuvimos hablando de hacer hace tiempo, cuando hicimos “El abuelo”, haber hecho con Alfredo (Landa) la obra de Fernando Fernán Gómez “Las bicicletas son para el verano”, haberla vuelto a estrenar, pero la hizo tan bien Agustín González en teatro, estaba tan bien, que para qué, qué vamos a decir nosotros, es que se ha hecho muy bien.


Hubo mucha gente que no la vimos…

Sí, claro, no visteis aquella puesta en escena. Eso es lo bueno que tiene el teatro.


Lo bueno y lo malo.

Sí, es que lo otro sería cine (risas). Pero una obra de teatro en plano general con una cámara yo creo que no es buena porque cuando tú estás sentado en el teatro tus ojos se mueven continuamente y vas haciéndote una panorámica o te detienes en una escena determinada, cosa que con la cámara siempre es así. Son dos técnicas distintas. Tú le tienes que ofrecer a la gente algo fascinante. Yo tengo toda la colección de “Primer acto” donde estaba Alfonso Sastre, que era uno de los fundadores, y Adolfo Marsillach, con el que he trabajado también en cine y era un magnífico director teatral. Yo soy un aficionado al teatro que he tenido la suerte de que me llamen y que pueda hacer una obra en el Español, te digo la verdad, me apetece mucho más aquí que en el Matadero, en el María Guerrero o la Comedia porque probablemente este sea el teatro más antiguo del mundo. Para mí es una experiencia, así como la vida, única e irrepetible, estoy muy contento.


Yo venía aquí pensando que me iba a encontrar al Garci amante del cine…

Sí, bueno claro, me encanta el cine, pero es como si me estuvieses haciendo una entrevista de fútbol, descubrirías que soy un admirador y siento una pasión por el fútbol… Yo creo que venimos aquí una vez a la vida, por qué quedarse con una sola pasión. ¿Y olvidar la música, la lectura? No te puedes dedicar solo a una cosa porque te empequeñeces. Hay que estar abierto a la vida…


Pero uno lee Morir de cine, Beber de cine, Latir de Cine…

Y ahora he hecho “Las siete maravillas del cine”, pero ahora saco  un libro que se llama “Campo del gas” que es sobre lucha libre y sobre boxeo. Muchos compañeros me decían es que tú compras el “Marca” y yo les decía, “Qué pasa que no puedo leer “Ínsula” y el “Marca”” y ya en tono provocativo les decía “Está mejor escrito el ‘Marca’” (risas). Es verdad, a mí me gustaba ir al fútbol y al boxeo, pero también al Museo del Prado y todo era producto de mi padre que era un hombre con una cosa que ahora se llama cultura pop, estaba abierto a la música, a la pintura, íbamos los domingos al Retiro y oíamos los conciertos de la Banda Municipal los jueves y los domingos por la noche. Eso te iba dando como una especie de capa  que te iba aproximando a todo, a música, a teatro, al cine. Pero claro, el cine forma parte de  mi vida. Pero sigo siendo un aficionado. Yo he visto 25.000 películas calculo, he hecho 18, no tiene nada que ver, soy más un aficionado al cine que un profesional, si es que no tiene duda. Y esta experiencia para mí ha sido magnífica y sin responsabilidad, si esto no sale bien, si no me voy a dedicar a ello, no me van a llamar y si sale bien, estaré muy contento, pero… 

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