“Indicio ha dado esta no vista hazaña del valor que en los siglos venideros tendrán los hijos de la fuerte España, hijos de tales padres herederos”. Habla Fama, casi en el final de “El cerco de Numancia” y me surge la pregunta a tenor de los tiempos que vivimos: ¿Los numantinos estarían orgullosos de ‘estos hijos suyos que somos’?
No, no estarían orgullosos. Nos hace falta una buena inyección de aquel espíritu numantino. Coraje, valentía, compromiso y dignidad. Mucha dignidad. Si pensara que aquellos numantinos estarían orgullosos, no haría falta llevar a las tablas Numancia.
En el aniversario de Cervantes, ¿por qué “El cerco de Numancia”?
Nosotros no la hemos llamado El cerco de Numancia, tampoco La destrucción de Numancia, ni siquiera La Numancia. Numancia, sin más. Así de rotunda, así de desnuda. Sin concesiones. ¿Por qué Numancia? Porque es la mejor tragedia española. Porque estaba olvidada. Como olvidado está gran parte del teatro de Cervantes. Porque es un monumento sin parangón en el teatro español de finales del siglo XVI a la libertad y a la dignidad humana. Porque es una tragedia moderna, Contemporánea. Cervantes con Numancia seculariza la tragedia: los dioses ya no dialogan con los hombres. Y los protagonistas son seres humanos corrientes y humildes, que sufren en carne y alma propia la tiranía de los que ejercen el poder, que precisamente también son seres humanos. Porque las mujeres tienen voz y hablan, y toman decisiones. Y los hombres las escuchan con respeto. Porque es un canto al amor y a la amistad. Y fundamentalmente porque está rabiosamente viva.
Al parecer la obra no tuvo mucho éxito en su tiempo y tampoco ha sido excesivamente representada y a pesar de todo para Luis Cernuda no podía faltar en ninguna antología y Max Aub la consideraba la mejor tragedia española. ¿A qué cree que se deben estas contradicciones?
Cervantes fue un disconforme. Un heterodoxo del teatro áureo español. No quiso imitar o parecerse a ninguno de los dramaturgos de su época, por mucho que éstos estuvieran de moda. Y hay que decir alto y claro que Cervantes nunca quiso escribir comedias al estilo de Lope o al de Calderón. Y que talento nunca le faltó. Cervantes traía en su teatro aires de renovación. Buscaba una verdad y una autenticidad muy lejanas del artificio dominante. Y su teatro fracasó con aquel público. Quizá convenga recordar que en el siglo XX un autor tan importante como Valle-Inclán también sufrió la decepción del fracaso de su teatro innovador y corrosivo. Conviene también decir que para entender la dramaturgia de Cervantes hay que sacarlo del Siglo de Oro y confrontarlo con los mejores dramaturgos europeos.
Ha dicho que no hay que forzar nada porque Cervantes es muy moderno. ¿Qué mirada podemos hacer de esta obra desde el siglo XXI?
Numancia es una tragedia moderna, contemporánea, por lo tanto de ahora mismo. Él fue el inventor de la “tragedia deicida”. Los dioses ni están ni se les espera. A los héroes caducos tampoco. En el centro de la escena mujeres y hombres de carne y hueso. Unos ejerciendo su tiránico poder, otros soportándolo. Todos tomando las riendas de su destino. Y completamente solos. Se diría que es la misma tragedia del hombre moderno.
Se ha usado muchas veces la lectura de esta gesta como un ejemplo de patriotismo, ha servido para definir nacionalismos o para confirmar identidades nacionales, etc. Para usted, ¿a qué nos enfrenta realmente este texto?
Patriotismo, nacionalismo… cuantas adherencias se han servido de esta obra. Numancia por encima de todo nos enfrenta a nuestro destino. Y la libertad, esa palabra sacrosanta, se nos queda estrecha cuando el ser humano se enfrenta a la desesperación, a la ignominia de otro ser humano. Hay que decidir. Haciendo uso de la libertad hay que decidir. Aunque sea una decisión tan compleja y controvertida como la que van a tomar los numantinos. De ahí nacerá su dignidad. Porque la libertad sin dignidad no es nada.
También destaca en Cervantes el papel tan moderno que da a las mujeres. ¿Cómo son las de “Numancia”?
Son mujeres con voz propia, decididas, guerrilleras, que hablan a los hombres de igual a igual, y estos las escuchan. En definitiva, son dueñas de su destino.
¿Cómo es el Cervantes que firma “El cerco de Numancia”, qué le caracteriza?
Cervantes siempre será un heterodoxo. El Cervantes que escribe Numancia sabe de lo que está hablando. A él nadie le va a dar lecciones de lo que es la falta de libertad, pero Cervantes tiene que comer, vivir, pagar deudas, y a veces es contradictorio. Cobarde nunca. Ambiguo de vez en cuando. Había que sortear demasiados peligros en aquella España imperial e inquisidora. Armas y letras caminan juntas, pero en cuanto hurgas en sus textos aparece su rebeldía indomable.
¿Cómo es la versión que han hecho Luis Alberto de Cuenca y la filóloga Alicia Mariño, qué destacaría de ella, cuál es su gran acierto?
Es una versión limpia, directa. Sin ambigüedades. Va al grano. A los conflictos. Tiene una versificación ágil y sin adornos superfluos. Hay que tener ya cierta edad, sabiduría y valentía para ir a la esencia de la tragedia cervantina.
Luis Alberto de Cuenca ha dicho que “Hay dos viajes en el tiempo: el de Cervantes, a 1583, y luego el que hicimos desde Numancia hasta la actualidad, porque el público se va a encontrar situado frente a las vallas que levantamos en Europa”. ¿Cómo es finalmente el montaje que plantea, dónde ha querido poner el acento y qué caracteriza a su puesta en escena?
La tragedia de Numancia requiere síntesis. Es un montaje directo, violento, visceral. Mujeres y hombres desnudos ante una situación sin futuro. La razón enfrentada a la desesperación y al horror. Tienen que coger las riendas de sus vidas. ¡Y vaya si lo hacen! Todo menos claudicar. De esta amalgama de situaciones surgirá la esperanza cargada de dignidad.
¿Cuál sería la mejor crítica que podría leer acerca de su montaje, de esta “Numancia” el día después del estreno?
Nadie salió indiferente.
Y, aparte del crítico, ¿cómo le gustaría que saliese el público de ver “Numancia”? ¿Qué le gustaría generar en el espectador?
La convicción de que siempre se puede hacer algo. Que nada está perdido, aun cuando esté perdido. Y que es preferible morir despierto que vivir dormido.
¿Cuáles eran sus objetivos prioritarios cuando asumió la dirección escénica del Teatro Español y cuáles de ellos se han cumplido? ¿Satisfecho?
Dar voz a la autoría española. Hasta ahora he podido programar a: Max Aub, Paco Bezerra, José Manuel Mora, Arrabal, Carolina Africa, Lola Blasco, Pedro Cantalejo, Alberto Conejero, Íñigo Guardamino, Juan Mairena, Sergio Martínez Vila, María Velasco, Alonso de Santos, Alfonso Sastre, Medardo Fraile, Paloma Pedrero, Eduardo Alonso, Ignacio García May, Ainhoa Amestoy, Eusebio Calonge, Rossy de Palma, Antonio Rojano, Félix Estaire, Mario Gas, Alberto Iglesias, Tirso de Molina, Miguel de Cervantes. Y no me extiendo con los extranjeros. Haber apoyado Frinje, aun con voces discrepantes. Y pasar una selección de sus montajes a la programación de la temporada. Abrir el Espacio Pérez Galdós para recuperar un lugar de encuentro multidisciplinar. Dotar de un espacio permanente de exposiciones al Teatro Español, con el nombre de Espacio Andrea D´Odorico. Y tratar de desterrar para siempre esa falta de generosidad a la hora de dar nombres a nuestros espacios escénicos: Sala Margarita Xirgu, Sala Fernando Arrabal, Sala Max Aub, Teatro Buero Vallejo y Sala Jardiel Poncela. Tomar la calle y hacer que en el Barrio de las Letras esté presente el Teatro Español. Colaborar con importantes teatros americanos y europeos, el Teatro San Martín de Buenos Aires, el Piccolo Teatro di Milano o el Teatro Solís de Montevideo. El ciclo de Teatro Latinoamericano, renovar la imagen corporativa del Teatro Español y de las Naves del Español, renovar nuestra página web e impulsar la presencia en redes sociales, la colección de Estrenos del Español, con seis títulos ya editados y otros cinco en preparación… Queda mucho aún por hacer, pero en este año y medio, desde luego no he estado ocioso. ¿Satisfecho? En absoluto. Solo pienso en todo lo que queda por hacer.