Juan Carlos Pérez de la Fuente

 Dice Juan Carlos Pérez de la Fuente que hay personajes que llegan a tu vida para quedarse. Y Óscar, con sólo 10 años, es uno de ellos. Tanto es así que ya montó esta obra para Ana Diosdado hace 13 años, justo cuando terminaba su etapa como director del CDN, y la recupera ahora para otra de las actrices más sólidas de nuestro teatro, Yolanda Ulloa, después de su etapa y su convulsa salida del Español. Una metáfora que nos enseña que hay que echarle coraje a la vida y que seremos lo que queramos ser.  
“Óscar o la felicidad de existir” esconde una lección que tarde o temprano tenemos que aprender…

Sí, es un artefacto teatral que nos dice que cuando llegan esos momentos difíciles, una enfermedad, un despido, una hipoteca que no puedes pagar…, es cuando tienes que dar el Do de pecho. El miedo es un compañero de viaje y con Óscar vivimos que el miedo hay que transformarlo en algo positivo, en coraje, en valentía, en no esconder la realidad, en poner un espejo nítido y decir “esto no va a poder conmigo”. Que sea un niño de diez años el que se convierta en el héroe de esta historia y nos dé una lección de vida a los adultos es todo un logro.


¿Tras su despido como director del Español, siente la obra como metáfora?

Sin duda. Esta obra ya la dirigí hace trece años cuando terminó también una etapa pública al frente del CDN y curiosamente y no buscado por mí vuelve ahora en estos momentos. Y no la esperaba porque fue UNIR quien me llamó. La leí de nuevo y este crío maravilloso, este trasto, me enseñó que todo ese rencor que a veces guardamos los seres humanos, hay que saber digerirlo o vomitarlo, pero que no te tienes que quedar nunca con el odio. La gran lección es volver a mirar la vida como si fuera la primera vez y pensar que la verda-dera revolución pendiente es la de saber comprender a todos.


Óscar le ha recolocado…

Los seres humanos nos tenemos que estar purificando todos los días, ¿qué duda cabe de que me ha ayudado mucho? Quizás este Óscar de hoy tiene más coraje, porque le he dado más coraje, más pasión. Además, tiene mucho humor la obra.


Aparte de Óscar, está Mami Rosa…

Es una voluntaria que nos da una lección. Se inventa una historia maravillosa, le hace creer a Óscar que es una antigua luchadora de pressing catch y le va contando metáforas de sus peleas… Al final descubres que es una mujer corriente… Ese juego que nos propone el teatro es maravilloso para enfrentarse a los conflictos de la vida.


Dice Schmitt que la felicidad no consiste en ignorar el sufrimiento, sino en integrarlo. No parece fácil…

El teatro cumple un fenómeno catártico, pero decimos “¿y cuándo me toque?”. Pues entonces es el gran momento. Tienes que conseguir, que lo consigues, cambiar ese chip y decir “no me puedo quedar en un rincón”, porque entonces la vida te devora…


Imagino que Ana Diosdado le puso el listón muy alto a Yolanda Ulloa…

Es muy difícil el trabajo que hace. Esto no es un monólogo, diez voces, diez personajes, hechos a la vez con la velocidad y el ritmo que le da… Hay que tener muchas horas de teatro a tu espalda, mucha preparación, mucha técnica y mucho talento. Estamos ante alguien muy grande que va a estar entre las primeras actrices de este país. Es el momento de Yolanda Ulloa y da toda una lección de honradez interpretativa.


¿Pérez de la Fuente es capaz de conservar la mirada del niño que fue?

Sí y esta vez lo he puesto en práctica. Por eso te digo, no es fácil pero no es imposible. Los seres humanos tenemos la obligación de escucharnos. Claro, escucharnos es muy sencillo, después hay que hacerlo, pero si pones todo tu empeño, lo vas a conseguir. Que este crío de diez años se convierta en altavoz de nuestras consciencias es bonito porque nos exige recuperar la voz del niño que llevamos dentro.


¿Hacia dónde mira ahora usted?

Con UNIR haré también un monólogo de Ignacio Amestoy y otra obra que me apetece mucho porque le hace falta una nueva mirada, que es “La venganza de don Mendo”. También voy a llevar este año a la escena una de esas novelas españolas únicas, malditas, de la segunda mitad del siglo XX: “La vida perra de Juanita Narboni” de Ángel Vázquez. Empezamos una nueva etapa, un año de mucho trabajo y de reinventarse, porque es lo que tenemos que hacer todos los días, seremos lo que queramos ser.

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