… e hiperactivo, añadiría yo. ¿Es así desde siempre o ha tenido que desdoblarse por la crisis?
Ha sido siempre así (risas). Soy muy inquieto y todo lo que hago tiene mucho que ver, no soy astronauta y dramaturgo, ni soy minero y cocinero. En el fondo todo tiene mucho que ver, me dedico al mundo del espectáculo.
¿Y si sólo pudiese quedarse con una de todas esas facetas?
Es una pregunta trampa, a uno no le dan a elegir entre sus hijos porque es muy feo (risas). Creo que me quedaría con la autoría.
La más incómoda de todas esas facetas supongo que es la de productor.
Hay que ser muy valiente. Es un oficio ingrato, muchas veces se llevan la peor parte y pocas veces los aplausos. Tenemos grandes productores en este país que están afrontando con mucho valor la situación.
Ha estado dirigiendo “La monja alférez” mientras en la sala de al lado se montaba su “Arizona”. Debe ser una sensación extraña, ¿no?
Estoy feliz, sobre todo porque Ignacio García ha hecho un trabajo maravilloso con dos actores fabulosos. Yo creo que el teatro es un arte de colaboración.
¿Tiende a inmiscuirse o deja hacer?
Dejo hacer igual que pido que me dejen hacer a mí. Lo que sí me gusta es que me vayan contando igual que yo intento hacer con los autores que tengo cerca. Yo participo, le pregunto, le cuento e Ignacio también lo ha hecho conmigo. Estoy feliz de que elijan mi texto y aporten su visión.
¿De qué habla “Arizona”?
En el fondo del ser humano y de nuestro miedo a lo desconocido y cómo la violencia nos puede conducir a la violencia. Es una función con muchas capas, tiene humor, ironía, drama, tragedia. Es un texto que nos va a enfrentar a terribles realidades del ser humano desde un punto de vista irónico.
Ha dicho que el teatro es un enfermo que no se va a morir. ¿Qué dice el parte médico ahora?
Está muy fuerte, pero no tiene las ayudas que le vendrían bien. La subida del IVA, la bajada de las ayudas y la situación de crisis que hace que el espectador tenga menos dinero para gastar… pero está en un estado vital estupendo. Es un gran momento para la dramaturgia contemporánea española, hay mucho talento en los escenarios.
Ha recibido premios en Nueva York. ¿Eso sube mucho el ego?
Sí (risas). Es fantástico que en una ciudad como Nueva York vean tu trabajo y te premien o te nominen. Un premio siempre es bienvenido, me hacen mucha ilusión, los míos y los de mis compañeros. Un premio siempre es un reconocimiento que te dan y un apoyo para tu trabajo. Es maravilloso.
¿Qué historias le gusta contar a Juan Carlos Rubio?
Diferentes, múltiples. No me considero un autor con un estilo marcado. Me interesa mucho cambiar de registro. “Arizona” está basado en un caso real que leí en un periódico, una noticia de la vigilancia de las fronteras por ciudadanos civiles estado-unidenses armados y surgió de ahí. Otras obras mías surgen de otra necesidad.
muerte. Y yo creo que el cine está padeciendo un momento terrible, pero se van a seguir haciendo películas y seguir encontrando modelos de financiación y ojalá que instituciones públicas vuelvan a darle el valor cultural que tiene y que es la memoria histórica de un país en imágenes. Creo que realmente eso se está infravalorando en este momento.