Dicen que ésta es una historia grande sobre lo pequeño.
Es como la vida misma. Te habla de cosas pequeñas y a través de lo cotidiano llega a la esencia de la vida. Habla del paso del tiempo, de la familia, de cambios, de búsqueda, de un personaje que está un poco perdido y tiene que encontrarse porque no va bien por donde va.
Ese es Rafael.
Tiene mucho estrés, lleva un restaurante, es una época de crisis… Se mueve con todos los problemas. Él cree que su madre, que tiene Alzheimer, tenía una imagen de él de perdedor y tiene ciertas frustraciones. Es una comedia con mucha tristeza, pero también esperanza…
Mantener la ilusión por el trabajo es un pilar fundamental. ¿Qué le sigue enamorando de su profesión?
El trabajo en sí, interpretar. Imagino a los surfistas cogiendo una ola, es esa sensación. Y cuando no estás seguro también es un mar peligroso y puede haber tiburones, pero en el riesgo está la gracia. Poder jugar, poder cambiar de personaje, analizar una historia, una época. Es muy bonito.
Rafael comienza la obra queriendo irse a la mierda para descansar. ¿Qué hace usted cuando se harta?
Lo mejor es hacer deporte o irte al campo. En mi casita con una huerta sería feliz.
El de Rafael es El Zorro, ¿cuál es el héroe de ficción de Juanjo Artero?
Todos hemos fantaseado con él. Mi padre, que era médico, nos daba las radiografías que salían mal y con ellas nos hacíamos caretas de El Zorro. Luego más, Spiderman, El Hombre de Fuego…
Vuelve a emitirse “Verano azul”. ¿Qué siente?
Lo vivo con mucha ternura. Me hace gracia verme ahora con la edad de mis hijos, es como tener un álbum de fotos. Es un poco también esa esencia de “El hijo de la novia”, aparece toda esa alegría y toda esa tristeza sobre lo que ya no está.
¿Qué le diría el Juanjo de hoy a aquel joven que comenzaba?
Tranquilo y trabaja, no te angusties que todo llega.
¿Y a partir de ahora?
Es una suerte poder hacer una obra de teatro como ésta y empezar en una serie de televisión, “Amar es para siempre”, que lleva funcionando mucho tiempo.