Regresa al Alfil dispuesto a seguir batallando, ¿contra quién esta vez?
He decidido repasar los mejores textos críticos de mis últimos diez años intentando mostrar al público que en muchas cosas había anticipado la indignación que estamos viviendo frente a los banqueros y a los políticos. Es un espectáculo que recopila todas mis indignaciones.
Entonces, ¿se está haciendo mayor?
(Risas). He querido ofrecer al público español textos y sketches que he hecho en otros países. Era una manera de poner al día al público español de todo el Leo Bassi, del Leo Bassi multinacional y con una visión política más europea, no sólo española.
¿Sus espectáculos abren heridas o intentan curarlas?
Intento curarlas, pero, como en medicina, para curar una herida hay que abrirla mucho (risas). La curación puede doler.
“The best of” es un repaso desde su primera vez en España. ¿Cómo ha visto cambiar a este país Leo Bassi?
En este último año y medio he empezado a volver a ver la España de los años 80 y 90. He visto un boom de una España falsa, que se mentía a sí misma, de una riqueza que era sólo ilusión y la verdad es que la España de los últimos meses es mucho más verdadera, mucho más sincera y también más dura.
Usted utiliza la risa como un arma pacífica para el cambio. ¿Es necesario ese cambio hoy?
El trabajo del bufón era no mostrar respeto al poder y a la autoridad y creo que nunca como hoy he visto a los poderes, no sólo en España, tan poco respetados. Yo creo que estamos viviendo tiempos de espíritu bufonesco, que ahora es el espíritu de la indignación.
Necesario sí, pero ¿hay esperanza?
Las cosas se arreglan siempre, el problema es saber si será en cinco años, cincuenta o cinco mil. Si soy cómico y bufón es porque creo en la gente y, por tanto, tengo esperanza. Si no la tuviera, no podría hacer reír. Esa esperanza hace que crea que el futuro será mejor, ¿pero cuándo? Yo no soy profeta.
Además de en el Teatro Alfil, ¿dónde más vamos a ver a Leo Bassi?
Voy a abrir la primera iglesia atea en Lavapiés. Es una capilla y está dedicada a un nuevo dios que es un pato de plástico. Se llama la religión patódica y el lugar se va a llamar el Paticano. Es un santuario para los payasos, para los ateos y para todos los amantes del laicismo en general.