“La magia del teatro en un espectáculo memorable”, “(…) preguntándonos a la salida del teatro cómo esta genialidad llenó dos horas de nuestro tiempo de tanta pero tanta magia”. Se fue a hacer las Américas y triunfó una vez más. ¿Satisfecho?
Sí, porque salió algo que yo perseguía desde hace tiempo. Yo pienso que, por decirlo corto y mal, que los argentinos no hablan español. Hablan italiano con palabras castellanas, que es distinto. Entonces, le pueden dar al castellano una musicalidad que nosotros no tenemos. Yo esa obra la hice en Nápoles, en napolitano, y tengo interiorizada la música de Eduardo de Filippo y esa música uno la reencuentra en Buenos Aires. Ellos vienen de una tradición de teatro, además, de un teatro napolitano, que es el más poderoso de Italia. Eso, que es lo que me interesaba a mí, y el trabajo con ellos, porque son actores de una calidad y de un nivel extraordinario, eso yo creo que salió. Y bueno, yo soy insatisfecho por naturaleza, pero si me preguntas si estoy satisfecho te diré que no, pero en ese aspecto sí.
Con “La gran ilusión” volvía el año pasado al Teatro San Martín / Complejo Teatral de Buenos Aires. ¿Qué significa para usted volver y trabajar allí?
Reencontrarme con esos actores de un talento y una creatividad enorme y con ese público. Siempre te preguntan “¿Qué te llevarías de Argentina?”. Y yo siempre digo: “El público”. Encontrarme con esos dos elementos, que son los elementos del teatro.
Vuelve también a uno de sus autores predilectos y a una obra que, si no me equivoco, ha montado aquí, en Nápoles y ahora en Buenos Aires. “La gran ilusión” no pasa de moda, ¿no?
No, “La gran ilusión” es como esa bebida que se llama Fernet Branca, que es algo que se prueba mucho en Buenos Aires, que es un aperitivo italiano de alcachofa, que es amargo y dulce. Es un clásico del siglo XX, pero ya un clásico. Si algo tiene de interés Eduardo de Filipo es que explica las cosas más profundas, pero siempre en tono de comedia. Siempre con una liviandad muy grande, siempre con una sonrisa hacia el ser humano. Por eso sigue, por eso sigue.
¿La forma en que tenemos de vivir, el maremágnum de información, verdadera o no, las redes sociales… hacen que esta obra esté más vigente que nunca? ¿Vivimos en un mundo de ilusión?
Yo creo que sí, que algo tiene que ver. Pero eso uno lo descubre después, eso es un trabajo que hace el público, no es que yo lo pretendiera, pero las redes sociales sí te crean una ilusión de tener una personalidad que seguramente solo es una parte de tu personalidad. La gente puede crearse un avatar en un mundo paralelo y descargar todas sus pulsiones en eso. El único peligro, la diferencia es que tú encuentres una manera de procurar que la realidad sea menos agresiva hacia ti y te refugies en una ilusión y otra es que te impongan una ilusión desde fuera, como ocurre con las redes sociales, que dicten ley y dicten comportamientos. Ahí está el peligro. La libertad de escoger o te está mandando, sin que tú lo sepas, un algoritmo.
En un hotel de lujo, un mago presenta su espectáculo e interviene de manera imprevisible en el desenlace de una historia amorosa. ¿Qué es “La gran ilusión”, de qué habla, a qué nos enfrenta?
Hay que inscribir un tratado para contestar. “La gran ilusión” es, para empezar, un homenaje en tono de comedia a Pirandello. Es como una muñeca rusa que se abre y hay otra muñeca y otra muñeca y otra muñeca. Habla de la amistad, habla de la crisis de pareja, habla de la soledad, habla del paso del tiempo, habla de las relaciones humanas, habla de la contaminación de la información, habla del refugio en la locura o en la falsa locura. Habla de todas estas cosas, pero siempre, repito, desde la sonrisa, desde la comedia. Entonces, eso no se convierte nunca en pesado y es muy fácil identificarse con esos personajes porque todos pasamos por ahí en algún momento.
¿Cómo son los personajes que habitan esta historia?
Los personajes son gente, como en todo el teatro Eduardo y Filipo, son gente que intenta sobrevivir lo mejor posible y lo mejor que puede.
¿Y cómo es el Eduardo de Filippo que la escribe, qué le caracteriza?
Eduardo de Filipo era, sobre todo, un actor que después se convierte en escritor, pero él lo escribe desde el punto de vista del actor, porque escribía además para una compañía, para su compañía, como todos los grandes, como Moliére, como Shakespeare, como Chéjov, escribían para una compañía determinada. Entonces, no hay muchas maneras de interpretar a Eduardo. Viene de una tradición de comedia del arte, es alguien liviano y, sobre todo, si existe eso que se llama teatro popular, es Eduardo de Filipo. Eduardo de Filipo es el arte intelectual. Eduardo de Filipo es la persona capaz de hablar de lo más profundo, pero con esa sonrisa liviana y sin tomarse al hombre demasiado en serio, sin un espíritu trágico detrás, lo cual es muy inteligente por su parte.
Decíamos un mago, una historia amorosa y todo ello en Mar del Plata, años 50. ¿Cómo es esta versión de Lluís Pasqual? ¿Y la puesta en escena?
Yo ya lo había hecho cuando lo hice en Nápoles, pasaba en el Nápoles de los años 30, que, de alguna manera, por el consabido retraso, es una situación muy parecida a lo que se vivía en los años 50 en Buenos Aires. Yo lo planteé como una pregunta a mis compañeros de Buenos Aires y me dijeron todos inmediatamente Mar del Plata, eso es Mar del Plata. Es donde iba la gente en los años 50, en la época dorada de la Argentina, de vacaciones y se podían permitir esas vacaciones. Eso pasa en una clase muy alta de la sociedad. xxx, el marido, tiene que romper con unos moldes de educación que le han impuesto. Entonces, todo eso ya lo tienen los argentinos, y porque de eso se hizo una adaptación al porteño. Yo hice la traducción, pero luego hay una adaptación al porteño y algún acento también de Buenos Aires, pero hay gente de Mar del Plata y acento porteño. Ocurre naturalmente, de una manera natural allí no hemos forzado nada, no hemos tenido que cambiar nada del texto más, que ni siquiera el nombre del hotel, porque existía Mar del Plata, un hotel llamado Metropolo.
Sobre las tablas, más de una decena de actores, entre ellos, Marcelo Subiotto y Patricia Echegoyen, y cuatro músicos. ¿Qué nos diría de ellos?
Que son muy buenos (risas). Solo puedo decir eso, que son muy buenos. Pero no lo digo yo, no hace falta que lo diga yo. Es un placer trabajar con ellos. Creo que es una paleta donde están todos los colores que Eduardo necesita.
¿Qué le pediría Lluís Pasqual al público que vaya a ver “La gran ilusión”?
Nada, yo no le pido nunca nada al público, le pido que vaya lo más virgen posible sin hacerse una idea preconcebida de lo que va a haber y que se deje sorprender, nada más.
¿En qué más anda Lluís Pasqual?
Andar, andaba hasta hace pocos días ensayando un espectáculo con Marisa Paredes, que íbamos a estrenar y que lamentablemente no se va a estrenar. Pero tengo un proyecto para Japón para el año que viene, es una ópera, y otro de teatro para el 27. Pero luego ya no ando en nada más porque no, porque que trabajen los jóvenes, que yo haya hecho mucho teatro en mi vida.
Teatros del Canal – Nº Febrero 2025