Hay quien ha dicho de usted que quizás sea una de las mejores dramaturgas del siglo XXI. ¿Cómo se le queda el cuerpo?
No sé si es elogio tiene que ver con la realidad, pero sin duda, siempre es alentador que el trabajo que haces, y más un trabajo como el mío que se debe al público, se vea recompensado y obtenga una buena acogida. Yo escribo para compartir, y el hecho de que eso llegue le da sentido a mi trabajo.
¿Qué es “La armonía del silencio”, cómo definiría esta obra?
En cuanto al género la definiría como una fábula política. En ella sigo investigando en la inclusión de elementos propios de la narración oral o la parábola a un teatro de pensamiento. Utilizo en ella la metáfora musical como forma de explicación del mundo. “Dame una cuerda y te explicaré el universo” que decía Pitágoras. En cuanto a la puesta en escena, es una obra que busca la belleza de las imágenes, las lineas puras, la armonía… Se utilizan diferentes recursos para conseguirlo, desde la plasticidad de la luz hasta el teatro de sombras, la video escena o la música compuesta especialmente para la obra y cuyas letras son textos de la misma.
¿De qué nos habla, en qué llaga mete el dedo?
La armonía del silencio es una obra que trata sobre la memoria histórica de nuestro país desde una óptica contemporánea. Pero la obra no se centra exclusivamente en un momento concreto de la historia sino que pretende ir más allá y hablar del mal, del daño… La armonía del silencio da cuenta de esas heridas de las que no se habla y sin embargo siguen resonando en nosotros, como un aullido ahogado. Es un testimonio de la desviación, y de cómo la desviación forma parte de todos nosotros. Como decía se trata de una fábula política. Esta investigación la comencé con Canícula (evangelio apócrifo de una familia, un país), le siguió Siglo mío, Bestia mía. Y llega ahora La armonía del Silencio. Las tres tratan además sobre la idea de familia. En Canícula investigué mi “yo” como hija, en Siglo mío, bestia mía le di paso a mi “yo” como madre. En la armonía del silencio hablo desde mi “yo” como nieta. Al final, todos somos fruto de un sistema familiar. Sus aciertos o desaciertos nos marcan y nos hacen ser quienes somos. Hace unos años descubrí que mi tatarabuelo era dramaturgo. Aparecía en la Espasa Calpe. Yo me he criado en una familia sin tradición teatral alguna así que descubrirlo fue realmente una sorpresa y esto me hizo pensar en todo lo que transmitimos a los nuestros y a los que nos rodean, más allá de una herencia genética. Y por desgracia el terror y el odio son de las cosas que más impronta dejan en las generaciones siguientes. La armonía del silencio da cuenta de esto y de la necesidad de testimoniar como superación del mal, de la necesidad de ser conscientes para construir las nuevas historias del futuro.
No sé si es fácil, pero ¿qué define a la Lola Blasco que firma esta obra?
No es fácil. Quizás algunas personas consideren este trabajo, teniendo en cuenta mis trabajos anteriores, como un trabajo algo ingenuo. Yo ahora estoy en un proceso de aprendizaje (espero estarlo toda la vida) en el que el desencanto de la madurez está dejando paso a la necesidad de mirar con ojos nuevos, mirar el mundo con los ojos de una niña. No tiene nada que ver con el infantilismo. Sino con la curiosidad, el descubrimiento constante, y la imaginación como construcción del mundo.
Aparte de escribirla, también la dirige. ¿Para usted ambas disciplinas van de la mano?
No tiene por qué. A veces dirijo mis textos, y otras veces otros los dirigen. reconozco que como autora no soy de las que se queda en casa y se pasa el día del estreno. Eso lo he hecho en contadas ocasiones. Casi siempre suelo estar en los ensayos. A mí la escena me apasiona. Es el sitio de la magia y no me gusta perdérmelo. Pero me encanta que me ofrezcan otras soluciones a mis textos. Eso me resulta enriquecedor.
Dice en el programa de esta obra que “todos tenemos un sonido que resuena a coro con el universo”. ¿Cuál es el suyo?
Durante muchos años La pasión según San Mateo ha sido mi banda sonora. Llevo en mi cadera tatuadas las primeras notas del aria 39. Llevarlas para mí es apelar a la piedad. Pero últimamente, y por suerte, creo que son más los momentos de compasión que los de pasión. “Reír con los que ríen, llorar con los lloran” En definitiva, compartir…
Ya ha estrenado obras en el CDN… ¿Qué siente cuando piensa en que ahora llega al Teatro Español?
El año pasado ya estuve dentro de la programación del Pérez de la Fuente con A Siete pasos del Quijote y es algo que agradezco. Poder estar este año en la sala Principal del Español, aunque sea poco tiempo, es realmente un sueño. En ese escenario han estrenado tantos a los que admiro. No puedo evitar ser una romántica y para mí es formar parte de una historia.
Aparte de escribir, dirigir e interpretar, también imparte clases en la Universidad Carlos III. ¿Cómo ve a las nuevas generaciones?
Creo que tienen todas las posibilidades. Yo, que también pertenezco a la denominada generación en red, veo en esto una posibilidad inmensa. Una eternidad aquí y ahora. Pero lo tienen difícil. En mi opinión, aquellos que determinan cuál va a ser el sistema educativo, están intentando que no tengan pensamiento propio. Eliminando, cada vez en mayor medida, las humanidades de sus programas, están construyendo activos ajenos a la humanidad y a lo que esto supone. Los jóvenes tienen que luchar contra esto con sus propios medios. Pero hay esperanza.
¿En qué otras cosas anda Lola Blasco?
Pues precisamente me encuentro en estos momentos trabajando con jóvenes dentro del proyecto artístico de La Nave del Teatro Calderón de Valladolid. Es un proyecto precioso que dirige Nina Reglero y en el que hablaremos del exilio, de los que intentan venir, y de los jóvenes de aquí que se quedan sin empleo y tienen que marcharse. Incluso contaremos con el testimonio de una joven Siria, por lo que no podría estar más interesada en este proyecto en el que de nuevo recupero el teatro documento como ya hice en Los hijos de las nubes o En Defensa. También estoy escribiendo Marie, un proyecto sobre violencia de género a partir del personaje de Woyceck de Büchner y en el cual colaboro con la directora Aída Argüelles y el compositor VidAl. Y también con deseos de que otras cosas se materialicen pronto. Pero los deseos, como se dice a los niños, mejor guardarlos en secreto hasta que se cumplan.