Lleva desde octubre buscando en el Teatro Arenal el tornillo perdido. ¿Ya lo ha encontrado?
(Risas). Lo he perdido, pero no sé dónde. Por eso no solamente lo buscaré en el Arenal, sino en muchos teatros de España.
Además de un espectáculo desternillante, ¿qué sucede en el teatro durante esa hora y media?
Sale Manolo Royo con un esmoquin, sin boina y sin pajarita contando historias, anécdotas, bailando, cantando, haciendo imitaciones de cantantes y haciendo que la gente se desternille de risa.
¿A qué personajes vamos a encontrarnos en el Arenal?
Imito a David Bustamante, a Serrat, a José Luis Perales, la música que hacen los dj’s… Es un compendio de muchas cosas muy divertidas, un poco recopilatorio también de un montón de años de trabajo.
Ahora va con esmoquin. ¿Dónde ha quedado aquel cateto que hizo reír a toda España?
Siempre me ha seguido. Cuando no me atrevía a decir las cosas fuertes, me ponía la boina. Para hablar de política o de bancos habría que hacerlo con la boina (risas).
Ha hecho un pacto con los políticos: “ellos no hablan de mí y yo no hablo de ellos”. ¿No se le escapa alguna vez?
No, no. Solamente hablo de la política norteamericana. Ellos son muy listos: han votado ‘al’ Obama pa’ que trabajen los negros (risas). No es el momento más adecuado de hablar de política porque está todo muy crispado y uno tiene también su corazoncito y sus sentimientos. Es mejor no meterse con nadie, porque la gente tiene que reír plenamente durante ese tiempo.
¿Dónde está, entonces, el límite?
El límite está en no molestar, por eso soy ‘Manolo Royo, el cómico de todos’. Un domingo, por ejemplo, se ve a la abuela, dos jovencitos de quince y ocho años y al lado el abuelo y se parten de risa los cuatro, que son dos generaciones absolutamente distintas y eso a mí me hace muchísima ilusión. Lograr eso ha sido el mayor éxito.
En el cartel ya advierte: “este espectáculo tiene una duración suficiente para matarle de risa”. Tan malo es que no se rían como que haya ataques de risa…
Me ha pasado, sobre todo, que se ríen muchísimo, que pegan puñetazos al asiento delantero, codazos al de al lado sin conocerlo de nada, se van al baño… “Ay, por favor, pare usted un poco que no puedo más”. El otro día me dijo una señora “me duelen las ‘quijás’ (mandíbulas)”. Cada quince o veinte segundos la gente suelta una carcajada.
Vamos a empezar 2013 riendo. ¿Nos cuenta un chiste?
Le dice uno a otro: ‘la bolsa o la vida’ y le contesta: ‘oiga que es que está la cosa muy mal’. Así que el atracador le responde: ‘dígamelo usted a mí que le estoy apuntando con un grifo’ (risas).