María Galiana

 
¿Cómo definiría brevemente “La asamblea de las mujeres” y lo que tiene de especial esta obra?

Tiene de especial que es una obra de una rabiosa actualidad. Precisamente en el Gobierno de Grecia no hay mujeres en los cargos significativos. Así que el hecho de que las mujeres hayan luchado por la igualdad en los ámbitos de la vida y que aún sucedan estas situaciones hace a esta obra de lo más actual.


¿De qué habla la obra, cuáles son los grandes temas que se esconden tras las palabras de Aristófanes?

El gran tema de la obra es el deterioro de la democracia. Fundamentalmente habla de la corrupción de la política que está llevada a cabo por los hombres, que están en política por dinero, no hacen más que insultarse y no ponen solución a los problemas de los ciudadanos. Vamos, lo que ocurre hoy en día. Así que la solución en la obra está abanderada por una ateniense, Praxágora, que trata de cambiar las cosas con el gobierno de las mujeres.


¿Quién es su personaje y cómo es? Háblenos de él.

Mi personaje es pequeño pero muy sustancioso. Al principio de la obra soy una de las atenienses, la más vieja , que ayudan a Praxágora a que entren las mujeres en la Asamblea en connivencia con otras. Más adelante, hago el papel de una de las grandes prostitutas de Atenas, veterana y mayor y la más sabionda que protagoniza una discusión divertida junto a otras dos prostitutas más jóvenes.


¿Qué tiene de actual esta obra, en qué nos vamos a ver reflejados los espectadores del siglo XXI o qué deberíamos aprender de ella?

La obra es totalmente adaptable al tiempo actual. Aunque las palabras de Aristófanes están hechas con ironía, poniendo en boca de sus personajes cuestiones muy trascendentales pero con el estilo propio de Aristófanes. Y la obra no es solo reflejo de la situación de la Grecia actual, sino de la España actual,  donde estamos viendo cómo la corrupción  lo ha invadido todo y la manera de hacer política es para beneficiarse uno mismo, que hay mucha gente que está en política por el puro poder y para hacer enjuagues en su propio beneficio. Así que la obra de Aristófanes aporta toda clase de enseñanzas al momento que vivimos hoy.


Es su segunda vez en el Festival tras hacer Hécuba en “Las Troyanas”. ¿Cómo recuerda aquella experiencia?

Fue una experiencia muy especial. Aquella obra de Las Troyanas, en una versión de Jorge Semprún y dirigida por , tenía mucha fuerza, era diferente y disfruté mucho participando en el proyecto. Además, aquella actuación coincidió con un homenaje a Nuria Espert por sus representaciones de Medea y Terenci Moix, que ya estaba muy enfermo, escribió un texto de homenaje que me encargaron que leyera yo, y fue bastante emotivo.


¿Qué siente un actor justo antes de pisar ese escenario? ¿Es tan mágico como dicen? ¿Cómo lo va a vivir esta vez?

Depende de muchas circunstancias. Te sientes empequeñecido, sobre todo físicamente por la magnitud del escenario, que te causa un gran respeto. Luego requiere valor y mucho esfuerzo, porque actuar aquí no es fácil en el aspecto físico. A veces, solo andar por el escenario es complicado si tienes que hacerlo sobre la arena. Yo recuerdo Las troyanas en ese aspecto como algo costoso. O bajar los escalones de la valva regia. Hay que echarle valor. Si a eso se le añade que actúas ante 3.000 espectadores, pues impresiona, impresiona mucho, más valor requiere.  En Mérida ocurre que los actores tenemos que huir de toda sensación naturalista, es puro teatro clásico, los gestos no pueden ser pequeños, y sin sobreactuar, hay que darles amplitud, porque si no se te ve como un pigmeo.


Imagino que habrá visto la programación del Festival. ¿Qué opina de ella y cuál va a ser su imprescindible?

He ido a Mérida casi todos los años. La primera vez fue a ver un Edipo rey de Pedro Álvarez Ossorio en 1992. También recuerdo un Hipólito con Juan Diego y Clara Sanchís, la Lisístrata de Paco León que me gustó mucho, un Plauto dirigido por Tamzin Towsend…, he ido siempre que he podido porque ver teatro allí es una experiencia única. De la programación de este año me apetecería mucho ver las dos Medea, la de Ana Belén y la de Aitana Sánchez-Gijón que dirige Andrés Lima, o Antígona de Carmen Machi que dirige Miguel del Arco, que son directores de lo más puntero que hay ahora mismo en España. Hasta el 29 de julio estamos ensayando, así que este año me tocará estar como en un convento.

 

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