María Luisa Merlo

 El corazón de una de las sagas más queridas y aplaudidas del teatro en España, la familia Larrañaga Merlo, tiene algo muy claro: la edad no es excusa para no seguir comiéndose la vida con la mejor sonrisa. Así lo demuestra esta dama de las tablas al frente de “Locos por el té”, la comedia que fue galardonada en 2011 con el prestigioso Premio Molière en su país de origen. Quino Falero dirige esta divertidísima adaptación capaz de desatar por tercer mes consecutivo las risas del Teatro Alcázar.
¿Qué sucede en “Locos por el té”?

No pueden suceder más cosas, ¡divertidas, además! Es un juguete cómico maestro. La trama es unos actores ensa-yando donde la única que sabe de teatro soy yo y los demás son unos auténticos inútiles (risas). Surgen situaciones muy divertidas con mis enfados, la directora inglesa que lucha con nosotros… Cuando ya nos vestimos para representar el vodevil que estamos ensayando, todos los desastres que pasan producen una hilaridad en el público de gritos.


Hábleme de Sofía, su personaje.

Es una primera dama del teatro histérica pero que lo está pasando muy mal ante tamaño desastre. Ella salva o intenta salvar la interpretación, lo que pasa es que tiene mucho genio. Reacciona con mucha ironía a veces y otras con muy mal humor, pero se ríe muchísimo, a pesar de todo.


Aquí los personajes tratan de sobrevivir a situaciones caóticas lo más dignamente posible…

Sí. En un momento dado, mi pareja, por torpeza, me quita la peluca y me quedo con la media esa que se pone uno ¡y me quedo como medio calva en escena! (risas).


Comenzó su carrera artística muy joven, debutando como bailarina. ¿Cuáles eran entonces sus expectativas en la vida?

¡Bailar! Nunca se me ha quitado la afición. Mi debut se produce en Verona haciendo una gira de seis meses por toda Europa. Cuando vuelvo, Luis Escobar me contrata de primera bailarina de un espectáculo que dura dos años con un gran éxito, “Te espero en el Eslava”, y ahí me empiezan a ver los directores de cine. Ser bailarina en España era muy difícil… Lo fui dejando poco a poco, casi sin darme cuenta, pero todavía sueño con que bailo.


Y del baile al teatro. La hemos disfrutado en decenas de montajes. ¿Recuerda algún momento inolvidable a lo largo de esta extensa trayectoria?

Muchos. Últimamente sobre todo recuerdo el estreno de “Los hijos de Kennedy” en 1977, todos mis éxitos con nuestra propia compañía con Carlos Larrañaga y el monólogo llamado “Yo, Leonor” (2006), que contaba la vida de la primera feminista de la historia con mucho humor y mucha gracia.


¿Han sido siempre ‘buenos tiempos para la lírica’?

En el teatro hay veces que haces muchos trabajos alimenticios, funciones que no te gustan y, al no gustarte a ti, crees que no le va a gustar al público, que no le estás dando lo que se merece, y lo pasas muy mal. Sufres hasta el punto de poder llegar a tener una crisis de afición, pero en los últimos años ya he podido hacer lo que me gusta y elegir porque ya no tengo que mantener a nadie. Ya no hago trabajos alimenticios, solo hago lo que me gusta.


Sus hijos Luis Merlo y Amparo Larrañaga arrasan en todos los medios escénicos. ¿Qué siente una madre ante este éxito familiar?

Sus triunfos, que llenen los teatros de esa manera y que la gente por la calle me hable de ellos, me da una satisfacción enorme. Lo mismo con mi hijo Pedro, que es uno de los mejores productores de España, y con mi nuera Maribel Verdú, que alterna el cine con el teatro y cada vez está mejor.


Su eterno deseo pendiente por cumplir sigue siendo…

¡Dar la vuelta al mundo! Soy muy curiosa. El día que empiece a perder la curiosidad querrá decir que estoy vieja, porque ahora, a pesar de mis 72 años, me siento con muchos menos, llena de energía y de curiosidad sobre todo, por ver otros países, museos… por no parar ni un minuto.

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