Con más de 8.000 espectadores atrapados por “Cielos” La Abadía arranca temporada con su reposición.
La Abadía significa mucha responsabilidad. Solo estar allí es sello de garantía de calidad. Que nos reponga y con la dirección que tenemos y el texto que es… Pesa un poquito la responsabilidad.
¿Hay una fórmula mágica?
Mucho ‘curro’. El texto es una preciosidad. Wajdi es un autor de primera línea y Sergio tenía muy claro qué quería. Es un espectáculo muy cinematográfico, una apuesta muy generosa, con música, ritmo, audiovisual, con entradas y salidas, con una escenografía de Alessio Meloni de la que se utiliza hasta el último rincón.
¿Y su primer contacto con Mouawad?
Conocí a Wajdi a través de los montajes de “Incendis” e “Incendios”. Sus textos te perforan. No son comedias. Es capaz de elevar a un nivel poético, muy poético, conflictos humanos tristemente vigentes. Está escrita hace quince años y da igual, el conflicto sigue siendo el mismo, se siguen nombrando las guerras, los hijos de las guerras, las deudas, las generaciones… Es algo profundamente griego, pero lo hace con una poesía estratosférica.
Hasta ahora a algunos de nosotros las guerras nos pillaban muy lejos…
Ha cambiado la forma de vivirlas. En España estamos en una pequeña burbuja. Somos nietos de la guerra. Hay herencia política, económica, incluso emocional, pero nos pilla coleteando. Las guerras se viven a través del telediario hasta lo que uno se quiera implicar o gruñir en un bar, pero estamos muy disociados de la realidad.
¿Qué es “Cielos” y qué esconde?
Hay un componente divino y humano, algo que está por encima de nosotros y que heredamos. En “Cielos” hay algo sobre lo que es el ser humano, sobre lo que es inmolar generaciones enteras, sobre lo que es la sangre por la sangre. Wajdi Mouawad constela países, constela hechos históricos en sus obras. Y después hay algo muy humano, muy concreto. Con todo eso, tú como persona, ¿qué haces? ¿Qué decides creer? ¿A quién decides acatar? ¿Tienes opinión propia? ¿Qué te mueve a ti? ¿Tú pones límites? Es una célula francófona aislada en un búnker, llevan ocho meses, están ya agotados. Una amenaza terrorista, supuestamente terrorista, pero no saben de dónde…. Hay mucho engaño político, la sombra del terrorismo islámico, pero después se abren otros caminos: qué es el terrorismo y qué es la violencia más allá de las etiquetas que ponemos. Cada uno de los personajes va a cambiar durante la obra, todos van a perder algo propio en el camino y todos van a tener que posicionarse, a nivel personal, aunque no puedan hacer nada respecto al conflicto.
Imagino que todas esas preguntas se van a trasladar al espectador…
Durante la obra no te da tiempo a digerir nada, porque es mucha información, muy visual, muy sonora, mucho movimiento y tarda en encajarse todo. El público tiene que entrar a ‘disfrutarlo’, no creo que sea una obra gozosa, sí disfrutas, pero es muy cargadita. La digestión después del golpe es lenta y el golpe te lo llevas.
Háblenos de su personaje.
Se llama Dolorosa Haché y ‘Haché’ lo traduciríamos como ‘picadillo’, como ‘de carne picada’. Ya indica que no soy la reina de la fiesta y que no va a ser una comedia trepidante (risas). Es la única mujer, un personaje muy particular. Es muy enigmática y muy hermética. Hasta prácticamente el final no vas a saber de dónde viene y, aun así, no vas a saber todo de ella cuando acaba la obra. Te quedas rellenando con tu imaginación.
Y al timón, Sergio Peris-Mencheta…
Es una gozada. Tiene una energía desbor-dante y tenía muy clara la propuesta. También tiene un punto muy flexible, es muy jugón, es muy dinámico y sabe muy bien dirigir un equipo. Con Barco Pirata tiene una tripulación que le es fiel. Cuando uno tiene una personalidad fuerte, tiene que tener un equipo también fuerte.
Y con Dolorosa, Marta de la Reina en “Sueños de libertad”. ¿Tienen algo en común ambas mujeres?
Son excepcionales, en el sentido de que se salen de la norma. Todas las personas somos excepcionales, pero nos esforzamos mucho por ocultarlo (risas), nos normalizamos entre la sociedad. Ellas no. Las dos tienen que ocultarse en ciertos aspectos, las dos son queridas, pero son muy estancas, muy herméticas. Duritas por fuera, blanditas por dentro.
Necesitamos personajes femeninos potentes, que nos cuenten desde diferentes miradas, ¿no?
Con ellos lo que haces es hacer referentes y los referentes lo que hacen es abrir el imaginario. Cuando aparece alguien que de repente te abre una puerta y te dice “Asómate” y dices, “Alguien había pensado que esto puede ser”, que una mujer puede ser soltera, que una mujer puede ser independiente económicamente, que ser lesbiana no tiene por qué tener un castigo. Te abre imaginarios que depende del entorno en el que has crecido no llegas siquiera a poder testear, es muy importante abrir imaginarios. Es como cuando en las escuelas ves mujeres astronautas, científicas o jefas de bancos. Todo lo que sea representación de mujeres capaces abre imaginarios. Y eso me parece muy, muy importante. Claro, es muy importante marcar referentes porque vivimos subidos a ellos.
¿Una serie diaria y un proyecto teatral como “Cielos” dejan tiempo para pensar en otros proyectos?
Para pensar en acciones (risas): Cuándo gestionas el dentista; tu amiga que te ha escrito tres veces y no coincidís, te da tiempo a eso. Una serie diaria es una oposición, cuando tienes un personaje principal o secundario fuerte son muchos meses y se convierte en el centro. Tenemos compañeros que lo han compaginado con teatro. Hay que tener mucha energía, mucho valor y muchas ganas. Es muy difícil. Un gusto, pero muy difícil, porque la obra de Wadji, aunque ya no la sepamos, es muy exigente y volver a La Abadía… Es un equipo apasionado y hay presión por dar lo mejor y es una obra en la que no puedes ir a medias.
Septiembre 2024 – Nº 252