Entradas agotadas, ovación del público. ¿Cómo es esto de trabajar a teatro lleno? ¿Cuántas alegrías les están dando Carmina y Fernando?
Marta Poveda: Tengo la inmensa suerte de participar en trabajos que siempre llenan. Pero creo que el mérito es del público, que, aunque se suela decir lo contrario, no pierde el deseo de acudir a espectáculos en directo. Los espectáculos de calidad, de pequeño o gran formato, siempre están a rebosar. Carmina es una figura que genera empatía y reflexión. El público así lo siente y se emociona muchísimo con ella. Entienden su tránsito, sus ahogos y sus desahogo final y se dejan llevar por su viaje. Como puedes imaginar, para mí es un privilegio honrarla a ella y a la mujeres.
David Luque: Muchísimas, la verdad. Desde que me dieron el papel y empecé a trabajarlo, pensaba que era un personaje que me iba mucho. A veces sientes como que el personaje te va, más allá de que yo me parezca o no al él. Y luego todas las noches es una conexión brutal. El público se identifica mucho con la obra porque es un poco nuestra historia. Me acordaba mucho de mis padres, de mis abuelos, de esa España que hemos heredado y que a la vez sigue vigente en muchos aspectos.
¿Por qué hemos vuelto a conectar tanto con “Historia de una escalera”?
David: Esa es la característica de las obras que, pasado el test del tiempo, son universales. Dicen que Buero Vallejo trasciende el costumbrismo y la obra tiene un carácter simbólico que refleja el alma humana. Bien sabemos desde los clásicos grecolatinos que el alma humana no ha cambiado. Y por eso vuelve a conectar, porque conecta con lo más humano de nosotros, más allá de las circunstancias históricas o de la obra.
Marta: Creo que porque se ha vuelto a representar. La última fue hace veinte años y la gente ya conectó, como cuando se estrenó la primera vez. Es un texto claro, intenso, profundo, que acompaña nuestro ADN. Somos nosotros hace un rato y hoy. Su capacidad de invitar a la empatía, a la reflexión y la revisión de una forma inmediata lo convierten en un texto universal.
¿Las escaleras de nuestros edificios han cambiado mucho? ¿Han cambiado sus historias? ¿De qué hablaría hoy Buero?
Marta: Contestarte sería atreverme a ofrecer una respuesta muy generalizada. Tecnológicamente, por supuesto. Puedo atreverme a preguntarme si no hemos perdido la colectividad, el sentimiento de comunidad. Si no abrazamos demasiado la individualidad. Es muy posible que los barrios infestados de Airb&b no favorezcan demasiado. Es posible que la violación que sufrimos en este país del derecho a una vivienda digna tampoco ayude. ¿Han cambiado sus historias? La marca de la familia (para bien o para mal), la ansiedad ante el futuro, la opresión del sistema, la violencia del clasismo, la opción de la maternidad, la verdad y la mentira del amor, la cobardía, la pereza, la falta de implicación, el machismo, la guerra…. Todo sigue aquí. ¿De qué hablaría hoy Buero? De que no hemos cambiado apenas, quizá.
David: Yo creo que hablaría de lo mismo, solo que habría la presencia de móviles, que en lugar de llevar delantales se llevarían, yo qué sé, un chándal de estar por casa, pero en el fondo es que está hablando de lo que pasa hoy. Cómo salen estos señores muy embestidos en el tercer acto y está hablando de la gentrificación en el año 49. Y luego está hablando de los sueños de la juventud, de los compromisos que hay que tomar a lo largo de la vida y de cómo esos sueños derivan en algo que no podíamos imaginar, en todo lo contrario, ¿no? Y eso nos pasa a todos.
Marta Poveda –“Malvivir”, “El idiota”, “La vida es sueño”, “Antidisturbios”, “Asuntos internos”, “Casting”…– es Elvira.
Marta: Carmina es una mujer ahogada por sus tiempos. Silenciada. No le han enseñado que puede elegir. Es una mujer que cree que su mordaza forma parte de su condición desde que nació. Veremos cómo reacciona a eso con el paso del tiempo.
David Luque –“Nekrasssov”, “El público”, “Adults in the Room”, “Goya’s Ghost”, “Teresa”, “Vergüenza”– es Fernando.
David: Fernando personifica al soñador, al que le gusta la poesía, al que, sin embargo, no sabe entrar en acción. Sería lo opuesto a Urbano, que es el sindicalista, el hombre de acción. Me hace mucha gracia porque mis compañeros me dicen “Claro, es que Fernando es un vago”, que es de lo que le acusan en la escalera, porque dicen que está todo el día tumbado en la cama, pensando en sus proyectos, dice mi padre. Y yo le digo “Bueno, ¿quién te dice que Fernando en su día no tuviese una depresión?”. Y en esos tiempos, o incluso a día de hoy, lo de tener depresión igual Fernando está tumbado en la cama y no se mete en acción porque le deprimen profundamente las circunstancias en las que le ha tocado vivir. Y hay personas a las que, digamos, la depresión, bueno, lo normal, te lleva a la inacción. También me dicen “Es toma una decisión interesada, porque se casa con la que tiene el dinero”. Bueno, ¿y quién nos dice que a lo mejor en un momento dado llega a contactar con Elvira y piensa que quizás es ese camino?. No sé, se habla siempre de no juzgar a tu personaje, yo intento comprenderlo desde lo humano, de plantearme por qué este señor actúa como actúa. Y, en definitiva, Buero Vallejo no retrata a personajes buenos o malos, retrata a personajes humanos que cometen errores, que son torpes, que no toman las decisiones más beneficiosas para ellos. Un poco también lo que nos pasa. Somos humanos, somos torpes y Buero Vallejo retrata a esos humanos que se equivocan.
¿Cómo es la relación de Elvira y Fernando y cómo evoluciona a lo largo de los años?
David: Evoluciona de las promesas que él le hace en el primer acto de amor y de proyecto de vida a, cómo te diría, la traición de irse con la que el propio Fernando decía que no soportaba el primer acto. Y luego Carmina y Fernando, en mi opinión, siguen enamorados y Carmina también, por necesidad, se acaba casando con Urbano, al que tampoco ama. Y en el tercer acto explota todo en una riña final en la escalera en la que queda claro que Carmina siente un enorme dolor y, como yo le digo a Marta Poveda, si sientes este dolor porque sigues estando enamorada.
Parece que en aquella España, no sé si en esta, las cosas no siempre suceden como se sueñan, pero ¿hay lugar en la obra para la esperanza?
Marta: Eso hay que dejárselo al público. Porque es maravilloso ver cómo esta función genera las dos vertientes opuestas.
David: Bueno, vemos a esta pareja, a este Fernando hijo mío y a Carmina, hija de Urbano y Carmina, que repiten prácticamente el mismo diálogo… No lo sé. ¿Quién sabe? De Buero Vallejo también se dice que su teatro era como muy pesimista o como deprimente, pero también se dice que Buero Vallejo hace el teatro de la esperanza, porque quiere poner un espejo tan crudo entre el público para que el público se reconozca y reaccione y diga No, yo no quiero cometer esos errores que veo tan flagrantes en estos personajes. Y Helena Pimenta, al final de la obra, decide traer una cita del propio Buero, que es una declaración preciosa en la que dice que cree en la esperanza. Yo creo que sí cabe la esperanza en tanto sepamos reconocernos y a partir del reconocimiento podamos corregir esos errores o intentar evitarlos.
No querría terminar sin que nos contasen cómo es trabajar a las órdenes de Helena Pimenta y cuál ha sido su gran acierto al poner en escena esta pieza.
Marta: Es tan enriquecedor como siempre. Helena te invita a responsbilizarte al máximo sobre lo que hay que contar. Es profunda y muy detallista. Su acierto, entre muchos otros, ha sido no ningunear a los personajes femeninos. Por eso esta función es tan potente. Porque existimos con mucha dimensión. El Teatro Español es un “templo sagrado”, rezuma a la Xirgu. Sin embargo, la mayoría de los retratos de históricos del teatro que acogen sus paredes (quizá un 95 por ciento) son de hombres… ¿Me entiendes?
David: Trabajar con ella ha sido estupendo. Es una directora que viene muy preparada a la sala de ensayo y su gran acierto ha sido ahondar en un texto que en apariencia es muy sencillo y que está en la peligrosa línea de caer en el melodrama más lacrimoso, televisivo, y ahondar en qué se está diciendo, qué es lo que sostiene esas palabras. El lenguaje de Buero es maravillosamente sintético y es como una cuchilla afilada que va a lo esencial. Pero, como digo, podría quedarse en un melodrama si no lo lees con atención. Y creo que el gran acierto de Helena ha sido leerlo con mucha atención y trabajar con nosotros lo que hay detrás de esas palabras.
Arranca el último mes de funciones. ¿Qué esperan de esta recta final y qué recuerdo se llevarán para siempre de este montaje?
Marta: Odio generar expectativas. Me gusta trabajar y vivirlo. No soy soñadora ni melancólica. Pero sí una privilegiada por pertenecer a este viaje, a esta escalera.
David: Se va a seguir llenando (risas). Espero tener la suerte, que la disfruto todos los días, de cada noche seguir ahondando en este texto, seguir compartiendo con el público este clásico universal y poder seguir haciéndolo llegar a la gente con la misma frescura que el primer día, con la misma pasión, con la misma hondura. Es un disfrute y un lujo.
¿En qué más andan Marta Poveda y David Luque?
Marta: Con la serie “Asuntos Internos”, recién estrenada en TVE, que también me está haciendo muy feliz. Y ensayando una “Orestíada” fascinante dirigida por Eernesto Caballero con una dramaturgia interesantísima de Karina Garantivá.
David: Me vais a poder ver en el Festival de Almagro, con “La Gatomaquia”, de Lope de Vega. Es un proyecto que dirige Brenda Escobedo, que hace también la dramaturgia, como actores estamos Emilio Gavira y yo. Y luego en el otoño estaré en La Abadía con “Francisco Ferrer. ¡Viva la escuela moderna!”, dirigido por José Luis Gómez. Muy bien, muy contento.
Teatro Español – Nº Marzo 2025