¿Qué es “Cartas de amor”?
Es una función de teatro anómala, distinta, en el sentido de que son dos personajes que leen las cartas que se han escrito a lo largo de toda su vida, desde que eran niños hasta la actualidad, que son maduros. Tenemos la ventaja de que esta funcón la han hecho muchísimos actores desde que fue escrita hace 30 años, desde Liz Taylor a Gerard Depardieu, Alan Alda, Anjelica Huston… ¡un montón! De manera que tenemos la garantía de que funciona. Aquí es la imaginación del espectador la que completa el espectáculo de manera muy especial.
Hábleme de su personaje: cómo es, lo mejor y lo peor de él, etc
Tanto el personaje de Julia como el mío están marcados y condicionados por la educación, por el marco social donde hemos nacido. Este señor ha tenido un padre maravilloso que le ha enseñado a ser justo, a tener un concepto estricto de la justicia. Desde muy pequeño, empieza a rebelarse contra cosas absurdas, tanto es así, que se pone a estudiar derecho, porque cree que hay que reformar las cosas. Luego se mete en política porque cree que esas leyes que ha aprendido puede aplicarlas y cambiar el mundo. Quiero decir: uno de los rasgos principales que a mí me parece positivo es que tiene un concepto claro de la justicia y que cree que las cosas se pueden modificar. Lo negativo también tiene que ver con eso, con ese sentido de la justicia y de la culpabilidad. Se fastidia la vida cuando no hace falta ser tan estricto, amiga mía. Muchas veces se amputa posibilidades al pensar que no está bien. Y eso es algo que, en el fondo, nos pasa a todos… ¡el arte de vivir es muy complicado! Si Homero lo contó todo ya, y Shakespeare lo remató… (risas).
Aparte de amor, ¿qué otros sentimientos destila esta función teatral?
Todo lo que conlleva la vida del ser humano que intenta hacer lo que puede: frustración, depresión, ilusión, tristeza… todo mezclado, allá que te va.
Trabajar mano a mano con su compañero/a de escenario está siendo…
¡¡Pues imagínate…!! ¡Quién me lo iba a decir a mí! (risas) El estreno en el Palacio Valdés de Avilés fue un éxito total y de pronto me dije: “Miguelito… estás saludando con el teatro lleno diciendo ‘bravo’ ¡de la mano de doña Julia Gutiérrez Caba…!” Una emoción, vamos… Es una señora con mayúsculas, elegante hasta cuando está sola y una profesional como un piano de cola, una actriz descomunal.
Inmersos actualmente en la era de la comunicación instantánea, del whats app y del twitter, ¿qué le aporta al espectador joven esta relación epistolar tan especial?
¡Sí señora! En estos tiempo del whats app, de escribir te quiero con ka y esas cosas, esta función es toda una reivindicación del género epistolar como siempre ha sido. Y yo creo que se puede resumir en una cosa que decía José Saramago: “Que yo sepa, sobre un whats app, sobre un correo electrónico, es muy difícil que caiga una lágrima. Sobre una carta, sí, se emborrona la tinta”. El ordenador tiene algo de orden militar, sin matices. No se puede comparar un icono del amor con la pluma con la que escribes, porque tiene un temblor, porque estás enamorado, porque estás emocionado o llorando, y eso nunca lo puede tener un email. ¡Anda, qué bonito me ha quedado, ¿verdad?! (risas).
¿Han formado las cartas de amor parte de su vida?
¡Sí, claro, por supuesto! He escrito unas cartas de amor… que, por cierto, hace poco apareció por allí en algún cajón, en casa de mi madre, no sé cuántas cartas y me daba una vergüenza… ¡¡porque son espantosas!! (risas) Unos versos que escribía con 14 años, unos poemas de amor cursis, infantiles, horrorosos… (risas). Afortunadamente, la mayoría se han perdido, para el bien de la humanidad y el mío propio (risas).
Aparte de esta función, ¿vamos a poder verle en algún otro proyecto a partir de octubre?
Aparte de seguir con las funciones de “Novecento”, acabo de terminar de grabar una serie para Movistar que se llama “Vergüenza” con Juan Caves….