¿Cómo se presenta este “Moncho Panza”?
Moncho Panza es tataranieto de Sancho, un hombre sencillo que habla con mucha claridad, con refranes. Tiene mucha retranca gallega y mucha traca valenciana y lo que pretende es divertir, pero hablar de la realidad actual. Así como “Yo, Quevedo” era un espectáculo muy politizado, este Quijote tiene su parte política, como cuando Sancho da un discurso muy serio, que a mí me recuerda un poco a los de Chaplin y Cantinflas: en clave de coña, dicen muchas verdades.
¿Cuál es la clave para ‘borrajear’ el Quijote con tanto arte?
¡Es una cosa aparentemente muy complicada pero muy sencilla en el fondo! Primero hay que leer “El Quijote”, que no lo ha leído casi nadie (risas). Segundo, buscarle todo el humor que tiene, que es mucho, más de lo que se cree la gente, porque yo creo que el Quijote, en el fondo, loco loco no está, solo es alguien que quiere salirse de la realidad en la que vive. Uno tiene que hacerse el loco, porque si no te enfadas.
¿Veremos alguno de sus peculiares tributos?
¡Sí! Hay pequeños homenajes que he querido hacer a Pepe Isbert, a Martínez Soria, Sara Montiel es mi Dulcinea, utilizo un teléfono antiguo para una conversación de una pija que es un pequeño mensaje a Gila… en fin, he querido hacer guiños y el público lo pilla, ¡que no es tonto! (risas).
¿Cómo han ido los nueve meses de gira previa a Madrid?
Estoy muy contento porque he conseguido aplausos y ‘bravos’ en sitios tan difíciles como Valladolid, Bilbao, Galicia… Conseguir que los teatros se llenen, se pongan en pie y rían, es un lujazo. ¡A mí me tenía que pagar la seguridad social, con la de pastillas que les ahorro! (risas). Y aún nos quedan muchas ciudades por hacer, como Valencia, Barcelona o Álava.
Uno de los momentos más divertidos de este show llega cuando…
Saco a cinco o seis personas del públi-co, los vestimos imitando a burritos y cantamos y bailamos una canción, porque conmigo va un burro que he realizado con fibra de vidrio que se llama Lito, de españolito, porque es burro y autónomo (risas), entonces yo hablo con mi burro, que rebuzna y le entiendo mejor que a los políticos. Hacemos lo que yo llamo sífilis en vez de ‘selfies’ (risas).
Este año cumple 45 años encima de los escenarios. ¿Balance?
Muy feliz, porque es muy difícil alcanzar esa cantidad de años sin parar. El otro día me reía con Pilar Bardem, que me decía: “El que diga que tú no has trabajado, macho… ¡hemos hecho de todo!” (risas). He trabajado en salas de fiestas, de putas, de ambiente… pero en todas partes he conseguido hacer reír, que es lo importante.
¿Se siente incomprendido dentro de la profesión?
El gran problema conmigo es que hay alguna gente del teatro que se cree que yo no hago teatro sin tan siquiera ir a verme, ¡se creen que cuento chistes…! Y me da mucha pena. A mí que me den un Max es algo que me la refanfinfla, pero me duele que el humor esté tan mal considerado en este país. Yo hago humor y crítica social, siempre he sido políticamente incorrecto y lo seguiré siendo, pero es que mis espectáculos tienen escenografía, iluminación, vestuario, ¿¡eso no lo ven…!? Yo he oído frases a actores sobre mí que son como para darles un bofetón: “tú lo que haces son mariconadas”… Pero bueno, ¿¡tú quién coño eres?! Llevo 45 años en esto, ¿eh? A ver quién lo iguala. Y sin ayudas, claro.
Un momento totalmente inolvidable de su carrera:
Hay varios, uno de ellos trabajar ante 75.000 personas en Vigo al aire libre. Otro, actuar cinco días seguidos en el Festival de Peralada, que fue un record, porque todo el mundo actuaba uno –la Pantoja, Tricicle…–. También los nueve meses en el Teatro Monumental. Pero lo mejor es el cariño que te tiene la gente, tengo archivadas miles de cartas de personas maravillosas. Yo soy una persona muy de calle, no tengo coche, y recibo muchísimo cariño.