¿Cómo surgió este proyecto?
Como el reencuentro con Carolina Román, a la cual conozco desde hace 15 años. Le encargué un proyecto abordando el tema del bullying, pero ella fue más allá y acabamos haciendo estos “Juguetes rotos”. Iba a ser un monólogo, pero Kike Guaza vino a ayudarnos con los ensayos y lo acabamos incluyendo en el reparto. Su presencia engrandece muchísimo la función. Hay algo que está roto en estos dos personajes y de ahí su nombre.
¿Qué es y qué tema principal aborda “Juguetes rotos”?
El de la identidad sexual, el caso de alguien que no se conforma con aquello que tiene de nacimiento. Esta persona lucha consigo misma por sacar la verdad de cómo es. Ha nacido en un cuerpo equivocado y lucha contra todo lo que se impone socialmente. Representamos a unas personas a las que la sociedad tiene marginadas por completo.
¿De qué manera se presenta el personaje principal?
A través de un flashback, vemos a Mario de pequeño. Nos instalamos totalmente en su cabeza, en su pueblo, sus costumbres, su familia… hasta su viaje a Barcelona, que es donde conoce a Dorín –personaje interpretado por Kike–. Ella va a ser su amiga, su maestra, la persona que le va mostrando la luz al final del túnel que es su vida: una vida llena de sombras, de de-presión. Vamos transitando por la cabeza de Mario durante toda la función, por los pasajes de su vida presente y pasada.
Una de las frases más profundas del texto es aquella que dice…
Para Mario, Dorín es un ejemplo y hay una cosa que ella le dice que se le queda en la cabeza: “Tu segunda vida comienza cuando descubres que sólo tienes una”. Eso a él le hace cambiar la circunstancia de su vida y empieza a vivir.
¿Y uno de los momentos más impactantes de la pieza?
Es una función muy delicada, elegante, que escarba y profundiza mucho en el corazón de los dos personajes. Eso al público le llega muchísimo. Las personas que han visto la pieza han salido muy tocadas, muy emocionadas por esa grandeza que ha sabido transmitir Carolina. Dentro de la sencillez de dos personitas con muy poco alrededor, sale una función enorme.
¿Hay algo que hayan aprendido a raíz de sumergirse en esta gran reflexión sobre la identidad sexual y de género?
Siempre se aprende algo. Nos hemos encontrado con personas interesantísimas en este camino que nos han contado todo lo que se sufre cuando tu cabeza, tu cerebro no va acorde con tu corazón. Eso es muy triste y, sobre todo, las trabas que pone la sociedad. Los seres humanos nos las ponemos constantemente los unos a los otros. Cuando vemos algo diferente decimos “¡eh…! Cuidado”. Ese ‘como Dios manda’ que nos han inculcado desde pequeños ha hecho muchísimo daño. Tenemos que respetar la identidad verdadera del otro, no la fingida. Hay tanto postureo ahora en las redes sociales… todos somos felices y guapísimos. Estamos simplificando demasiado el mundo que nos rodea.