¿Qué ha visto una actriz joven como usted en este proyecto?
Hay proyectos que te los tienes que pensar, pero hay otros que son flechazos y Ninette fue un flechazo absoluto. Según me llamaron dije ‘Dios, Ninette, se hace ahora o no se hace nunca’. Y me encantó el equipo. Es una gozada trabajar con gente que se muere por trabajar y está deseando que todo salga.
¿Con qué se queda de la obra de Miguel Mihura?
Me quedo con lo perspicaz que es. En la época en la que se estrenó la obra no se podía hablar claramente de absolutamente nada y aquí habla de Franco, de los exiliados, de que en España la gente muere de hambre… Toca todos los palos de una forma muy elegante, muy perspicaz y es una maravilla cuando la lees. Es verdad que representada a la gente le encanta, pero cuando te paras a leerla es abismal la diferencia, cada vez sacas algo más.
Háblenos de Ninette…
Es muy fácil estereotipar a este personaje o llevarlo al sex symbol o ser una mujer excéntrica sin absolutamente nada de corazón.
Y no es así.
No, una vez lo lees entiendes que es una persona de lo más habitual que hay en este planeta, que tiene un humor en función de cómo le venga la situación y de cómo la reciba. Es muy libre en ese aspecto: si ahora está bien, está bien; si después no, no; si algo le gusta, lo dice, si algo no le gusta, también lo dice (risas). Destaco que es un personaje con mucha luz, muy alegre, muy luminoso. Yo había leído el libro y recordaba algo muy histriónico y para nada, tiene partes preciosas, es súper tierna, es muy dulce. Me encanta.
Dicen que su acento francés es espectacular. Imagino que no es fácil.
El acento francés y, sobre todo, las partes que son francesas tienen que sonar absolutamente perfectas. Es verdad que me gustan mucho los idiomas, pero no es fácil porque cuando estás cansada, pensando en otra cosa o surge algún problema lo que te sale siempre es tu registro natural, tu lengua materna, tus posturas naturales. Te das cuenta de que lo tienes que llevar muy preparado y estar muy concentrado para que salga perfecto. Tienes que improvisar siempre dentro del personaje (risas).
¿Qué tiene esta obra de interesante para los jóvenes de hoy?
Es una obra muy blanca y no paras de reírte, no hace falta hacer alusión al sexo o decir sandeces ni dejar a nadie mal para reírte. Yo si pudiera mandaría a todos los coles a ver esta obra. Han pasado cincuenta años y ahora esto ayuda mucho a saber lo que se vivió entonces y lo que se está viviendo hoy. Viéndolo con perspectiva siempre se puede actuar mejor.
La hemos visto crecer en la TV y el teatro. ¿Qué queda hoy de aquella niña que hizo “Clara y Elena” con once años?
La ilusión. El teatro me la ha devuelto, me da esa magia maravillosa y antes de subir me sube un escalofrío que me recorre el cuerpo entero y digo ‘dios, me encanta mi profesión’. Esto me recuerda mucho a cuando empecé porque te llena de ilusión.