Madrid pone el broche final a dos años y medio de gira mundial. ¿Qué nos van a ofrecer estas “Voces”?
Un homenaje a nuestros maestros, a los que se nos han ido pronto y han influenciado mucho nuestras vidas. Un recorrido por los distintos palos del flamenco. El hilo argumental está en estas voces y, según la voz del maestro que suena, va cambiando de actitud, color y forma.
“Voces” es el 13º espectáculo con denominación de origen 100% Sara Baras. ¿Cómo nació este proyecto?
Nace de un momento muy triste, que es la pérdida de Paco –de Lucía–, como nece-sidad de agradecerle. Y para mostrar nuestra propia voz a través de la influencia de estos grandes. Se ha convertido en un regalo porque, al buscar esta conexión con los maes-tros, nos ha enseñado a no hacerlo siempre desde la pena y la tristeza de pensar que se nos han ido. Nos ha permitido volver a recordar sus consejos, sus lecciones, su arte y su forma de ver las cosas, de defender el flamenco.
Rinde tributo a seis artistas legendarios que, además de haber marcado su carrera, han dejado una huella imborrable en su corazón. ¿Qué son para usted Paco de Lucía, Camarón y Morente?
De Paco diría lo máximo, es el genio. Camarón es la voz, la pureza, el ejemplo verdadero del flamenco. Morente es la libertad y la fusión, pero sobre todo es un grito de libertad que va por encima de todo.
¿Y Antonio Gades, Moraíto y Carmen Amaya?
Antonio Gades es el talento, la disciplina, la entrega, la seriedad en el flamenco con una forma de hacerse que supone un antes y un después. Moraíto es la esencia, el sonido de una guitarra pero con ese algo especial que no se aprende, que se nace. Y Carmen Amaya es la única a la que no tuve el placer de conocer. Es la mujer más admirable del flamenco en todos los sentidos por su arte y valentía, su raza, su forma de haberse enfrentado a una vida defendiendo a los suyos y al flamenco de una manera brutal.
¿Qué palos vamos a verla bailar sobre las tablas del Nuevo Apolo?
Hay mucha variedad. A Paco le hacemos una seguirilla muy especial que es un paso a dos que hago con José Serrano. A Camarón una taranta y también una bulería con el cuerpo de baile que es muy suya. A Gades, una farruca y una coreografía –“Las Cármenes”– que bailan las chicas y muestra dife-rentes formas de ver a Carmen de Bizet. A Moraíto, una soleá por bulerías que reúne mil detalles de él. A Carmen, una escobilla de bulería en la que está presente su velocidad, intentando darle la fuerza que esta señora inculcó a todas las mujeres que, a partir de ella, aparecieron. Para Morente hay unos tientos preciosos del cuerpo de baile y una soleá que hace José Serrano.
Usted es una artista muy reconocida en todo el mundo, pero los parisinos han demostrado pura devoción con usted y su arte. ¿Qué le supone haber colgado 10 temporadas el cartel de “no hay entradas” en el mismísimo Théâtre des Champs-Elysées de París?
¡Un orgullo! El cariño, el sentirte que ya eres de la casa, es increíble. Es un teatro importantísimo en una ciudad que ama la cultura de una manera muy especial. El poder continuar año tras año es un sueño. Y también me siento muy agradecida a los míos, a mi equipo, porque respondemos to-dos con una entrega al 100%. ¡Parece que ya tenemos una historia de amor con París! (risas). Es maravilloso.
Lo mejor de estos dos años y medio de gira con “Voces” ha sido…
El recorrido que ha tenido y sigue teniendo, porque la conexión con el público, poder compartir con ellos tantos momentos de maestros que son tan admirados, respetados y queridos te trae cosas preciosas. Y no solamente mientras hacemos la función porque, después, la gente te escribe y te cuenta las situaciones que vivieron ellos. Te das cuenta de que es un espectáculo que provoca algo tan bonito como es hablar de arte.
“Voces” es la última aventura tras más de 30 años de andadura escénica y Cádiz, su tierra, el primer eslabón de esta cadena. ¿Cómo recuerda su primerísima actuación delante de un público?
Parece mentira, ¡pero lo recuerdo perfectamente! Fue en mi colegio y me daba un miedo horroroso (risas). Recuerdo que la Tuna del cole me cantaba un tema ¡y me daba una vergüenza…! (risas), ¡fíjate que tontería! Fue en el colegio de Marina de San Fernando, es decir, de militares, tendría 7 u 8 años.
¿A quién le daría el ‘gracias’ más sentido, ése por el que sabe que Sara Baras jamás habría llegado tan lejos?
Por supuesto, a mi madre. Con ella empecé a dar clases y a ella se lo debo absolutamente todo, desde niña hasta lo que soy ahora mismo. Nunca tendré palabras sufi-cientes para agradecerle, como maestra de baile, como madre y como todo.
Sidney, Moscú, Tokio, México DF, Buenos Aires, Río Janeiro… ¿el éxito mundial le ha cambiado la vida?
A mí lo que me ha cambiado la vida es haber sido madre. Pero también ha supuesto un antes y un después ese momento en el que descubro que el baile puede ayudar a gente que lo necesita. Tengo la suerte de ser madrina de una Fundación que se llama Mi Princesa Rett. Son niñas y niños que sufren una enfermedad horrible y el poder compartir y aportar mi granito de arena con ellos me ha cambiado todo.
La lista de premios que ha recibido es innumerable. Pero, sinceramente… ¡¿cómo se le queda el cuerpo a una gaditana como usted cuando se convierte en la primera personalidad española en tener, nada menos, que una réplica de la Barbie a su imagen y semejanza?!
¡Pues mira! (risas) Te voy a decir una cosa, ¡es preciosa la historia! (risas) Sobre todo porque tiene un fin solidario y, después, porque el orgullo de pensar que hayan elegido a una flamenca… ¡me hizo mucha ilusión! ¡Una bailaora flamenca! Es una cosa preciosa. Y si ves la muñeca… ¡¡es igual!! (risas).
Más allá del baile y del flamenco, esa cosa del día a día que le gusta más que comer con los dedos es…
Disfrutar de cosas pequeñas pero muy en familia. Poder compartir con mi madre, mi padre, mi hermana Triki, mi hermano Tano, mi sobrinita Carmen… nada me hace más feliz, no necesito más.