Silvia Marsó

 

Siempre me ha acompañado un obsesivo afán por buscar nuevos caminos, nuevos retos profesionales, apostando por el “más difícil todavía”. Pero no es fácil seguir este impulso, cuando en estos últimos años por la crisis hay pocas apuestas arriesgadas. En esa búsqueda encontré en Paris la adaptación musical de la novela de Stefan Zweig, “24 horas en la vida de una mujer” aclamada por la crítica de la capital francesa.

Desde la primera escena comprendí el por qué actrices como Ingrid Bergman, Merle Oberón o Agnès Jaoui encarnaron -tanto en cine como en teatro- este personaje de mujer lúcida, capaz de sacrificar su vida, su estatus…; de enfrentarse a los convencionalismos sociales de la época -que la mantenían anclada en una existencia vacía- para lograr vivir plenamente y con un profundo sentido de la libertad esas 24 HORAS que la transformarían para siempre.

 Cuántas veces la vida nos pone en un cruce de caminos y tenemos que elegir por dónde seguir, sin saber muy bien qué nos vamos a encontrar más allá del horizonte… y eso precisamente es lo que me ocurrió a mí esa noche en Paris, el destino había puesto delante de mí un proyecto apasionante, un canto a la libertad individual, a la vida, con una brillante y conmovedora música y unos personajes extraordinarios… y en ese instante decidí afrontar la producción, 24 meses he tardado en sacar adelante estas 24 horas, no ha sido fácil, pero ahora tras su estreno en el Teatro de La Abadia, vamos a disfrutar de una prorroga hasta el 7 de enero, gracias al respaldo del público.  Que bien hice en arriesgar y lanzarme al vacío. No me arrepiento.

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