En una frase, ¿cómo definiría “Tierra del fuego”?
Es un reto a escuchar tendido al público.
¿A qué nos enfrenta, qué temas trata?
Más allá del tema concreto, el conflicto palestino-israelí, creo que es una invitación a reflexionar sobre el hecho de que a veces preferimos mirar a otro lado con determinados temas. Al hecho de que es más fácil convivir con determinados prejuicios e instalarse en el odio que tratar de entender, de empatizar con el otro. Todo eso requiere un trabajo, un esfuerzo.
¿Quién es su personaje y qué le define, cómo es, qué le mueve?
Mi personaje es Ilán. Un hombre que luchó junto a su compañera por lo que creía justo. Ante la sensación de que su lucha era en vano y que incluso suponía un riesgo para su familia decidió abandonar la primera línea de fuego y tratar de seguir viviendo lo menos dolorosamente posible. Esto crea en él una terrible sensación de impotencia, contradicción y frustración.
Una frase clave de su personaje sería…
“Somos unos ingenuos. Del otro lado nunca hay nadie, ni el menor eco. Es el desierto”.
¿Por qué no debemos perdernos “Tierra del fuego”?
Es una obra que interpele continuamente al espectador, lo trata como a alguien inteligente que debe asumir una parte activa en el espectáculo. Se plantean reflexiones, no soluciones. Esos son los “deberes” que dejamos al público para que se lleve a casa.