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Publicado el 25 de Abril de 2024 a las 11:30 horas

"Catártica": Un auténtico striptease emocional en los Teatros Luchana


A Alejandra algunos la ven como una monologuista, otros como una actriz con ínfulas de escritora y otros… ni la ven. Sandra Marchena Rejas firma, dirige y protagoniza, junto a Ángela Baturone y Álvaro Quintana, "Catártica", un viaje en el que la protagonista se encontrará con una criada del siglo XIX, un no-novio, una peluquera jefaza, Iker Jiménez y la posidonia oceánica. La cita, en los Teatros Luchana los días 28 de abril, 5, 12 y 19 de mayo y 2, 9 y 16 de junio.

Alejandra Espínola es una exmonologuista que después de haber interpretado durante más de seis años a una señora rica en un culebrón, lleva casi dos años en paro, tiene alopecia, acaba de romper con su mejor amiga y su psicoanalista le ha dado el alta... para no verla más. Y para celebrarlo, decide subirse de nuevo al escenario y contarlo todo como mejor se le da, a través del stand Up comedy.

"Catártica" es un viaje introspectivo, el público empatiza con Alejandra y se convierte en su compañero de fatigas y alegrías. Y es una declaración de intenciones: a partir de ahora, Alejandra contará y creará su propia historia.

Sandra Marchena Rejas, la autora de la pieza, fue monologuista durante más de quince años. En un taller de dramaturgia de La Abadía, impartido por Lucía Carballal, encontró la manera de mezclar teatro-comedia amarga-, y stand up comedy.

"Catártica" es una historia de superación personal y un homenaje al proceso dramatúrgico. Para Alejandra, escribir surte el mismo efecto en ella que la posidonia en el fondo marino: la oxigena y le proporciona un hábitat donde crecer. El clasismo en el mundo artístico, el edadismo, el machismo, la resiliencia, la precariedad en los procesos creativos y la relación con el mar como refugio o válvula de escape son algunos de los subtemas que trata la pieza.

En cuanto a la puesta en escena, el escenario responde a lo que esperamos en un espectáculo de stand up comedy: pie de micro, taburete, cañón de luz apuntando a la monologuista... pero en las escenas, con algunos elementos, se transporta al espectador/a al camerino donde Alejandra descansaba cuando no le tocaba grabar en la serie de época en la que trabajó durante más de seis años, en su casa, la consulta de su psicoanalista, el despacho de unos CEO muy cools o el mar.

Al principio de la obra, el cañón de luz apunta a la monologuista, pero poco a poco la luz se va abriendo para dar paso a las escenas que se entremezclan con el monólogo de Alejandra; incorporando algunos efectos sencillos para conseguir distintos ambientes. Y se utilizan micrófonos no visibles en momentos puntuales, para enfatizar el sonido de las olas, por ejemplo, para dotar a la pieza de un ambiente sonoro que recoge los matices emocionales por los que transita la protagonista.

Al final, Alejandra–el alter ego de Sandra Marchena– se da cuenta de que su éxito, o happy end no estriba en que la llamen para participar en una serie o para trabajar como actriz en una obra de teatro en concreto; sino en su realización personal y profesional; en materializar sus propios proyectos para convertirse en la voz cantante, en la que decide qué contar y cómo explicarlo.

 

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