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Publicado el 07 de Diciembre de 2023 a las 13:30 horas

Segundo estrenazo del día: Llega al Teatro Español "La isla del aire", con Nuria Espert y Vicky Peña, entre otras

Segundo estrenazo del día: Llega al Teatro Español

Nuria Espert, Vicky Peña, Teresa Vallicrosa, Candela Serrat y Claudia Benito protagonizan el estreno en Madrid de "La isla del aire", una obra de Alejandro Palomas que dirige Mario Gas y que podremos ver en el Teatro Español del 7 de diciembre al 14 de enero. Una historia en femenino sobre el duelo, la familia y los secretos que nos separan.

En Menorca, una familia de cinco mujeres, guiadas por la vieja Mencía (la matriarca de la familia), se adentran en un viaje en barca a la Isla del Aire. La desaparición de Helena, la nieta mayor de Mencía, está muy presente en la mente de la familia y, durante esta excursión, Mencía obligará a sus hijas y nietas a enfrentarse a la verdad y a los secretos que ocultan.

Hemos charlado con la gran Nuria Espert, que interpreta a la matriarca de esta familia, a Mencía:

Me desconcierta. Tiene de pronto una mala leche tan extraordinaria, que conjuga perfectamente con una generosidad que te pasma, pero siempre hay como un segundo o un tercer plano donde ella puede ser cualquier cosa. Viéndola representada la entiendes, la admiras, te hace gracia, la comprendes, la desprecias, es como una traidora, con las niñas incluso. Todo el mundo, no solo los personajes, la respeta, porque tiene esa sabiduría que yo no tengo. También da un poco de miedo. A mí no me gustaría encontrármela, que fuera la suegra de mi hija o algo así (risas), porque sabría que se la puede jugar en cualquier momento.

NOTA DEL AUTOR

Están, sobre todo cuando no están”.

Se muere una madre y se muere un planeta. Cuando eso ocurre, uno entiende que la orfandad no solo es, sino que además se habita, como la vida. Perdí a mi madre hace dos años y en el instante mismo que dejó de respirar, sentado a su lado en la cama, todavía su mano en la mía, empecé a escribir los primeros versos de un poema en su libreta marrón, la misma que hasta entonces habíamos usado durante los últimos meses para anotar las cosas que no había que olvidar entre hermanos: medicación, pañales, cambios de cita en el hospital...

Es imposible anticipar la orfandad. Imposible adornarla. Es. Hay un hueco y sobre todo hay duelo, un hijo que duele porque entiende que cuando alguien tan querido como lo era mi madre para mí se va, quien muere es quien se queda porque enseguida aprende que el cerebro nunca entenderá que esa madre ya no está: no está el olor, no está el tacto, el volumen. No está la voz.

El duelo, el mío, tiene voz y está aquí, en este viaje entre poemas, recuerdos en vivo y diálogo con la madre que sigue aquí, sobre mi hombro, aunque nadie más la vea. Este es un texto hecho con los retales vivos de la piel, el ombligo, los ojos, el pelo y toda la luz que conservo de ella, del niño que sobrevivió a una infancia terrible gracias a su compañía. Todo lo que ocurre sobre el escenario es mi verdad, mis años antes de lo que ahora no tengo, esa luz que una mujer albina y de ojos casi ciegos nunca dejó de darme. Todo lo que ocurre es mi vida en tiempo real, que es la de todos, la que nos hace vibrar en un registro que reconocemos. Reconocemos el duelo, reconocemos la añoranza, reconocemos el olor de una madre y también lo que heredamos de ella para que ese olor no se pierda.

Esto no es teatro. Es todo el amor que solo nos atrevemos a reconocer cuando las luces se apagan y en escena un hombre nos enseña a un niño que conocemos bien.

Somos nosotros.
El niño y también la madre. Y su reencuentro.



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