Publicado el 31 de Diciembre de 2014
Ernesto Caballero
Obra: Rinoceronte
Todos nos dejamos arrastrar por la corriente dominante. El problema es perder nuestra conciencia individual
Dice que al 2015 le ha pedido “Ilusión, ilusión, ilusión...”. Un deseo por triplicado imprescindible para un director, cabeza visible del CDN, que ama el teatro y que ha logrado hacerse un hueco entre los más grandes del oficio. Comienza el año como más le gusta, a los pies del escenario del Teatro María Guerrero dirigiendo a un reparto de altura y a un autor “que concilia el humor ácido y satírico de un desbocado juego teatral con el relato alegórico, como en un virulento auto sacramental existencialista”.
No puede parecer más actual y más acertado traer “Rinoceronte” a este 2015. ¿Qué le impulsó a hacerlo?
Buena pregunta: ¿por qué los directores elegimos ésta y no esa otra pieza del vasto repertorio? Hay algo de misterio en ello, supongo que finalmente es la obra la que te elige a ti. En cualquier caso, se trata de un texto magnífico de una gran vigencia.
¿Qué grandes verdades nos escupe Ionesco a la cara?
Que ser libres es lo único que nos hace personas y que esto, en ocasiones, requiere afrontar soledad y rechazo social. Que, a veces, pensamos que pensamos y lo único que hacemos es reproducir un discurso prestado que no surge de nuestro propio uso de razón. Que el ser humano cuando se junta suele sacar lo peor de sí…
No es muy halagador pensar en nosotros mismos como rinocerontes.
Todos en algún momento nos dejamos arrastrar por la corriente dominante. Hay algo ‘natural’ en ello y, en cierta medida, positivo. Somos animales gregarios. El problema surge cuando perdemos nuestra conciencia individual dentro de la colectividad.
¿Qué cosas nos arrastran hoy a esa condición de rinocerontes?
El miedo a estar a solas con nosotros mismos. Resulta muy tentadora y confortable la adhesión incondicional a mayorías ardorosas. Es una paradoja, pero nada más humano que desear dejar de serlo.
¿El conformismo es lo peor?
No necesariamente. Hay cosas peores como el dogmatismo y la intransigencia.
Berenger resiste, pero tiene algo de antihéroe: aparentemente débil, pusilánime, borracho… No parecen las mejores cualidades para luchar.
Efectivamente, Berenger no tiene ideas muy claras sobre las cosas, es un ciudadano bastante poco ejemplar y con una preocupante afición a la bebida; sin embargo, a diferencia de la gente de su entorno, es capaz de preservar su dignidad como persona. Esto mismo se da en la vida real, los reductos éticos están donde menos uno se imagina.
¿Dónde ha querido poner el acento a la hora de poner en escena esta obra y con qué se va a encontrar el público?
El público se va a encontrar con una fábula muy divertida que no deja de suscitar preguntas acerca de nuestra responsabilidad individual y colectiva. El énfasis está puesto en el aquí y ahora y en la reivindicación de la voluntad como valor moral.
Si nos hubiésemos colado en uno de los ensayos, hubiésemos visto...
Una gozosa orgía de incertidumbre y mutua confianza.
Ha firmado la dirección de grandísimos textos y autores. ¿Qué autor y/o qué obra sabe que antes o después montará porque le encanta?
Podemos considerar a todo el teatro universal como variaciones de una voz primordial llamada Sófocles. Espero no tardar mucho en entrar en el corazón de esa Matriz helénica.