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Alberto Conejero

Publicado el 01 de Febrero de 2016

Alberto Conejero

Obra: Rinconete y Cortadillo

  ‘Rinconete y Cortadillo’ es una radiografía dolorosa y brillante de los vicios de este país

 
 Madrid, media España, Atenas, Londres, Moscú. En todos estos lugares ha podido oírse el mar que envuelve a las desgarradoras palabras de Rafael Rodríguez Rapún. Su rotundo éxito, los elogios desbordantes y premios como el Ceres al mejor autor dramático han desvelado lo que era un secreto a voces en el teatro independiente: Alberto Conejero es una de las plumas más poéticas y bellas de nuestro país. Tras “La piedra oscura” o “Cliff (acantilado)” y mientras prepara “La Odisea” y “El arte de amar”, charlamos con el jienense sobre este ajuste de cuentas con Cervantes.

“Y les sucedieron cosas que piden más luenga escritura”, escribió Cervantes en una de las últimas líneas de “Rinconete y Cortadillo”. ¿Cómo se pone usted a imaginar este proyecto para Rulo Pardo y Santiago Molero?

Has citado la frase que para mí es el disparador de toda la dramaturgia. “Rinconete y Cortadillo” es un proyecto que surge de Sexpeare y que nos llama a dos compañeros de camino, a Salva Bolta y a mí, para emprender este viaje con Cervantes y con Rinconete y Cortadillo. Para mí el reto era en esta ocasión doble, porque por un lado se trataba de dar forma teatral, una mirada propia al material de Cervantes y por otro lado contaminarme del lenguaje de Sexpeare, una compañía con veinte años de trayectoria, con un lenguaje excepcional y muy singular y yo he tratado como dramaturgo de habitar esos dos imaginarios, el de Cervantes y buscar lo contemporáneo de “Rinconete y Cortadillo”, la mirada propia, y por otro lado contaminarme del lenguaje de Sexpeare. No era un texto que esperase una compañía, sino que estaba destinado a ser representado por Rulo y por Santiago.

La frase que me citas está ya al final de la novela y para mí es un disparador enigmático porque realmente Cervantes cuenta instantes de la vida de estos dos personajes y parece insinuar que lo mejor por venir no lo cuenta, que habrá que contarlo en algún momento (risas) y eso me pareció muy moderno por parte de Cervantes y como dramaturgo muy inspirador. ¿Qué fue de Rinconete y Cortadillo después de “Rinconete y Cortadillo”?


Y aquí viene la pregunta: ¿Qué se calló Cervantes?

(Risas). Yo no quiero desvelar mucho de las aventuras y desventuras de Rinconete y Cortadillo, pero digamos que esta pareja de pícaros, de amigos, están obligados a vivir juntos casi hasta el final de sus días y sobre todo a sobrevivir a la fama que les da la novela de Cervantes. Ellos en cierto modo se convierten en niños prodigio (risas). Y esta es la historia de qué ocurre con dos niños prodigio cuando envejecen y dejan de ser aquello que les hizo famosos y, además que no es del todo cierto. Yo juego con un recurso muy cervantino y es pensar que los personajes se rebelan contra su creador, en este caso, que Rinconete y Cortadillo no fueron personajes, sino que fueron personas y que Cervantes escribió algo sobre ellos que no es del todo cierto y que les ha marcado toda la vida.


Es un poco un ajuste de cuentas…

Es un ajuste de cuentas con Cervantes, aunque al final ellos acaban por entender que quizás el daño que creyeron que les causó Cervantes no era tal, era otra cosa. Pero sí es verdad que la obra, uno de los pilares fundamentales es ese ajuste de cuentas que ellos desean con su creador literario.


¿Qué diría que tiene de especial esta novelita y el Cervantes que la firma?

Este año que he tenido dos proyectos relacionados con Cervantes, “A siete pasos del Quijote” en el Teatro Español y en este caso “Rinconete y Cortadillo”, me doy cada vez más cuenta de la profunda modernidad de Cervantes como autor, de la libertad absoluta que tuvo como autor. Por ejemplo, este final. De repente los que parecen los protagonistas de “Rinconete y Cortadillo” en esta novela son casi espectadores de un suceso que ocurre en Sevilla y Cervantes tiene esa cosa becketiana de dejar muy abierto el retrato de los personajes. Por eso yo he intentado que mi “Rinconete y Cortadillo” tiene ese resabio o ese eco becketiano, pero es que para mí Cervantes anticipa muchos de los recursos que luego emplea Samuel Beckett y en concreto “Rinconete y Cortadillo” es una radiografía absolutamente dolorosa y brillante de los vicios de este país que parece no haber cambiado demasiado. Tiene que ver obviamente con la corrupción, con la mafia, con la prevaricación, con la doble moral. Es muy interesante esa mafia sevillana a la que llegan Rinconete y Cortadillo que es absolutamente moralista en cuanto a la religión, de capillita, de adorar a la Virgen, pero por otro lado son una mafia terrible. Uno descubre mucho de lo que somos en “Rinconete y Cortadillo”.


Vamos a recordar a las otras tres patas de esta mesa. ¿Qué nos diría de Salva Bolta, Rulo Pardo y Santiago Molero?

Salva Bolta es un director excepcional, es un torbellino de imaginación combinado, además, con un rigor profesional absoluto. Es una mezcla explosiva porque es tan osado en la imaginación como riguroso en el trabajo. Es un director con una trayectoria inmensa detrás de espectáculos absolutamente brillantes y para mí es un placer volver a colaborar con él y, además, hacerlo con Rulo y con Santiago. Es esta especie de encuentro en el todos hemos aprendido mucho los unos de los otros, a conocernos, a mezclar lenguajes, a cuestionarnos también parte de nuestras poéticas, siempre atendiendo a que son Rulo y Santiago el pilar central. Ellos son dos actores absolutamente prodigiosos, lo que diga yo de su vis cómica es que ya es tan conocido… Son unos maestros del humor y en este montaje yo creo que ellos van a sorprender con otro tipo de registro porque “Rinconete y Cortadillo” es un montaje atravesado de humor, potenciando eso que está en la novela cervantina, también muestra algo del corazón amargo que hay detrás y ciertas zonas en las que yo creo que ellos… es una obra que les va a permitir desplegar todo su potencial y todos sus recursos como actores que son infinitos. Para mí colaborar con ellos ha sido, primero, una responsabilidad muy grande, porque son creadores con una trayectoria reconocida y aplaudiad y por otro lado un aprendizaje muy grande de otras poéticas, de otras miradas sobre el hecho escénico.


¿Qué ha supuesto “La piedra oscura” en su carrera y qué ha sido lo más bonito de ese viaje?

Ufff. El encuentro con el público ha sido lo más bonito. Los dramaturgos al final lo que intentamos es convocar esa intimidad con el público, que lo que uno un día ha soñado, ha pergeñado su historia, llega a establecer una relación íntima con los espectadores y “La piedra oscura” para mí ha sido en cierto modo atravesar esa puerta donde te esperaba el público. De repente todo lo que ha ocurrido este año no puedo estar más que agradecido por un viaje que tiene que ver fundamentalmente con el encuentro con el espectador y para un dramaturgo, que habitualmente estamos en cierta zona de invisibilidad o no estamos en el centro del hecho escénico, de repente ese encuentro con el público ha sido un regalo. Lo que pueda decir… se me quedan cortas las palabras. Se acaba de anunciar que vuelve en septiembre a Madrid, hace tercera temporada… y ha sido un regalo muy grande que siempre agradeceré a la familia de Rafael Rodríguez Rapún y a todo el equipo que la hace posible.


“Rinconete y Cortadillo”, “La piedra oscura”, “Cliff (acantilado)”… Usted llevaba ya tiempo batiéndose en la escena alternativa. ¿Lo que está viviendo es algo parecido a cumplir un sueño?

Yo llevaba escribiendo teatro casi desde que tengo uso de razón, más de quince años. Yo agradezco mucho que esta especie de visibilidad haya ocurrido con ciertas bases detrás de trabajo, porque realmente a veces es fuerte la exposición de prensa. No se acaba nunca de cumplir el sueño, sería muy peligroso que yo pensara ahora ‘ya está, he llegado a algún sitio’, para mí es un empujón para seguir aprendiendo e intentando escribir el mejor teatro que pueda, no tanto cumplir un sueño, también da cierto vértigo eso del dramaturgo de moda, yo creo que para mí es un empujón de confianza para seguir escribiendo y aprendiendo, es subir un peldaño más de una escalera que no termina nunca, porque además la memoria de la profesión es muy frágil, por fortuna y por desgracia, y cuántos autores y actores de repente han tenido un montaje excepcional y luego han pasado tiempo en otras zonas. Para mí “La piedra oscura” es subir un peldaño muy importante y por el que estoy muy agradecido, pero no creo que haya llegado a ningún sitio. Es estar un poquito más cerca de un sueño que no quiero que se cumpla nunca porque seguiré escribiendo.


¿Cuáles son los siguientes peldaños?

Está “Rinconete y Cortadillo” lo inmediato, “La Odisea” con La Joven Compañía, se llama “Proyecto Homero”, y lo hago junto a un dramaturgo al que admiro muchísimo, Guillem Clua, él hace “La Iliada” y yo ya he escrito “La Odisea”, ya tuvimos la primera lectura. Estos son los dos proyectos que van ahora. Va a empezar y estoy muy feliz, la colaboración con Luis Luque, que tenemos dos proyectos juntos. Uno, “El arte de amar” de Ovidio, que estoy ahora mismo inmerso en la dramaturgia, me apetece muchísimo hacer un espectáculo de teatro más físico, otro lenguaje escénico en el que yo no he trabajado tanto y nos metemos de lleno también con “Todas las noches de un día”, que es mi último texto de autoría propia, ya está el actor, que es José Luis García Pérez, se va a estrenar sobre septiembre y también está la actriz, que aún no lo puedo decir, pero es un regalo del cielo. Tengo muchas ganas y mucha fe depositadas en ese montaje.

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