Publicado el 01 de Noviembre de 2015
Arturo Querejeta
Obra: El mercader de Venecia
Me preocupan los derroteros a los que nos conduce esta sociedad injusta y que tantos pasos atrás está dando. Hay demasiada gente a la que el sistema está dejando fuera
Dejar al público con la boca abierta gracias al tándem ‘Shakespeare-Querejeta’ no es novedad para este carismático logroñés. A los aplausos recogidos en joyas clásicas como “Hamlet”, “Noche de reyes” y “Otelo”, debemos añadir los más de 60 montajes profesionales firmados en compañías como el CDN o la CNTC. Charlamos con este actor de raza para descubrirle en la piel de Shylock, el gran protagonista de “El mercader de Venecia”.
¿Qué hace especial a esta nueva versión de “El Mercader de Venecia”?
Tiene la particularidad de que conjuga dos estilos diferentes. Por un lado es una comedia romántica que, a través de las divertidas peripecias por las que pasan tres parejas hasta consumar su amor, nos habla de la lealtad, la generosidad, la solidaridad y la tolerancia entre seres humanos. Es un canto a la belleza, a la alegría, a la vida. Y por otro lado se desarrolla el drama, por momentos con tintes de tragedia, del judío prestamista Shylock, que llevará el cumplimiento del contrato firmado con Antonio, el mercader, hasta sus más crueles consecuencias. Es este choque de géneros, entre el amor y la venganza, lo más representativo del montaje.
¿Cómo es su particular Shylock?
Hemos intentado huir del arquetipo del judío usurero que se pasa las noches contando el dinero, poniendo en relieve a un ser humano con sus luces y sus sombras. Por un lado, un hombre sojuzgado, humillado, que vive en un gueto, al que se le escupe por la calle sólo por ser de una etnia diferente y que reivindica que se le trate como a cualquier otro ser humano. Por otro, al ser vengativo que no parará hasta conseguir que se cumpla el contrato –la ley le asiste para ello–, aunque esto suponga la muerte de su oponente. Nosotros presentamos esa dualidad y el público será quien decida sobre la validez o no de sus razones. Esa es la grandeza de las obras de Shakespeare, ¡lo fascinante de sus personajes!
Regresa de una amplia gira. ¿Cómo ha sido el feedback con el público?
Afortunadamente, excelente. Lo mismo en Valladolid que en Valencia, Canarias o Sevilla. Lo notas en el aplauso final, en que te paran por la calle a la salida del teatro y te lo comentan. Eso es lo más gratificante para un actor, que el público te diga “gracias por este momento que nos han hecho pasar”. Si a eso le añadimos las buenas críticas... ¡pues magnífico!
Uno de los momentos más emocionantes de la obra se produce en…
El monólogo de Shylock defendiendo su derecho a ser tratado como uno más. También, en otro sentido más lúdico, el de Porcia y Bassanio cuando se resuelve el misterio de los tres cofres.
Cuenta con un impresionante currículum teatral. ¿Qué punto de su trayectoria le ha dejado una huella imborrable?
Seguramente cuando Adolfo Marsillach me llamó para formar parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Él me abrió las puertas a nuestro Siglo de Oro, al verso y a una nueva manera de ver a nuestros clásicos. Por otra parte, Eduardo Vasco, en esta última etapa, me ha confiado los personajes más relevantes de Shakespeare. Gracias a su confianza y al vértigo al que me somete en cada ensayo, considero que hay un antes y un después en mi trayectoria.
Sería todo un placer para usted interpretar el papel de...
A veces pienso y me obsesiona el Rey Lear, pero... ¡para cuando sea mayor! (risas).
¿Cómo se describiría Arturo Querejeta a sí mismo fuera de los escenarios?
Alguien que se siente feliz en lo personal y un privilegiado en lo profesional, ya que pue-do vivir de lo que más me gusta, lo cual, dado los tiempos que corren... Cada vez me siento más preocupado por los derroteros a los que nos conduce esta sociedad que cada día se está volviendo más injusta y que tantos pasos atrás está dando. Hay demasiada gente a la que el sistema está dejando fuera.
Usted es un actor de referencia. ¿Quiénes despiertan su admiración?
Cualquier compañero/a me merece el máximo respeto, porque sé lo difícil que es esto. He aprendido de esa generación irrepetible de los Rodero, Fernán Gómez, Merlo, las Gutiérrez Caba... y también de compañeros como los que vi el otro día en “El Alcalde de Zalamea”: Joaquín Notario, Nuria Gallardo o Carmelo Gómez. Ahí están Carlos Hipòlito y Luis Merlo, Ginés García Millán o gente de generaciones más jóvenes como Daniel Albaladejo... hasta del que empieza hay algo que aprender.
Nada le hace disfrutar tanto en la vida como…
En lo social, una buena cena, un buen vino y buena charla con los amigos, esos que siempre están ahí. En lo personal, sentir que mi mujer sigue al lado y que vemos lo mayor que se ha hecho nuestra hija... y ya cuando estoy solo, un paseo por la playa desierta y el silencio... el silencio...