Revista teatros

 Llenar de pura vida todo un escenario con su mera presencia no es asignatura que se le resista a esta actriz curtida en las tablas, el cine y la TV. Galardonada con el Goya por su fascinante interpretación en “Camino”, la catalana regresa al teatro Español bajo las órdenes de Guido Torlonia con un objetivo: rasgarse las vestiduras y convertirse en –nada menos– que Diana Vreeland, la poderosa y sofisticada directora de Vogue que cambió el mundo de la moda para siempre.

¿Qué es “Al Galope”?

Un monólogo alrededor del personaje de Diana Vreeland, que fue la gran pope de la moda durante más de 20 años en la revista Vogue. Ella la dirigió e inventó la moda tal y como la conocemos ahora. Antes de ella, las revistas solían decir cómo llevar la casa, cómo cuidar al marido, cómo hacer un pastelito… y ella empezó a sacar a la mujer del armario, que decía ella. La vemos en acción justo cuando la han despedido de la revista y está buscando una solución. Es un personaje muy fuerte, muy potente y, a través de ella, hacemos un recorrido por la moda de muchas déca-das y un paseo histórico por el siglo, por-que ella conocía a grandes personajes y hay muchos referentes literarios, del mun-do de la moda, de sucesos…

“Al Galope” abre un agujerito para entrar en la esencia y la trayectoria de esta diva. ¿Cómo era Diana?

Una mujer brillante y creativa. Nunca se desanimaba por nada y tenía una fuerza y una valentía que es un ejemplo en los tiempos que vivimos. Una mujer muy vital que daba miedo a todas sus ayudantes, con esa fama de déspota. Ella decía que trabajaba muchas horas y que esperaba que sus empleados hicieran lo mismo. Era una obsesiva, una posesa y, además, in-ventó o colaboró en la búsqueda de belle-zas imperfectas –twiggy–, dedicándole portada a David Bowie o Lauren Bacall en el Vogue. Maquilló toda la revista y le dio un empuje que todavía perdura.

¿Qué es lo que más le motiva de su carácter a la hora de interpretarla?

¡Casi todo! Porque lo que es detestable en ella es para mí una especie de gozada (risas). Era mujer con mucho ímpetu, muy fuerte, muy déspota, pero muy creativa, con lo cual era adorada y odiada. Esta especie de puzzle que era ella, de mujer que no sabe lo que cuesta un café con leche o viajar. Para ella el dinero no tenía valor, era la forma de vida la que lo tenía. ¡Y eso en el escenario es algo muy divertido de hacer! porque a mí personalmente no me gusta mucho el exhibicionismo y ahí me puedo permitir, a través de ella, convertirme en una mujer de carácter muy fuerte, deslenguada, graciosa y divertida. ¡Me encanta!

Vreeland fue una de las mujeres más influyentes del siglo XX, pero ¿quiénes son para usted las verdaderas “galopadoras” de este mundo en el que vivimos?

Las mujeres de nuestro país que, en este momento que estamos viviendo, toman las riendas de su vida como hizo Diana y salen a la calle, salvan la casa, los hijos y sobreviven al desempleo que nos está invadiendo. Ahora son estas las auténticas heroínas. Creo que encontraríamos muchas Vreelands en ese medio.

El momento que más le gusta del monólogo es aquel en el que…

Ella se permite mostrar un poco su alma al rememorar a su adorado marido. Se para a contar la enfermedad, cómo murió y cómo se quedó ella después de esto. Es la única oportunidad que tengo para sumergirme en su lado más personal, íntimo y emotivo.

¿Qué mensaje se llevará el público de “Al Galope” al salir del Español?

Van a ver a la mujer que no se rinde, esa que, a pesar de estar desempleada –aunque fuera en un mundo de lujo y riqueza–, hace algo extrapolable al nivel de cualquier persona. Lanza el mensaje de: sal a la calle, no te quedes en casa y busca, que encontrarás. Es el mejor ejemplo personal que nos deja.

Esta función rinde homenaje, de algún modo, a las mujeres que osan seguir galopando hasta el final de su vida. ¿Cuál es ese reto que aún se le resiste a usted, ese que piensa perseguir hasta hacerlo realidad?

Yo solo estoy persiguiendo permanentemente crecer en mi oficio y envejecer con él. Ese es mi reto ¡¡y no me pienso rendir!! (risas).