Revista teatros

 Son dos habituales de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y nuestros autores áureos suenan infinitamente mejor en sus voces, pero hasta ahora no habían coincidido juntos sobre las tablas del  Teatro de la Comedia. Feliz encuentro este entre Arturo Querejeta –uno de nuestros actores mayúsculos con una impresionante trayectoria repleta de montajes en los que se ha puesto a las órdenes de los más grandes, Marsillach, Narros, Alonso de Santos..., además de TV y cine– y María Besant –actriz de talento desbordante y atrapada por el veneno del teatro, que copa casi por completo su carrera–. Ahora, a las órdenes de Lluís Homar, dan vida a Diocleciano y Camila, dos de los personajes centrales de esta tragicomedia de la vida y martirio de San Ginés, papel que interpreta Israel Elejalde. Hemos charlado con ellos de su casa, la CNTC, del oficio, de Lope y de la vida.  Por VANESSA RAMIRO  Fotos SERGIO PARRA

¿Qué significa la CNTC para ustedes?

Arturo: Es una gran parte de mi vida profesional. En el año 92 me llamó Adolfo Marsillach y a partir de ese momento ni me acuerdo de las veces que he entrado y he salido (risas) en diferentes épocas, he trabajado con todos los directores de la casa y es un lujo. El conocimiento de los clásicos te proporciona un conocimiento muy especial del entramado teatral y de la profesión y te da una gran solidez como actor.

María: Para mí es mi casa teatral. Nada más salir de la RESAD entré en la Joven CNTC y abrió un camino hacia lo clásico. Es un referente de cómo se trabaja y se abordan los textos clásicos. Es un lugar al que me gusta mucho siempre volver.

Dos habituales de la casa, pero no han trabajado juntos en ella.

Arturo: No, porque María es mucho más joven (risas). Ella surge del primer elenco de la Joven CNTC y ya desde el primer momento despuntó y se veía claramente el pedazo de actriz que era. Yo la he visto prácticamente en todo lo que ha hecho. Coincidimos en “Tres sombreros de copa” de Mihura y fue una delicia.

María: Es una gozada trabajar con Arturo, domina mucho la palabra y es un gusto.

Entonces les ha reunido en el Teatro de la Comedia nada menos que Lope...

María: Nos ha reunido el Fénix (risas). El Lope que firma esta obra es un Lope transgresor, pretende renovar un poco el estilo de comedia que había hasta el momento y lo hace a través del “Arte nuevo de hacer comedias”. Esta obra bebe mucho de esa renovación teatral. Y Lope hace un homenaje al teatro.

Arturo: Es que Lope en esta función se hace un auto homenaje (risas). Casi está explicando lo que luego siglos después hemos estudiado los actores de la organicidad, del método Stanislavski, etc. En Lope estaba apuntado: si un actor no siente la capacidad de amar, los celos o todo eso que está ahí en llamaradas, difícilmente lo va a poder representar y es una lección teatral maravillosa.

Háblennos de “Lo fingido verdadero”.

Arturo: Es una función complicada, casi como tres funciones en una. Por un lado, la época de Diocleciano, un militar que accede a ser césar gracias a sus compañeros y que quiere ser un buen gobernante. Tiene casi un tono shakes-peariano porque se suceden todas las luchas intestinas del poder, ahí muere hasta el apuntador (risas).

Por otro lado viene la parte de representación de Ginés. Vemos al mejor actor de Roma, ese gran representante, y tiene un tono más de comedia en la que se sustancian todos los entresijos amorosos y acaba en una comedia de santos porque Ginés, representando el bautismo de un cristiano, recibe la iluminación divina y entiende y abraza el cristianismo. Diocleciano lo sorprende, se entera y le da muerte...

Da para darle más de una vuelta...

Arturo: El hilo conductor, el propio título lo dice, “Lo fingido verdadero”, es esa constante pregunta del Barroco, del libre albedrío, del destino, de por qué estamos aquí y de cuál es la senda que debemos continuar hacia el conocimiento, hacia la verdad, hacia la mejora del ser humano.

María: Es una obra muy interesante porque, además, la propuesta que hace Lluís Homar enfatiza eso con lo que Lope juega todo el rato: estar entre la ficción y la realidad constantemente.

Esta idea no nos suena tan lejana hoy...

María: Lope habla de que todos representamos un papel y es muy contemporáneo con las redes sociales. Es el metapersonaje: no solo cada uno elige un personaje en la vida, que representa hasta que se muere, sino que a través de las redes sociales te haces otro personaje, muestras cosas de ti que quieres que los otros vean, que pueden ser verdad o no, y nos movemos en ese mundo de lo fingido verdadero...

Háblennos de sus personajes...

Arturo: Diocleciano es un militar que llega a ser césar aupado por sus compañeros y quiere solucionar todos los problemas de Estado. Hay una frase magnífica: “No quiero adquirir ni atesorar más que buenas voluntades. No quiero nada para mí, todo lo repartiré”. Históricamente instauró la tetrarquía, repartió el poder para eliminar el enfrentamiento entre los mandos, organizó el ejército de otra manera..., pero a nuestra historia sagrada ha pasado como el perseguidor de los cristianos. Y hay otra parte de Diocleciano que es fundamental: su relación con Camila, la relación de alguien que descubre el amor en su máxima expresión, por el lado del desprendimiento y la generosidad.

María: Camila es una mujer con mucha vitalidad. Empieza la obra como labradora y tiene una transformación muy bonita, porque acaba siendo la mujer del césar gracias a sus valores. Camila entiende el amor como algo que genera un espacio legal, de justicia, como algo que iguala a los hombres y eso hace que Diocleciano se vaya transformando y vaya transformando su manera de gobernar a través de su generosidad, de su pensamiento humanista, de la fuerza con la que ella defiende sus valores. Eso descoloca a Diocleciano y le transforma, hasta el final... El final es el final, tiene que acabar así, pero ella no está de acuerdo...

¿Y qué me dicen de Lluís Homar?

Arturo: Ha sido un descubrimiento, de esas personas que te toca la suerte de cruzarte en la vida. Es un gran actor y ha demostrado su capacidad de dirección. En esta ocasión ha fortalecido ese juego ambivalente de lo fingido verdadero y será muy sugestivo para el espectador.

María: Trabajar con él es una suerte. Es un director muy sensible, al ser actor entiende cómo transitar los personajes, cuida mucho a todo el equipo, se preocupa por generar un ambiente de creatividad y pelea mucho por una manera de interpretación muy contemporánea. Respetando el verso, pero decirlo de manera que llegue al espectador de hoy.

Arturo: Es un lenguaje poético, de una gran altura, pero se puede transitar con sencillez, decir el verso de la forma más clara, más diáfana, más natural y más directa, sin hacer alarde de nada.

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