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Entrevista a Carlos Hipólito, José Luis Collado y José Luis Arellano por Oceanía

Publicado el 01 de Marzo de 2022

Entrevista a Carlos Hipólito, José Luis Collado y José Luis Arellano por Oceanía

Obra: Oceanía - Naves del Español en Matadero

 “Meterse en la piel de Gerardo sin Gerardo es más difícil que si le tuviera a mi lado, supongo. Aunque le siento conmigo”, Carlos Hipólito

“Gerardo estaría feliz y orgulloso. Su familia teatral está dando todo lo mejor para hacerle un último homenaje al maestro y al amigo”, José Luis Collado

“La covid nos robó a un creador en ebullición, lleno de proyectos y de ganas, en su plenitud artística”, José Luis Arellano

 Dice José Luis Collado que “a Gerardo Vera habría que recordarlo como lo que fue, uno de los talentos más grandes que ha dado este país”. Y Carlos Hipólito se ha propuesto encargarse “de que todos los actores jóvenes con los que vaya coincidiendo sepan quién fue y lo que significó”. Ambos junto al director José Luis Arellano andan estos días entre la emoción y los recuerdos levantando el testamento artístico y vital de Gerardo Vera, el último proyecto que parió antes de que el coronavirus se lo llevara prematuramente y nos robara a alguien que había entregado a este oficio sus días y sus noches, el creador total.   

¿Cuál es su primer recuerdo de Gerardo Vera?

J. L. Collado: Una entrevista en la televisión cuando estrenó su película “Segunda piel”.

Carlos: Yo tengo la sensación de conocer a Gerardo de toda la vida. La primera vez que trabajamos juntos fue en su primera película, “Una mujer bajo la lluvia”, en 1991, donde me invitó a hacer un pequeño papel. No volvimos a trabajar juntos hasta el montaje de “El crédito” en 2014. Hasta entonces habíamos sido buenos compañeros, ahí nos hicimos amigos. Y cuando escribió sus recuerdos personales en “Oceanía” yo fui su primera opción para interpretarle, lo cual me llena de emoción y de orgullo.

J. L. Arellano: Salía del Teatro de La Abadía de asistir a un estreno donde habían invitado también a Gerardo. Por la mañana había estado en el María Guerrero porque buscaba ayudante de dirección, pero no me había recibido. Entonces me vio y con sus formas impulsivas y pasionales –algo que descubriría más adelante, en ese momento no tenía ni idea– me espetó algo así como “Niño, mañana ven a verme que te quiero de ayudante”.


¿Qué nos robó la covid al llevárselo?

Carlos: Nos robó un amigo, nos robó la compañía de alguien a quien valía la pena escuchar, nos robó muchas risas y muchas complicidades. Y también nos robó un artista muy completo, cuya obra queda y crecerá con el tiempo.

J. L. Collado: Sobre todo, nos robó la posibilidad de seguir disfrutando de su talento y de su sabiduría artística. Tenía muchos proyectos sobre la mesa que ya nunca verán la luz.

J. L. Arellano: Aunque efectivamente aún es pronto para entender la magnitud de la pérdida, nos robó a un creador en ebullición, lleno de proyectos y de ganas, en su plenitud artística, libre y sin cargas que solo quería contar historias para entenderse mejor.


 

¿Han pensado qué sentiría si los viera estos días con “Oceanía” entre manos?

Carlos: Yo creo que estaría contento. Tuve ocasión de leer este texto junto a él más de una vez y sé que estamos siendo fieles a lo que el pretendía conseguir.

J. L. Collado: Estaría feliz y orgulloso. No hay mejor equipo humano posible para hacer realidad este proyecto, que para él era muy, muy especial. Su familia teatral está dando todo lo mejor para hacerle un último homenaje al maestro y al amigo. Carlos Hipólito ha conseguido llenar de vida unos personajes y una historia que una vez fueron de Gerardo, pero que ya nos pertenecen a todos.

J. L. Arellano: Hablamos mucho de ello durante los ensayos y sé que estaría todo el rato riñéndonos con una sonrisa de orgullo en el semblante. Así de contradictorio era. Cada día le siento en esa sala de ensayos y a veces le oigo que me dice, “Arellanito, por ahí no...”.


 

Fueron testigos privilegiados del germen de este proyecto... ¿Qué hubiésemos visto al mirar por un agujerito de su despacho aquellos días?

J. L. Collado: Sí, era el proyecto más especial de sus 50 años de carrera. Hubieseis visto a un hombre abducido por una historia, la suya propia, que le tuvo obsesionado durante meses. Escribió 350 páginas de recuerdos con la idea de que fuera una novela, pero finalmente decidimos que su hábitat natural debía ser el teatro y la convertimos en un monólogo de hora y media.

J. L. Arellano: Fui muy afortunado. Cada mañana me leía partes de este monólogo. Las interpretaba con viveza, lloraba, se emocionaba. Creo que veía a todos los personajes, a todas esas gentes que formaron una vez parte de su vida y hablaba con ellos. Para que se produjese el acto teatral necesitaba público y ese era yo. Pero el hecho era muy íntimo. Entre él y sus fantasmas.


 

José Luis Arellano recoge el testigo de un maestro y amigo para terminar lo que él había empezado, ¿cómo está siendo este viaje?

J. L. Arellano: Lleno de emoción, de angustias, de dudas, pero de certezas también. La de que estoy en el sitio que me toca, de que estoy orgulloso de ello y de que todos los días llego al ensayo dispuesto a dar lo mejor de mí. Gerardo fue mi amigo y de alguna manera también lo siento como un padre. Le pido perdón por todo lo que nos quedó por hacer. Por ello, el teatro es tan catártico. Gracias a él, todo lo que no nos dijimos lo estamos haciendo ahora. Conversar diariamente con su figura, a través de Carlos Hipólito, está siendo maravilloso y liberador. El teatro como fuente de vida, una vez más.


 

¿Y qué es “Oceanía”?

J. L. Arellano: Es la historia de un perdón. En mayúsculas. La de un hijo y un padre.

Carlos: Es un monólogo hermoso, es la historia de la infancia, la adolescencia y la juventud de un hombre peculiar, vertebrada a través de la relación con su padre. Es la historia de una reconciliación a través del amor y la comprensión. Y también es la historia reciente de nuestro país, de nuestra sociedad.

J. L. Collado: El texto se centra en sus primeros treinta años. Desde su infancia en una familia rica, con un padre falangista que se jugó a las cartas todas sus posesiones y llevó a la familia a la miseria, hasta su juventud, su compromiso político, su primer amor, sus inicios en el teatro... Es un retrato del niño peculiar que pronto descubrió, a través del cine, que existía una realidad en Technicolor muy diferente al franquismo gris que le rodeaba. Y de cómo decidió dedicarse a reinventar una realidad que no le gustaba.


 

¿A qué Gerardo Vera vamos a descubrir?

Carlos: Al más desconocido. Al niño que fue, al adolescente y al joven en que le convirtió la vida.

J. L. Collado: “Oceanía” es, sobre todo, la historia de un padre y un hijo. No es un repaso a la trayectoria profesional de Gerardo, ni siquiera a su vida personal. Es una historia humana a partir de su propia experiencia. Una historia en la que cualquiera puede verse reflejado. La figura del padre inalcanzable, admirado y misterioso, que más tarde se convierte en un borracho despreciable, diana de los odios del hijo, hasta la redención y el reencuentro tras una dura penitencia.


 

Carlos, ¿cómo es meterse en la piel de Gerardo sin Gerardo?

Carlos: Más difícil que si le tuviera a mi lado, supongo. Aunque le siento conmigo. Pero la ayuda infinita de José Luis Arellano y José Luis Collado, su profundo conocimiento del personaje, su talento, su generosidad y su inmensa delicadeza, me dan mucha seguridad.


 

José Luis, ¿y la puesta en escena?

J. L. Arellano: Estoy tratando de plantear un mecanismo en torno a las dos pasio-nes de Gerardo. Su padre y su primer amor. El cine y el teatro. Y en el centro, él, o el actor. Un inmenso Carlos Hipólito que reina sobre la emoción y la palabra.


Decía Juan Mayorga que Gerardo Vera conocía el secreto de transformar lo que sucede en el escenario en un acontecimiento en la vida del espectador. ¿Cuál es su ‘Vera’ favorito?

Carlos: Juan es muy sabio y no se me ocurre una manera mejor de definir lo que hacía Gerardo. Aparte de sus maravillosas escenografías y extraordinarios figurines, uno de mis trabajos favoritos de él como director es “El rey Lear” que dirigió en el CDN con un inmenso Alfredo Alcón al frente de un reparto extraordinario.

J. L. Collado: Son dos, de hecho. “El cojo de Inishmaan”, porque fue el primer espectáculo en el que trabajamos juntos y en el que descubrimos que éramos compatibles profesionalmente. Y “El idiota”, porque fue lo último que hicimos juntos y su último trabajo.

J. L. Arellano: “Oceanía” habla de la memoria, de lo que heredamos y de la transmisión de algo que podemos denominar alma a través de la sangre. Mi montaje preferido de Vera es este “Oceanía”, porque como un mago lo está dirigiendo desde las tinieblas. Y eso solo lo pueden hacer los grandes, aquellos a los que la vida se le hace pequeña y necesitan una eternidad para contarse.


En cierto modo tenemos una deuda con Gerardo Vera. ¿Cómo les gustaría que se le recordase? ¿O qué deberíamos hacer, qué deberíamos contar a las nuevas generaciones para que estuviese siempre presente?

Carlos: Siempre estamos en deuda con los creadores que han hecho avanzar las cosas. Y Gerardo lo hizo en el teatro, la ópera y el cine. Se le recordará, seguro, como uno de los grandes creadores que ha dado nuestro país. Y yo pienso encargarme personalmente de que todos los actores jóvenes con los que vaya coincidiendo sepan quién fue y lo que significó.

J. L. Collado: A Gerardo Vera habría que recordarlo como lo que fue, uno de los talentos más grandes que ha dado este país. Por suerte, muchas de sus expresiones artísticas, tanto en cine como en teatro, han quedado para la posteridad y accesibles para cualquiera interesado. Lo que esas nuevas generaciones nunca podrán disfrutar es la grandísima calidad humana de un hombre al que quienes conocimos y quisimos nunca podremos olvidar.

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