Revista teatros

 El pasado mes de enero se cumplían 25 años de la mítica “Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mí”, una de las películas más taquilleras de la década de los 90. Cineasta, director teatral, guionista y escritor Félix Sabroso, junto a Dunia Ayaso, con la que formó durante años un tándem perfecto, firmó aquella cinta y muchas otras después, además de series de televisión y, por supuesto, éxitos de la cartelera teatral española como “Lifting”, “Desatadas”, “De cintura para abajo”, “El amor está en el aire” o “La última tournée”. Ahora triunfa en Madrid con esta comedia protagonizada por Antonia San Juan y Nuria Roca. Por R. P.

“La gran depresión” se estrenó hace años con Bibiana Fernández y Loles León. ¿Por qué retomarla ahora?

El texto revivió hace algo más de dos años al ser producido en Argentina protagonizado por Nacha Guevara. Esto me dio la idea de su vigencia y me apeteció mucho retomarlo con otro punto de vista.

Ha dicho que esta es una versión muy diferente. ¿Por qué?

No podía ser la misma, sus protagonistas son otras, han pasado diez años y se hacía necesario reinterpretarla en muchos sentidos, desde la escenografía al tono. Lo que prevalece es el género, comedia, así como el retrato humano que plantea.

Para aquellos que aún no hayan visto la obra, ¿qué es “La gran depresión” y a qué nos enfrenta, en qué temas ahonda?

Se trata de un tour de forcé entre dos actrices que funcionan en el pin-pon que propone su antagonismo. Es una comedia sobre el amor, la amistad, el abandono, las mentiras y el miedo al paso del tiempo.

El humor es un arma muy poderosa para hacer calar mensajes o establecer debates en torno a temas complicados. ¿El humor siempre nos salva?

No sé si siempre, pero desde luego sí nos posibilita enfrentar la realidad con un punto de vista más esperanzador y positivo. El humor es un arma muy poderosa para retratar la realidad y para entenderla o superarla.

Vuelve a dirigir a una vieja conocida, Antonia San Juan, y a la debutante en teatro Nuria Roca. Tremendo tándem.

Son dos mujeres que vienen de disciplinas muy diferentes. Sus perfiles favorecían el contraste que la obra precisa. Ha sido un proceso fácil y lúdico, muy disfrutado por parte de los tres.

Ha firmado grandes éxitos teatrales. ¿Recuerda la primera vez que vio representada una obra suya?

El teatro es un arma viva que te permite una relación muy directa con la reacción que te devuelve el público ante lo que tú le cuentas. Esa sensación es muy emocionante y adictiva. Pero, además, te exige mucha escucha y humildad. El teatro siempre ha sido para mí un lugar amable y reconfortante. Un espacio para la palabra, la creación y la libertad. La primera vez que lo viví, ya entendí que nunca dejaría de hacer teatro.

¿Por qué escribe Félix Sabroso?

Ahora es ya mi oficio y mi modo de vida, pero, muy por encima de eso, la necesidad de contar historias y de entender la realidad desde la escritura ha sido siempre mi motivación esencial.

¿Cómo se definiría como director?

No sé si debería definirme yo mismo. Uno no sabe nunca del todo lo que llega a transmitir o cómo se le ve desde fuera. En general me esfuerzo por ser un director receptivo y con escucha, pero también soy apasionado por lo que no sé si siempre consigo la templanza que se requiere. Trabajo desde las emociones y a veces no es fácil discriminar entre la vida misma y el contenido de una función. Los actores son la esencial materia prima, pero es materia viva, así que hay que contar con esa información que se desprende de la relación que estableces con ellos y permitir la permeabilidad.

¿En qué más anda Félix Sabroso?

Ahora mismo estoy bastante entregado al rodaje de una serie para TV que produce El deseo, la compañía de los hermanos Almodóvar. Una comedia de la que no puedo contar nada, pero que cuenta con un reparto muy estimulante y potente.

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