Revista teatros

 Carlos y sus amigos se reúnen a cenar todos los martes. Siempre invitan a un idiota con la única pretensión de reírse de él. Pero esta vez las cosas no saldrán como habían previsto... ““La cena de los idiotas” es una lección para todos aquellos que menosprecian a sus semejantes por el mero hecho de parecerles inferiores a ellos y no hay nada más mezquino que ‘sentirse’ superior a otro”. Josema Yuste es un gran conocedor de la magnífica comedia de Francis Veber. No en vano, la interpretó con gran éxito durante cinco temporadas. Ahora, además de firmar la versión, asume la dirección de este nuevo montaje que estrena, junto a Esther del Prado, Alberto Chaves e Irene Hernández, un trío cómico que asegura miles de risas. Charlamos con Juanra Bonet, Agustín Jiménez y David Fernández.

¿Cuál es la cena más surrealista o diferente que recuerdan haber vivido?

Juanra: La provoqué yo (risas). Fue una fiesta de cumpleaños sorpresa que me di a mí mismo (risas). Reservé un local, llamé a mis amigos, les dije “Voy a hacerme una fiesta sorpresa. Por favor, no me digáis nada” (risas). Les cité a una hora, después localicé a otro amigo para que me hiciera de gancho y le dije: “He comprado dos entradas para el teatro, iremos juntos y al salir me dirás: ¿Qué haces ahora? Y yo te diré: Es mi cumpleaños, pero no tengo plan, así que me iré a casa solo. Y tú me dices: Vente a tomar una copa conmigo. Y entramos y tú con todos los amigos gritas: ¡Sorpresa!”. Me salió bastante bien (risas).

Agustín: La cena más surrealista que he vivido fue aquella en la que me invitaron y estaban casi todos los humoristas que yo conocía de juventud: Manolito Royo, Tony Antonio, Mariano Mariano, Félix El Gato, Kimbo... Yo era el más tímido y creí que era una broma, pero no. Flipé bastante. Era la Asociación de Humoristas de España, me daban un premio y no lo sabía. Todos se daban premios entre ellos (risas).

David: La mía fue debajo del mar. Yo podía respirar debajo del mar, me sentía súper feliz, estaba cenando, viendo las ballenas, acariciándolas. De pronto, me despertó una voz y me dijo: “¿Qué hace usted en el suelo?”. Estaba tirado en la garita. Yo tenía guardia, estaba haciendo la mili, y me quedé dormido. Evidentemente, me arrestaron. Aunque haya sido un sueño, creo que es insuperable (risas).

Hablamos de esto porque estrenan en el Teatro Amaya “La cena de los idiotas”.  

Agustín: Es una crítica amena a la burguesía que normalmente se aburre muchísimo y opta por burlarse de las personas. Se esconden muchas cosas clásicas de la comedia del arte y los personajes están muy definidos. Hay tres cómicos principales en el escenario más un elenco muy bueno de actores. Aparte de la crítica, es un gran espectáculo teatral.

David: Es de esas obras que están tocadas por una magia que no sé de dónde viene, pero se pueden hacer una vez y otra y siempre funcionan. Más allá de las lecturas que puedas hacer sobre el idiota o cómo tratamos a la gente que creemos que es idiota, el público entra desde el principio y no para de reír. Yo la estuve haciendo durante cuatro años y creo que nunca voy a volver a hacer una obra en la que la gente se ría tanto, ¡es que es cada tres segundos!, es espectacular. Es un clásico ya.

Juanra: Es una obra maestra de la ingeniería de la comedia, es perfecta, un reloj suizo. Leída neutra sin intención es tronchante. A poco que nos la sepamos de memoria y que nos dejemos llevar por el director va a ser divertidísima. Además, estamos en manos de Agustín y David Fernández, que la han hecho miles de veces. De hecho, solo la puedo cagar yo (risas). La obra nos enfrenta un poco a nosotros mismos, todos tenemos algo de alguno de los personajes, nos sentiremos identificados en algún momento.

Háblennos de esos personajes...

Juanra: Mi personaje es Carlos Bermúdez el ‘anfitrión’. Recibe al idiota en su casa. Es un personaje despreciable (risas), una mala persona, machista, miserable, el típico burgués de comedia francesa al que nadie querríamos como amigo. Es una maravilla representarlo y ver cómo las cosas le salen mal y acaba sufriendo todo lo que ha provocado (risas).

Agustín: Piñón es el superhéroe de la función, el que viene a vengar a todos los idiotas de los que se ha ido riendo esta gente. Tiene una frase que me gusta mucho, “Yo lo arreglo, yo lo arreglo”, pero realmente no lo está arreglando, la cosa siempre se va emborronando más. Es una persona de gran corazón, noble, inocente y creo que está desubicada, que la han colocado donde no deben...

David: Yo hago dos personajes. Uno es un masajista alegre, dicharachero y surrealista. El otro es un personaje mucho más seco, obsesionado con su trabajo, un inspector de Hacienda, que lo único que desea es hacer inspecciones a todo el mundo. La moraleja es que al final el puro más grande se lo lleva él.

Se han puesto a las órdenes de un gran conocedor de este texto, Josema Yuste.

Juanra: Estar a las órdenes de Josema es una maravilla. Estamos hablando de alguien que ha marcado nuestra vida, además conoce la obra perfectamente. Solamente con escuchar y aprender ya tienes la sensación de que te están pagando una beca. El texto es perfecto y él lo ha llenado de referencias locales maravillosas y, además, tenemos mucha libertad nosotros para proponer.

Agustín: Como ya nos conocíamos de un anterior montaje está resultando bastante fácil. Está claro que es muy conocedor de la escena cómica y esto lo pone en pie en todo momento. Es una persona que trabaja muy bien los gags, con lo cual ayuda muchísimo a la comedia de la obra.

David: Ha hecho una versión de este texto todavía mucho más divertida que la original, está pensada para que la gente ría todo el rato y trabajar con él es una delicia. Lo estamos pasando muy bien.

Como las meigas, idiotas haberlos haylos.

David: Voy a responder con una frase que dijo Einstein hace mucho tiempo: “Solo hay dos cosas infinitas en el mundo, el universo y la estupidez humana. No estoy seguro de la primera”. Mientras el ser humano exista por suerte o por desgracia esta obra siempre tendrá vigencia (risas).

Agustín: Cuando se habla de ese tipo de idiotas, de temas políticos y redes sociales, esos son imbéciles, no es el tipo de idiotas del que se trata en la obra. Yo no confundiría a los idiotas con la gente cruel, es distinto. Lo que ocurre aquí, la lección que aprendemos, es que es un personaje desubicado, es como si tú metieras a un filósofo renombrado en “Gran hermano”, obviamente el idiota sería él. Todo es contextual.

Juanra: Con tantas redes sociales y tanta facilidad para exhibirnos es fácil caer en la tentación de decir que hay más idiotas o que es más fácil detectarlos, pero creo que lo que ocurre es que todos nos damos cuenta de que realmente somos un poco idiotas. De hecho, estoy seguro, completamente seguro, de que todos somos el idiota de alguien.

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