Revista teatros

¿Cómo respira el teatro en pandemia? ¿La cultura está tocada o hundida? ¿Cómo se piensan, se sueñan y se levantan espectáculos y temporadas en estos tiempos? ¿Qué hay que pedir y a quién para sortear obstáculos? Son días llenos de interrogantes y de incertidumbres, pero también de ponerle muchas más ganas e ilusión si cabe. Hemos preguntado a los magos y magas de la escena por la situación que atraviesan las artes escénicas, pero también por lo que están haciendo ahora, por aquellas cualidades que definen a un buen director, a una buena directora, por qué lleva al teatro a aquellos y aquellas que primero lo sueñan, por cómo son como espectadores, a quiénes admiran o qué están deseando ver.

MANUEL CANSECO 

Director, con compañía propia, gestor y director de diversos teatros y festivales, es uno de nuestros grandes hombres de teatro, tanto que el Festival de Almagro le hizo un homenaje a su trayectoria, coincidiendo con su montaje número 100.

Decía Larra que “los teatros son el termómetro de la civilización de las naciones”. ¿En qué lugar nos deja esto hoy? ¿Cómo ve Manuel Canseco la situación del teatro hoy?

Creo que el Teatro atraviesa un momento de crisis, reflejo de la crisis que convulsiona y transforma a la sociedad. Pero no una crisis de espectadores, ni de espectáculos; crisis de encontrarse a sí mismo dentro de esta sociedad global que cambia a cada segundo.

¿Qué le pediría y a quién Manuel Canseco para que esta situación cambiase?

Pediría, sobre todo, estabilidad, condición indispensable para la creación. A partir de ahí, todos pueden, podemos, aportar algo para conseguirla. Si desglosamos la pregunta: A la Administración, más medios e infraestructuras; al público mas constancia, más presencia, entender el hecho teatral como un alimento espiritual más, tan indispensable como el material; a los medios más atención, mayor presencia en sus contenidos y a la profesión el máximo rigor en sus propuestas.

Esta siempre es difícil, pero ¿qué tipo de director es Manuel Canseco?

Yo me considero simplemente un buen artesano, un hombre de teatro capaz de afrontar retos muy diferentes. Consciente de que trabaja con personas. Cada interprete requiere un tipo de trabajo distinto para llegar a un mismo resultado. Un director que pretende siempre, desde su propio pensamiento, entregar, aportar algo al conjunto social de los espectadores.

Manuel Canseco es uno de nuestros grandes directores. ¿Cuáles son o deberían ser las características fundamentales del buen director, eso que no debe olvidar nunca?

Creo que la principal característica de un director debe ser, sin duda, la autocrítica, el poder reflexionar desde la butaca sobre su trabajo, el ser el primer espectador. Tal vez la mejor lección que aprendí de José Luis Alonso Mañes, con el que empecé de Ayudante.

¿Ha cambiado en algo el oficio de director en los últimos tiempos? ¿Qué cimientos se han movido y cuáles siguen intactos?

Las comparaciones dicen que siempre son odiosas, los tiempos cambian, cambia las condiciones sociales, los gustos, las tendencias, etc. Por todo ello cambia también la manera de evolucionar en este oficio, pero echo de menos la presencia en cartelera de un mayor número de obras importantes de la dramaturgia universal. La figura del actor/actriz de peso dando lecciones magistrales sobre las tablas. Las distintas interpretaciones de directores sobre temas de siempre. Los puntos de referencia siempre son importantes en este arte donde la autoformación es esencial.

¿Cuáles son los elementos principales que siempre tiene en cuenta para levantar un proyecto nuevo?

En primer lugar, que el texto me sugiera algo: una vía de comunicación, a través de una propuesta artística, con el espectador. Una propuesta que me sugiera plantear al espectador de nuestros días algo que, desde mi interior, y apoyándome en la obra dramática, me permita comunicar con el público.

Dirige “Realidad” en los Teatros del Canal. Cuéntenos algo de esta obra y del montaje.

En “Realidad”, se me han planteado dos retos interesantes para un hombre de teatro: Dramatúrgicamente, el cómo afrontar el texto galdosiano, con la riqueza del mundo social que el autor crea a través de más de doce personajes, reduciéndolo únicamente a cinco.

Y, como director, el trabajar con un elenco lleno de experiencia capaz de transmitir su mundo interior, desnudándolo ante el espectador.

En cuanto al montaje, unos simples elementos básicos de mobiliario, comunes a cualquier época, y que en este caso definimos mediante el vestuario, y un recinto de espejos deformados, alegoría de cómo la sociedad nos percibe, son la base del trabajo. El espectador, a través de estos espejos, en los que se refleja, parece estar también dentro de la escena.

En cuanto a la forma, hemos utilizado, de manera importante, los “apartes” como forma importante de comunicación. Unas veces desde el propio personaje, otras desde el punto de vista crítico del actor.

Cuando va al teatro, ¿es un buen espectador, disfruta de lo que ve o no puede evitar que aflore el director que lleva dentro?

Creo que soy un buen espectador que, poco a poco, con el desarrollo de la obra, se enorgullece o se indigna de lo que ve, como integrante de esta profesión. Es difícil evitarlo.

¿Cuál ha sido la última obra que ha visto?

“Tito Andrónico”.

¿Y está deseando ver?

“Rita”, Con Carlos Hipólito y Mapi Sagaseta y el "Marat-Sade" de Peter Weiss en las Naves del Español en Matadero, que dirige Luis Luque.

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