Revista teatros

 Nacido en plena España franquista de los años 50, Alfredito era ese típico ‘maricón de pueblo’ que no encajaba en ninguno de los dos géneros vigentes permitidos. Su sufrida infancia, una juventud tormentosa, su esperpéntico servicio militar… nuestro protagonista nos sumerge en este divertidísimo recorrido vital, siempre acompañado de su amiga del alma: su virgen negra. Charlamos con Santiago Escalante, el autor y director de esta función estrenada hace 14 años y aplaudida en toda la geografía española, Miami, Los Ángeles, Puerto Rico… y hasta en la gran pantalla. Por ANY POP

¿Qué historia presenta “Madre amadísma”?

La de un hombre que no encaja en la historia que se ha construido a medida desde las iglesias y desde las derechas, más cuando estas se vuelven extremas. Es la historia de un hombre que en su juventud quiere libertad para vivir y que hoy sigue luchando para conservarla.

¿Cómo es este protagonista?

Alfredito es un hombre con mayúsculas que por su homosexualidad evidentísima necesita la libertad incluso para respirar. Él solo sueña con que lo dejen vivir y amar. No entiende por qué hay gente tan preocupada por su forma de vida y se despreocupa de las miserias que ellos mismos tienen de puertas hacia dentro.

¿Quiénes son sus aliadas, las que le ayudan a sobrevivir en esta guerra?

Sus dos compañeras de batalla, que hacen que se tome su vida a carcajadas y que nadie le borre la sonrisa, son su madre y su “Madre amadísima”: la virgen negra de su pueblo –con niño blanco– al que todos sus enemigos piden cosas como que sus hijos no sean homosexuales o que sus hijas dejen de amar al negrito que llegó al pueblo y las enamoró. ¡Eso se lo piden a una virgen negra…! (risas).

¿De dónde surgió la inspiración para escribir esta obra?

En Miami. Un chico negro homosexual tenía ‘ciertos problemas’ con unos blancos muy ‘cristianos’ que querían borrarlo de la faz de la tierra. De esa situación nacieron los primeros apuntes y terminé de escribirla en Sevilla. La Semana Santa sevillana puso el resto. Después, las blasfemias de la Iglesia y de los fachas me llenaron los teatros.

Juan Carlos Castillejo llena de vida en escena su texto. ¿Por qué es él y no otro el actor ideal para hacerlo?

“Madre amadísima” se estrenó hace 14 años con mi marido –Ramón Rivero–, que también protagonizó la versión cinematográfica. Ahora estoy loco de contento con que en esta nueva aventura del texto Juan Carlos Castillejo sea Alfredito. Yo no solo soy su director, ahora soy su amigo y estoy orgulloso de que un heterosexual tenga esos sentimientos tan profundos por un texto como este.

Uno de los grandes momentazos de la pieza se produce en…

La desastrosa mili de este personaje, que nunca había tenido nada bélico, ni entre sus juguetes. ¡El pobre tiene la ‘suerte’ de que hasta Franco se le muera en su primera guardia! (risas). No es que quisiera a Franco entre los vivos; pe-ro sí que se muriera en otro momento…

¿Cómo fue esa crítica enmarcable acerca de esta función?

La famosa periodista Norma Niurka en el Miami Herald escribió: ““Madre amadísima” es una tragicomedia pegada a la tierra, un texto para la lucha por la normalización y la convivencia diaria de todos con todos y con nuestras diferentes formas de amar, un grito contra el maltrato femenino, el bullying, el racismo, un canto a la figura de la mujer, de la madre, como los andaluces cuentan sus tragedias: riéndose de ellas”.

¿En qué cosas fundamentales hemos avanzado desde la Andalucía profunda de 1954 hasta la actualidad?

Dando tumbos. De pronto un paso agigantado hacia adelante: ¡nos podíamos casar! y, de repente, parece que volvemos al medievo y un partido político de ultraderecha –en pleno 2019– amenaza con volver a lo de antes, a cuando nos llamaban ‘los violetas’. Todo lo malo puede volver a repetirse… el hombre es especialista en eso.

¿Por qué nadie debería perderse “Madre amadísima” en los Luchana?

Porque ofrece risas, carcajadas, reflexión, llanto. Es un paseo por los cuatro costados de esta España que a veces nos cuesta tanto juntar para hablar sobre algo que ya no debería ser ni siquiera tema de conversación. Los gays acuden en masa, primero sólos y luego vuelven con sus madres y sus familias. Porque “Madre amadísima” es un punto de partida para una mejora en la convivencia. Creo haber conseguido algo de lo que estoy orgulloso: sembrar un punto de reflexión entre los que odian y los que no quieren sen odiados.