Publicado el 01 de Enero de 2017
Israel Elejalde
Obra: La clausura del amor
Salimos destruidos literalmente. La clausura tiene algo performático. Los cuerpos se destruyen a la vez que el alma de ellos. Y sí nos compensa.
Sé que han dicho que este fue un proyecto buscado y deseado por ambos desde que el texto cayó en sus manos. ¿Por qué, qué atracción ejerció en ustedes?
Nos atrajo la belleza extrema del texto. Un texto que se mueve más dentro del terreno de lo poético que del realismo.
Y una vez leído y puesto en escena, como actor, como espectador, como persona al fin y al cabo, ¿adónde te lleva el texto, qué esconde, qué remueve, en qué llagas mete el dedo?
La clausura hace una disección profunda del dolor que acontece cuando una relación construida a lo largo de los años se viene abajo. Pone palabras a esos sentimientos que parecen imposible dar nombre.
Háblennos de su personaje, ¿cuál es su posición en el ‘combate’, cuáles son sus sentimientos?
En este caso a mí me toca interpretar la parte del que quiere cerrar la relación. Él necesita poner fin de manera rotunda a una relación de la que le cuesta desvincularse pero que ya no le hace feliz. Su opción es decirlo todo, decir aquello que nadie tiene el valor de decir. Mas que clausurar la relación la dinamita.
¿Cuál podría ser una de las frases más duras que pronuncia?
Hay tantas, pero tantas. Entre muchas elegiría: “Si pudieses olvidar el concepto de herida narcisista. ¿Quién eres tú para pensar que soy tuyo? Acaso he firmado un contrato”.
Evidentemente es un texto muy duro, muy intenso, donde no sólo se remueve el interior, sino también el cuerpo. Como una paliza. ¿Cómo salen, física y emocionalmente, tras cada función? ¿A un actor le compensa dejarse tanto en el escenario?
Salimos destruidos literalmente. La clausura tiene algo performático. Los cuerpos se destruyen a la vez que el alma de ellos. Y sí nos compensa. ¿Le compensa a un alpinista subir a una montaña y que se le congelen los dedos? El alpinista diría sin pensarlo, sí.
Ha dicho Pascal Rambert después de haber montado la obra en varios idiomas que cuando os vio tuvo la sensación de que el texto se había escrito en español. Para ustedes. ¿Cómo se le queda a uno el cuerpo y cómo ha sido trabajar con él?
Pascal es un artista, un poeta del escenario. Es un privilegio trabajar con alguien como él. Alguien que ve la vida y el arte de una forma tan peculiar, tan personal.
¿Más proyectos entre manos, vacaciones o mejor disfrutar del momento? ¿Qué le piden a este 2017?
Muchas cosas. El Pavón Teatro Kamikaze no me da respiro. Ahora estreno “La voz humana” con Ana Wagener dirgida por mí, y después viene “Hamlet”, “Misántropo” y “Refugio”. Un año completito.