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Miguel del Arco

Publicado el 30 de Noviembre de 2016

Miguel del Arco

Obra: La noche de las tríbadas

 El autor separado del teatro que escribe no significa nada. A mí el teatro me interesa como hecho colectivo

 Con una alegría enorme, pero con los pies metidos de lleno en el barro y buscando algún momento de soledad. Como siempre. Así está viviendo este año inolvidable, como los últimos nueve o diez, este Midas del teatro. Miguel del Arco suma y sigue. “Antígona”, “Hamlet” y la zarzuela “¡Cómo está Madriz!” se han unido a sus siempre impecables trabajos; ha abierto, por fin, las puertas de su casa y de su gente, El Pavón Teatro Kamikaze; se ha lanzado como director de cine con “Las Furias” y remata doce meses de vértigo con nuevo estreno. 

“Hamlet”, “Antígona” y ahora “La noche de las Tríbadas” y “Las furias”. ¿Lo suyo son las familias dramáticas?

Es sólo casualidad. Al final casi todo gira en torno a la familia, todos tenemos una, falta de ella… Cuentes la historia que cuentes, si el protagonista es un ser humano la familia está por medio (risas).


En 1890 Strindberg abre un teatro para llevar a escena sus obras y seguir experimentando. En 2016 usted y los ‘kamikazes’ hacen lo propio. ¿Hay más líneas que converjan en sus vidas?

(Risas). No lo sé. La estela de estos hombres geniales que vivieron el teatro de una manera tan profunda y apasionada es lo que me resulta interesante y creo que lo vivo de la misma manera. Todos los hombres que me interesan, Shakespeare, Molière, Pirandello, Strindberg…, están ligados de una manera muy activa a la producción de teatro, todos tuvieron compañías, estuvieron integrados en el hecho teatral porque tuvieron claro que el teatro era un arte colectivo. El autor separado del teatro que escribe, manda un texto y va el día del estreno para mí no significa nada, es alguien que vive de espaldas al teatro y a mí el teatro me interesa como hecho colectivo.


¿Por qué “La noche de las Tríbadas”?

Porque es una función magnífica. Y habla de muchísimas cosas, como siempre que una función es magnífica. Habla del teatro, tiene una metateatralidad grande porque su personaje principal es Strindberg; habla de la emancipación de las mujeres a finales del siglo XIX, problemas que hoy no hemos solucionado, es decir, la igualdad entre hombres y mujeres no es evidente por más modernos que seamos en el siglo XXI; habla del amor y de las diferentes maneras de quererse; habla del amor entre mujeres; de la dificultad de la creación… Y todos los temas me interesan y sobre todo y fundamentalmente porque es palabra de autor, está genialmente escrita.


¿Qué le fascina de Strindberg?

Ha pasado a la Historia como un enorme y gigantesco autor, pero también como un enorme y gigantesco misógino. Y me parece de una gran injusticia. La función es muy inteligente porque ahonda en la contradicción permanente de este personaje entre lo más grande y lo más pequeño. Él decía que se movía entre una profunda melancolía y la más absoluta frialdad. Por eso estoy fascinado con el personaje y con su obra.


Dice que quizás lo que más le afectara fuera la indiferencia, pasar sin pena ni gloria. ¿Es ese uno de los mayores miedos de la gente del arte?

Me cuesta creer que alguien hace las cosas para que no las vea nadie o para que a la gente le sea indiferente. Cuando le preguntaban a Strindberg cómo querían que le recordasen, él decía que como a un dramaturgo que siempre fue representado. Esa indiferencia es una de las cosas que peor llevamos. Con todo el esfuerzo que conlleva la creación de una obra, la escritura, la puesta en escena… todo el trabajo alrededor y que no venga nadie es una cosa que me encoge un poco el corazón.


Hablábamos el mes pasado de aquel principio que fue “La función por hacer”. Nos colocamos en un final de 2016 con “La noche de las tríbadas”, con “Las furias”. ¿Cómo lo está viviendo?

Con una alegría enorme. Vamos a disfrutar del camino, ha sido un camino muy complicado y precisamente como somos muy conscientes de esa complicación, de la cantidad de trabajo que tenemos que hacer, de la angustia de no tener dinero para pagar la renta… Eso nos pone los pies en el suelo de una manera muy rotunda, bestia, hay una cosa de glamour que el mes pasado estrenamos en El Pavón “Las furias”. Ese domingo cerramos un teatro y el lunes por la mañana abrimos un cine. Lo que pasa que yo sé, porque estuve allí, porque no nos queda más remedio que estar al pie del cañón de forma permanente el trabajo que hay detrás de esta cosa glamourosa. Esto por un lado me mantiene los pies en la tierra, crees en los sueños, pero por otra parte llegamos al orden de decir ‘no sé hasta dónde vamos a llegar, hasta dónde vamos a resistir, pero vamos a disfrutar por el camino’ y es una batalla que yo tengo conmigo mismo de llevarme al orden, yo estoy aquí muchas muchas horas, pero no me sobra ninguna, estoy muy contento (risas). Estoy con gente a la que admiro y a la que quiero, en un sitio que ya se ha constituido en muy poco tiempo en un sitio donde la gente es feliz cuando entra, se nota mucho en los talleres, en el público que viene, en la gente que viene a ensayar, los abrazos cuando termina una función. Para mí eso es importantísimo y hay que disfrutar eso. No sé si preguntar.


¿Necesita vacaciones o mejor seguir como estamos?

Vacaciones necesito pocas, lo que pasa es que me las voy tomando. Ahora tenemos una apertura de teatro importante, pero tengo una casita en el campo donde yo me voy y me escapo. Para mí es muy importante buscarme momentos, sobre todo los de soledad. La exposición es una cosa que me deja un poco tambaleante, entonces tengo que protegerme de vez en cuando y la protección para mí es la soledad. Me voy cada vez que puedo. Los estrenos, lo fácil que es opinar sobre las cosas también, uno se intenta proteger, pero nunca está protegido de la opinión de los demás en un ejercicio permanente de exposición y de examen. La exposición permanente es costosa pero forma parte de esta profesión.

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