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Míriam Iscla

Publicado el 01 de Febrero de 2017

Míriam Iscla

Obra: Mujer no re educable

 Preguntarse ‘con qué estoy yo comprometida hasta el final’ es una reflexión inevitable

 A las órdenes de Lluís Pasqual, Míriam Iscla hace gala de su saber hacer y estar en un oficio que la ha visto convertirse en un nombre fundamental de la escena, trabajar con los mejores directores, cofundar la compañía T de Teatre, escribir...

Brevemente, ¿qué es “Mujer re educable”, cómo definiría esta obra?

Es un teatro denuncia, un alegato a través de la periodista Anna Politkóvskaya en defensa de un periodismo libre, no atado a políticas y objetivo y buscando la verdad.


¿Qué significa ser ‘no re educable’? Así definió el Kremlim a esta mujer…

Así la definió. Es como decir que hay dos enemigos de Estado, unos enemigos a los que se puede hacer entrar en razón y, por lo tanto, se pueden corregir y unos incorregibles. Y los incorregibles son considerados ‘no reeducables’. Entonces si son ‘no reeducables’ es mejor hacerlos desaparecer...


¿En qué llagas mete el dedo?

Hace una exposición de la vida de una persona absolutamente comprometida con su profesión, que es contar la verdad de manera objetiva, que es el periodismo, y a través de esta persona hacemos un viaje y pone el dedo en la llaga de una sociedad, en este caso la rusa, que cuando no entras en los cánones de un estatus político es mejor eliminar. Pone el dedo en un oficio y en una manera de comprometerse, aunque no fueras de este oficio, con la verdad. Evidentemente los periodistas tienen ese ítem, pero creo que va un poquito más allá y la reflexión que haces cuando sales creo que es ‘con qué estoy yo comprometida hasta el final, no hace falta que me maten, pero con qué realmente yo estoy comprometida, con qué verdad mía al menos estoy comprometida hasta el final’. Es una reflexión inevitable después de ver esta obra.


Este texto es aparte de una reflexión sobre la libertad de prensa y el oficio del periodista, toda una bajada a los infiernos. ¿Cuál podría ser alguno de los hechos más duros que relata?

Uno de ellos es cuando esta mujer tiene un falso secuestro y le hacen creer que van a llegar hasta el final, es decir, que la van a eliminar. Al final la sueltan, pero esta mujer vive como si realmente fuera a ser eliminada, vive todos los pasos de un secuestro, un maltrato más allá del físico, incluso psicológico. Más que nada porque son todo hechos reales. Esto te puede quedar como una anécdota pero cuando realmente piensas que esto es así y que sigue siendo así pone los pelos bastante de punta.


¿Quién fue Anna Politkóvskaya? ¿Qué ha aprendido de ella, qué ha descubierto de ella que antes no supiese?

Cuando me ofrecieron el papel yo me acordaba de este hecho, porque esta mujer fue asesinada en el 2006, hace cuatro días, y me acordaba de situaciones como sería la del teatro Dubrovka, que hubo aquel secuestro multitudinario durante una representación, me acuerdo de la escuela, que estuvo sitiada por chechenos y ahí se mataron mil y pico criaturas y sus madres… Son situaciones de las que yo me acordaba, pero realmente el viaje personal de esta mujer que desde un principio ella entra, es una observadora de una situación, de la guerra chechena, y cómo esta mujer hace un viaje y se va involucrando en la necesidad de contar una verdad. Y se involucra hasta que molesta y la eliminan. Yo el viaje de ella no lo conocía, conocía las anécdotas que rodearon su existencia, pero no su existencia. La reflexión que haces de que al poder no le interesa que el pueblo piense es la llaga donde pone el dedo. El pueblo bien informado puede tomar su propio criterio y el periodismo debería informar sencillamente de una realidad y el pueblo pensar que esa realidad es justa y puede elegir su opción, pero los periodistas no deberían juzgar una realidad, deberían exponerla y permitir que el pueblo piense, pero todo eso al poder no le interesa. Sea cual sea el poder, no hace falta que sea el ruso (risas).


¿Qué lograron sus autores con el asesinato de la periodista?

Quitaron del medio a una persona molesta, a una persona que estaba contando cosas que pasaban, no era para nada parcial, ella opinaba y exponía situaciones tanto rusas como chechenas, ahí había una alianza que es lo que realmente al explicarlo quedaba denunciado, es decir, había un gobierno checheno puesto por Rusia que permitía una gran cantidad de asesinatos. Yo creo que se consigue que de eso no se hable. Evidentemente, no es una persona sola, hay un periódico, que es “La gaceta”, que es donde estaba ella trabajando que sigue haciendo esta labor y de hecho en su hall hay fotos, que ya son cinco las personas asesinadas, entre ellas Anna. Es un continuo eliminar, es como lo que se hacía antes con las fotos, que se sacaba a quien no interesaba que estuviera en esa foto. Y eso se ha hecho y se sabe y sobre todo en Rusia, se ha hecho y se sigue eliminando. Ahora te borran de una realidad. Y la función termina con esa declaración de intenciones que tuvo de perdonen, yo no sé quién es esta, para mí ya no existe, no ha existido nunca.


Aparte de los hechos que relata, también es muy duro oír a Anna sentirse responsable de algunas de las víctimas, que lo eran porque habían hablado con ella…

Ese es otro de los momentos… No sale exactamente este trozo, pero esta situación que cuenta ella de dos personas muertas que han hablado con ella, que le han contado lo que estaba pasando se basa en un hecho real en el que realmente hubo una escabechina delante de ella para que viera realmente que se estaba matando a la gente y la gente debería tener miedo de hablar con ella. Evidentemente esa situación es terrorífica y te sientes culpable, pero también yo creo que le hizo decidir no tirar la toalla. Es decir, si la gente está muriendo por hablar conmigo, yo no me puedo ir a mi casa a callarme porque hago un hecho de traición hacia quien habla conmigo, si hay alguien que arriesga la vida, cómo puedo yo pensar ‘uy, me están amenazando, me voy a mi casa porque me van a matar’. Eso ya no se lo pudo plantear porque era inevitable, si la gente moría por hablar, ella no podía dejar de hablar. Es de una integridad, dolorosa, absoluta, diría que kamikaze para consigo misma, pero absolutamente honesta.


Y si usted pudiese decirle algo a ella, ¿qué sería?

Ufff, no sabría ni qué decirle. Me parece de un respeto tan enorme a alguien que el límite de su vida se lo ha saltado para ser consecuente con lo que cree, con su profesión, con la objetividad, con la verdad, con esa necesidad de crear pensamiento entre el pueblo, con esa necesidad de contar la verdad a pesar de… Además, no se fue ni de Rusia ni sacó a sus hijos de Rusia… No sé qué le diría, pero en el viaje que yo he hecho preparando este personaje la reflexión es hasta dónde soy consecuente yo y el aprendizaje que es, incluso con las pequeñas cosas, intentar… Mi vida no es así, pero intento que mis convicciones y con lo que yo me siento comprometida intento llevarlo hasta donde yo creo que hay que llevarlos. Todos los personajes te enseñan cosas, incluso en comedia, pero este en concreto te lleva a otra dimensión vital, te escandalizas, te horrorizas, pero a la vez hay una integridad ahí que desearías que se te pegara de alguna manera.


Como actriz debe ser muy satisfactorio un personaje como éste…

Te vas a casa con una sensación de trabajo bien hecho. Más allá de que sea una interpretación buena o mala, yo sé que el viaje que hago lo hago desde la verdad, porque ese ha sido el trabajo también con Lluís Pasqual. Él no quería hacer teatro, quería hacer verdad porque es una manera también de honorar a esta mujer, yo no tengo donde esconderme en este viaje. Tú entras en la sala y hay una mesa, una silla y un atril, tú sabes que yo vo a esta en el atril, en la mesa y en la silla, no te voy a descubrir nada, es incluso austera esta escenografía, austera soviética, no hay trampa, no hay nada para hacerte una pirueta y a mí no se me permite hacer ninguna pirueta. En el trabajo que he hecho con Pasqual siempre que me escondía detrás de alguna cosa de actriz que te permite estar más cómoda, me decía ‘sal de ahí, dame la cara, explícamelo, dímelo de verdad’. La verdad. No estamos haciendo, estamos hablando desde la misma indignación. Uno de los piropos que a mí se me ha dicho en Barcelona y que no se ha escrito en los periódicos es hablar con gente que conocía a me decían ‘no tienes nada que ver físicamente, pero eres Anna’. Eso no lo queríamos, Lluís me dijo ‘yo no quiero que me la imites, quiero que me la vivas, porque no vas a ser rusa, ni vas a ser ella, no tienes su físico ni nada’ (risas). No hay nada más. Sales a pecho descubierto y ese trabajo es un gusto, me voy a casa con la sensación primero de que el viaje ha sido honesto y segundo que estoy hablando de algo que me interesa muchísimo y que creo que es interesante. Hay algo de denuncia que yo no había hecho teatro político ni de denuncia a este nivel. Y es un placer. 

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