Publicado el 29 de Noviembre de 2012
Pere Arquillué
Obra: Cyrano de Bergerac
Los personajes no me dejan cicatrices, dejan una pequeña mochilita que vas cargando, un rastro emocional maravilloso
Bien diferente era el George de “¿Quién teme a Virginia Woolf?” de este Cyrano fuerte, inteligente, agudo, atrevido, valiente, irónico… enamorado. Pero con ambos papeles, los últimos que ha hecho en Madrid, Pere Arquillué se ha metido en el bolsillo a público y crítica. Aunque dice que nunca se planteó ser actor profesional, se ha convertido en un habitual de la televisión y el teatro catalán, donde ha brillado en “Qui té por de Virginia Wolf?”, “Primer amor” –Premio Nacional de Cultura 2011– o este Cyrano que ahora trae al mismo corazón de Lavapiés.
Dice su mujer que hay mucho de Cyrano en usted.
(Risas). Hay algo de Cyrano en todo el mundo. Es un personaje tan universal, que toca tantas cosas, tiene tantos matices y está tan cargado de emociones y sentimientos que creo que siempre conecta con todo el mundo.
Aún así, supongo que hay que darle mucho de uno mismo...
Para interpretar un personaje así tienes que ponerle mucha carne propia y mucha sangre propia, porque si no, puede quedar simplemente una máscara y lo que interesa es ver al hombre que hay detrás de esa gran protuberancia. Es un personaje que te pide encontrar tu payaso, tu clown y tu personaje épico, el niño que llevas dentro.
¿Cómo es el Cyrano de Pere?
Es un Cyrano nada elevado ni poético, es un Cyrano casi diríamos de campo. Yo soy de un pueblecito del interior de Cataluña y eso se nota. He intentado hacerlo muy transparente, muy franco, muy directo, con un contraste muy potente entre la parte épica, la poética y la humorística. Nos interesaba enseñar esta parte más oscura que tiene, contrastarla mucho con su sentido del humor y su brillantez.
Aunque han pasado casi treinta años, la sombra de Flotats es alargada y en Barcelona habrá sido todo un reto.
Su personaje en Barcelona tiene un peso específico muy importante. Todos creemos que hubo un antes y un después del Cyrano de Flotats y fue tanto el referente que no se había atrevido a hacerlo nadie en treinta años (risas). Creímos que era el momento idóneo, que merecía la pena volver a ponerlo en escena y la prueba es que funcionó muy bien. De cuarenta y cinco años para abajo no la había visto nadie en Cataluña y la gente mayor tenía ganas de volverlo a ver.
Dice la crítica: “Si Flotats hizo su Cyrano, Arquillué hace el suyo y bien se ha ganado (...) el Olimpo de las grandes interpretaciones del año”.
Ya sabes cómo es de personal la gente (risas). El riesgo estaba ahí. Los tiempos han cambiado, treinta años son muchos y con Oriol intentamos acercarlo más a nuestra sensibilidad, a nuestra manera de ver las cosas. No te engañaré que las pasé... no moradas, pero estaba bastante asustado porque la sombra ésta es alargadísima (risas), pero ha sido todo un disfrute.
Y ahora Madrid.
Ahora estoy un poco más asustado porque en el verso en castellano la música es un poquito distinta y no la tengo tan fluida. Estoy dándole más vueltas...
Le vemos siempre interpretando. ¿Para cuando su debut como director?
(Risas). A veces me tiran los tejos... Ser director es un trabajo complicado. Una de las cosas que admiro más de Oriol es que lo hace muy sencillo todo. A mí me da miedo tomármelo demasiado en serio, creo que es muy importante darle la distancia justa. Además, hay que tener cosas que contar y yo las cuento más desde otro lado.
Desde el lado de unos personajes que ¿dejan cicatrices?
A mí no, lo que dejan es una pequeña mochilita que vas cargando. Emocional-mente van dejando un rastro y es una de las cosas más maravillosas en este trabajo.